Los otomí-chichimecas de la región sur del semidesierto de Querétaro acuden cada 4 de mayo a la cima de la Peña de Bernal, cargando una cruz cristiana de madera, la cual colocan junto a los vestigios de una cruz prehispánica hecha de piedra que se posaba en la cima del peñasco, a más de 300 metros de altura.
Los pobladores originarios realizaron la peregrinación hasta la llegada de los españoles que dominaron la región y colocaron la cruz de madera en el lugar de la primera. Hoy en día, esta tradición sigue viva y cada año los habitantes de los municipios de Tolimán, Cadereyta de Montes, Colón y Ezequiel Montes regresan en procesión cargando la cruz guardiana de su territorio, para posteriormente situarla junto a lo poco que queda de la escultura original pues, afirman, para ellos es la misma.
La adoración de la Santa Cruz es una festividad de origen indígena que en la actualidad mezcla elementos del pueblo hñähñu chichimeca, así como de los colonos españoles. Comienza el día 1 de mayo con una peregrinación en ascenso hacia la cima de la peña para bajar la cruz de madera hasta el pueblo de Bernal, en el municipio de Ezequiel Montes, donde le rinden adoración los habitantes de la región entre cantos, rezos y danzas.
Hacia la mañana del 3 de mayo, arriban cientos de peregrinos desde los pueblos aledaños cargando cruces más pequeñas de las capillas y rancherías, con la intención de dejar su ofrenda en el altar del templo de la Santa Cruz. Este es el día más importante de la celebración.
A las afueras del templo, la música de los violines se entremezcla con los golpes de los tambores prehispánicos, ejemplificando el mestizaje de la tradición, al tiempo que revive la conquista. Junto al atrio, los más jóvenes, vestidos de soldados y apaches ofrecen danzas.
Previo al regreso de la cruz a la peña, la comunidad celebra con una gran comida. Entre docenas de platillos y alimentos tradicionales, los asistentes celebran con un gran festín. No puede faltar el emblemático mole de olla, acompañado de tortillas de maíz.
Al día siguiente, los peregrinos regresan en procesión al punto más alto del monolito para colocar de vuelta la cruz de madera, cuyo peso es de 85 Kg. Más de 100 personas recorren la gran parte del camino, pero la última pendiente de 45 metros es sólo para hombres estrenados física y espiritualmente: “los escaloneros”. La celebración concluye con la colocación del símbolo en su sitio, para regresar al año próximo.
El tenanche (segundo del mayordomo) dice que la reliquia ha estado en la peña “desde antes de los abuelos de sus abuelos”, aunque se sabe que originalmente era de piedra “pero de esa solo queda un pedacito, la que traemos al pueblo es la de madera. Cuando regresamos la reliquia a su lugar, hacemos un ritual para las dos cruces. Allá arriba, en lo alto del cerro”, explica para el Instituto Nacional de Antropología e Histórica (INAH).
Esta festividad fue reconocida el 30 de septiembre de 2009 como Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO. Su registro se titula “Lugares de Memoria y Tradiciones Vivas de los Pueblos Otomí Chichimecas de Tolimán. La Peña de Bernal Guardián de un Territorio Sagrado”. En otras palabras, es Patrimonio Mundial, gracias a las gestiones del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
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