México es cuna de danzas ancestrales que durante siglos han sido un medio de expresión de la identidad de sus pobladores, en el cual se mezclan elementos festivos y rituales, así como sincretismos religiosos. Algunos de ellos han sido declarados Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).
Todas las danzas mexicanas son celebradas anualmente el 29 de abril. Esto como parte de una celebración a nivel mundial que fue propuesta en 1982 por el Comité Internacional de Danza, con el objetivo de festejar esta parte inherente de la cultura colectiva que refleja la historia de la sociedad.
Entre los bailes más emblemáticos del país se encuentran tanto piezas prehispánicas como novohispanas indígenas originarias de todas las latitudes, especialmente de la zona noreste y sur. Todas ellas siguen siendo interpretadas en la actualidad.
DANZA DE LOS VOLADORES
Es reconocida como una de las danzas indígenas más bellas e impresionantes, por ser exótica y trágica, debido a que los bailarines ponen en riesgo su vida durante el baile. Se trata de un ritual con más de mil 500 años de antigüedad, que representa una plegaria ante la sequía que los dioses impusieron como castigo a los hombres por olvidarlos.
Los jóvenes danzantes invocan los cuatros puntos cardinales que rigen al centro del universo y a los elementos fuego, tierra, agua y aire, para que la lluvia regrese. Para ello danzan colgados del tronco chicozapote o tsakáe kiwi.
Tradicionalmente el rito empieza antes del baile, con una ofrenda de flores blancas, copal, tabaco, aguardiente, veladoras y una gallina para ahuyentar al dios de la discordia, así como con la búsqueda del árbol. Los voladores cortan, arrastran y siembran nuevamente el chicozapote.
En 2009 la danza fue declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. Cabe mencionar que es una pieza interpretada también en otros países de América Latina tales como Guatemala.
DANZA DEL VENADO
Es un baile tradicional prehispánico del noreste de México, interpretado por indígenas yaquis y mayos. Es una representación de la vida y muerte del venado, un animal sagrado para las comunidades indígenas de la que es originario.
Durante la danza se representa la lucha entre el venado y sus depredadores, los coyotes, quienes son interpretados por bailarines conocidos como pascolas. Tradicionalmente el bailarín principal lleva un tocado de cabeza de venado disecado adornado con flores, además de que se prepara desde niño para interpretar al ser sagrado.
El venado danza ágilmente para esquivar las flechas de los pascolas y asesina a uno de ellos. El coyote asesinado reencarna en un cazador, que armado con una flecha, da muerte al mítico animal. Todo esto al ritmo de la flauta de carrizo y el tambor, que un ritmo lento y vacilante que después se vuelve rápido y firme.
DANZA DE PARACHICOS
Es una danza originaria de Chiapa de Corzo que surgió en el año 1711. Según la tradición oral, el baile surgió cuando Doña María de Angulo llegó a la población buscando a un curandero indígena para que curara a su hijo, a quien entretuvieron pobladores disfrazados mientras era bañado en aguas del Cumbujuyú.
Su peculiar nombre está relacionado con su origen. Es una deformación del término “para el chico”, utilizada para expresar que las personas que se disfrazaron bailaron para entretener al niño durante la curación.
Actualmente el elemento principal del disfraz es una máscara laqueada que representa a un español, con rasgos europeos: ojos azules o verdes y barba de candado. La careta se acompaña con un tocado hecho con ixtle, un sarape tipo saltillo, una chalina bordada y una sonaja.
El baile combina la tradición indígena con la católica, ya que es una ofrenda colectiva dedicada al Señor de Esquipulas (o de los Milagros), San Antonio Abad y San Sebastián Mártir, patronos de la comunidad. Cada año, entre el 8 y el 23 de enero, participan en la danza aproximadamente seis mil personas.
La pieza fue declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en 2010, como resultado del esfuerzo conjunto de la comunidad chiapaneca y el Instituto Nacional de Antropología e Historia, que trabajaron para obtener la candidatura y cumplir con los requisitos para obtener el título.
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