Uno de los osos de antifaz más longevos que habitaba en el Zoológico de Chapultepec de la Ciudad de México falleció el pasado 28 de abril de manera repentina, informó la Secretaría del Medio Ambiente (Sedema) de la CDMX.
Se trata de “Carlos”, un animal geriátrico que murió a sus 29 años de edad, cuando la expectativa de vida de su especie es alrededor de 20 años. De acuerdo con las autoridades capitalinas, su muerte se derivó de una “insuficiencia cardiaca congestiva y cambios degenerativos asociados a su avanzada edad”.
Antes de llegar al territorio azteca, “Carlos” se crió en el Zoológico de Jersey, en Reino Unido, donde nació el 11 de enero de 1993. Dos años después, emprendió un viaje a México con el fin de sumarse a los esfuerzos de conservación de esta especie en el Zoológico de Chapultepec.
Después de los 18 meses de su arribo a la CDMX, “Carlos” conoció a “Arica”, quien sería su pareja por el resto de su vida y con la que procreó 11 crías. Por todos los años en los que convivieron con el oso, personal de la Sedema y del Zoológico de Chapultepec lamentaron la muerte de “Carlos”.
“Los cuidadores de animales, biólogos, médicos veterinarios y el resto del personal lamentamos la pérdida de ‘Carlos’, a quien recordaremos como un gran embajador de su especie y de la fauna característica de nuestros países hermanos de Sudamérica”
Cabe mencionar que el oso de antifaz, también conocido como oso de anteojos u oso andino por su manchas particulares alrededor de los ojos, viene de la familia Ursidae que se distribuye en Sudamérica. Regularmente se encuentra en la región semi-tropical de los Andes, en altitudes de hasta 4 mil 700 metros sobre el nivel del mar.
La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza lo clasificó como una especie “vulnerable” debido a las afectaciones por la pérdida de su hábitat y las actividades humanas. Por lo anterior, se estima que su población se ha visto reducida en un 30% en las últimas décadas.
Regularmente, el pelaje de los osos antifaz es de color negro, pero puede variar desde café hasta rojizo. Como parte de sus peculiaridades, en su pecho y rostro tienen una coloración de tonalidad crema, la cual asemeja la forma de unos lentes. Todos los osos andinos la tienen y es como una especie de huella digital, es decir, cada marca es distinta.
De acuerdo con la organización World Wildlife Fund (WWF), los machos miden entre 1.5 y 2 metros y llegan a pesar hasta 180 kilogramos. Si bien se alimentan de frutas y plantas, son considerados omnívoros. Debido a su dieta y a sus largos recorridos (que pueden abarcar una extensión de más de 60 kilómetros cuadrados) ayudan a diseminar semillas, lo que ayuda en la perdurabilidad de los bosques.
De igual manera, esta especie es catalogada como en riesgo de extinción según la lista de la Convención Internacional de Especies Amenazadas de Flora y Fauna Silvestres (CITES), por lo que su comercio está prohibido. Sin embargo, sus garras y dientes pueden alcanzar precios muy elevados en el mercado ilegal.
La Academia Mexicana de Ciencias señala que entre 300 y 350 osos son sacrificados anualmente por la “falsa creencia en propiedades curativas de la ingestión de sangre, grasa y otros derivados”, aunque las cifras podrían ser mayores, apunta.
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