Miguel agradece estar vivo a un año de la tragedia de la caída de la Línea 12 del Metro de la Ciudad de México, ocurrida el 3 de mayo de 2021; sin embargo, aún le quedan secuelas, dolores en la cadera le impiden caminar bien por lo que requiere una operación, además del estrés post traumático que le ha quedado y que comúnmente lo despierta por las noches con pesadillas de sangre y cuerpos mutilados.
Un familiar explicó a Infobae México el estado anímico y físico del sobreviviente ya que a él le cuesta mucho trabajo narrarlo, aunque no lo verbalice no puede olvidar las escenas dantescas de ese día que regresaba de laborar en un almacén de leche y donde casi se desangra, estuvo a punto de perder un ojo y la vida.
“Físicamente (está) pues más o menos, aún tiene problemas para caminar y lo más seguro es que necesite una o más operaciones de cadera, sin embargo y tal vez lo peor es el sentimiento de culpa que le quedó, él quería ayudar pero era imposible. Comúnmente tiene pesadillas, despierta y ya no puede dormir. Una persona le llamó buscando a un familiar, más tarde se enteró que era uno de los muertos, esa persona en particular, por el impacto, el torso quedó en un lugar lejos de sus piernas. Son escenas difíciles de olvidar”, narró una persona allegada.
A pesar de que en ese momento eran desconocidos, tras el accidente cada historia y rostros de los que lo acompañaban esa noche permanecen en su cabeza, de los que fallecieron y dejaron niños pequeños huérfanos, hermanos, padres en desamparo, o los que sobrevivieron y no podrán volver a caminar o siquiera regresar a una normalidad como antes de aquella tragedia.
Su salida del vagón fue fortuitamente grabada por una persona que le ofreció llamar a su familia para relatarles lo ocurrido, en un principio no le creyeron, nadie podía creer un accidente de tal magnitud que muchos creen que pudo haberse evitado por posibles negligencias. Así narró su terrible odisea:
“No pude ayudar, me desangraba”
Miguel de 39 años, salió de su trabajo en un almacén de lechería el lunes, a las 22:22 horas. Viajaba en el penúltimo vagón de Metro que cayó tras colapsar una trabe de la parte elevada de la Línea 12, sin embargo él vivió para contarlo. Veintisiete personas que viajaban a su lado no pudieron ya que fallecieron.
“Yo venía en el penúltimo vagón, justo en el área donde se unen los dos vagones (que fue la que se partió), pero como era día de la Santa Cruz había unas personas que tenían aliento alcohólico, me incomodé y me cambié de lugar hasta en medio, no lo sabía pero eso me salvó la vida, por eso sobreviví”, relató en entrevista exclusiva con Infobae México.
En ese momento el vagón iba casi lleno, solo tres asientos estaban vacíos.
“Imagino que las personas que se estaban en ese lugar fueron las que murieron porque ellas quedaron hasta abajo. Se sintió el frenón y como tres milésimas de segundo después se fue la luz y nos fuimos para abajo, yo quedé colgado de un tubo. Estaba sentado en uno de los lugares del pasamanos pero por la inercia quedé del otro lado del tubo contrario, ese me amortiguó”, detalló.
“La gente caía como si volara, no sé con qué me pegué en el ojo que se me desgarró todo. Segundos después estaba todo oscuro, la gente tomó sus celulares para alumbrar”, abundó.
Mientras se aferraba de los tubos para evitar caer en un ángulo cercano a 90 grados, miró hacia abajo y logró ver a varias personas amontonadas unas sobres otras gritando.
“Los que cayeron hasta el último fueron los que se amortiguaron con los que estaban hasta abajo, pero no se podía hacer nada. Me dije a mí mismo ‘sal de aquí’, respiré profundamente varias veces y cerré los ojos. Pensé en mi esposa y mis hijos, tenemos un vínculo muy cercano. No sé cuánto pasó y vi a un muchacho que se asomó por la ventana y nos preguntó cómo estábamos, gritamos que heridos. Nos dijo que los que pudiéramos, intentáramos salir por la ventana y ellos nos ayudaban a bajar, vi que uno se salió rápido y fue cuando me dije ‘vámonos’, me arrastré y me aferré al tubo, y ya me ayudó a salir”, relató.
Tania Lezama, de 15 años, iba metros al lado de Miguel, viajaba con su hermana Nancy, de 23 años, quien lamentablemente falleció, él la recuerda bien porque la llevaron al mismo hospital.
“Enfocaron a una niña como de 15 o 16 años toda ensangrentada, ella gritaba mucho que la ayudaran, yo no podía porque me estaba desangrando, luego en el Hospital General de Tláhuac, donde me llevaron, llegó esta misma niña que tenía fractura en la cadera y no sé qué mas, cuando nos estaban atendiendo la pobre gritaba que ya la operaran porque no aguantaba el dolor, trataron de acomodársela pero no podían, le dolía mucho, luego a ella la trasladaron a Xoco para ver si la operaban allá, luego a la una de la mañana también me trasladaron a mí ahí”, recordó.
En ese instante el tiempo parece haberse detenido para Miguel, la sangre no dejaba de brotar por su su ojo, no sabe cuánto tiempo pasó, pero comenzó a escuchar que las personas afuera les gritaban que pronto los ayudarían y comenzaban a traer escaleras.
“Me conmovió que en los tiempos de tragedia todos se unen para ayudar, toda la gente empezó a escalar para empezar a sacar a las personas en las ventanas, no sé muy bien si se metieron porque para ese momento yo sentí que me iba a desmayar, me arrastré como pude y logré salir, una señora me dio toallitas para limpiarme la sangre pero parecía esponja y se llenaban rápido, otros me compartieron agua y alcohol para desinfectar la herida”, narró a este medio.
Lo ayudaron a llegar a la banqueta dos personas cuando salió sangrando profusamente y relató a los transeúntes que él venía en el tren, que había perdido su mochila y que si podían dejarlo llamar a su familia para informarles lo ocurrido para que no se preocuparan.
“Ya no quise mirar al Metro, me quedé mirando para otro lado, ya había visto mucha sangre y sufrimiento, sentí mucho sueño, pero me acordé que mi abuela decía que en un susto no teníamos que dormirnos, ya después llegó un muchacho vestido de blanco también me dijo que no me durmiera y que me iba a poner un suero, poco después ya no sentía nada, después me estabilicé, con el suero me sentí muy bien”.
Ese muchacho probablemente era Omar o Bertín, enfermeros que también venían en el tren siniestrado en los vagones que no cayeron pero que se quedaron a ayudar en esa labor esencial para salvar vidas.
Pasaron como 30 minutos cuando comenzaron a llegar las ambulancias para trasladar a los heridos, él agradece que no perdió el ojo ya que los médicos incluso le dijeron que por el impacto que recibió fue un milagro que no quedara ciego por el desgarre y la exposición, por lo que posteriormente le hicieron una cirugía reconstructiva.
“Ahora veo bien, aún me duele pero hay que agradecerle a Dios que muchas personas estamos aquí para contarlo”, y es que 26 personas tuvieron que enterrar a sus seres amados.
Miguel pudo regresar al lado de su esposa que es enfermera y de sus dos hijos de 12 y 14 años, quienes saben que lo necesitan.
“Generalmente se escuchaban ruidos extraños en la línea, sobretodo en las curvas, no sé si era la estructura o eran los vagón”, explicó sobre lo que se solía escuchar cuando viajaba en la Línea 12.
“Me acaba de llamar un señor (ese viernes, cuatro días después de la tragedia) que sigue buscando a su hijo, que llevaba playera blanca, me preguntó que si yo había visto si sacaron todos los cuerpos o todavía había personas ahí, le dije que no sabía porque no me quedé, me llevaron pronto a un hospital, como se fue la luz la verdad no lo recuerdo bien, había un muchachito como de 16 años con playera blanca y pantalón negro con el chamorro deshecho, pero ya no me dijo como se llamaba y me colgó”, concluyó Miguel, quien aún está preocupado por lo ocurrido y que nunca podrá olvidar, pero lo que le hace agradecer cada segundo de vida.
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