Sin duda alguna, uno de los centros religiosos más importantes de México, e incluso de Latinoamérica y el mundo, es la Basílica de Guadalupe, ubicada al norte de la Ciudad de México. Y es que este recinto que se ha convertido en todo un referente cultural y reliogioso en el país, recibe entre 17 y 20 millones de visitantes, lo que quiere decir que únicamente es superado por la Basílica de San Pedro, en el Vaticano.
El Cerro del Tepeyac, en donde se encuentra, tenía un carácter simbólico para los aztecas, pues en este lugar adoraban a Tonantzin, que en náhuatl significa “nuestra madre”, nombre de una diosa que agrupaba diferentes deidades femeninas de los mexicas, como Coatlicue, Cihuacóatl y Teteoinan. El paralelismo con el nombre de “nuestra señora” usado para la Virgen María en el catolicismo invita a pensar que se buscó esa simetría para la conversión de las culturas indígenas.
Fue un día como hoy, 27 de abril, pero de 1709, cuando se inauguró la Antigua Basílica de Guadalupe, donde permanecería la imagen de la Virgen durante casi tres siglos.
A lo largo de su historia, han sucedido diferentes acontecimientos que la han marcado, sin embargo, hay uno en especial que, cuando ocurrió, encendió las alarmas de la población.
La mañana del 14 de noviembre de 1921, un hombre colocó una bomba con dinamita que colocó dentro de un arreglo floral, y puso a los pies de la Virgen de Guadalupe, en la Antigua Basílica, con la intención de destruir la imagen original de la Guadalupana.
A las 10:30 de la mañana, aproximadamente, la bomba de dinamita estalló, dañando las gradas del altar y los candeleros de latón. El Cristo Crusificado de hierro y bronce, que tiene un peso de 34 kilos, el cual antecedía en el altar la imagen de la Virgen, cayó retorcido en el piso.
Sin embargo, la imagen de la Virgen de Guadalupe, que era el blanco de la bomba, no sufrió ningún daño, e incluso, se cuenta en el relato que conserva la Basílica, el vidrio que protegía la imagen también resistió el atentado. El cricifijo de metal recibió todo el impacto de la explosión y cayó hacia atrás, desfigurándose en su estructura.
Esto se tomó como un milagro, en el que el la figura metálica de Jesús protegió a su madre de la explosión, por lo que se le llama el Santo Cristo del Atentado.
La figura del Cristo de hierro y bronce quedó como testigo del atentado contra el símbolo más preciado de los mexicanos católicos, y de los destrozos que causó la bomba en el altar de mármol de la Antigua Basílica del Tepeyac. El Santo Cristo del Atentado se conserva actualmente en una vitrina de la Basílica de Guadalupe, y los asistentes pueden observarlo cuando asisten al lugar.
Al entrar por la puerta central de la Basílica de Guadalupe, y caminando a la derecha, a un costado de la pared, se puede observar la reliquia del Santo Cristo del Atentado, y ver la reseña del acontecimiento histórico.
Este atentado de 1921, ocurrió bajo el gobierno del presidente Álvaro Obregón, cuando desde el poder público iniciaba la persecución religiosa, que derivaría en el cierre de templos en 1926 y el inicio de la Guerra Cristera.
Momentos después de que el hombre pusiera las flores con la bomba, y esta estallara, los presentes comenzaron a buscar al responsable con la idea de lincharlo. Según testimonios periodísticos de la época, los testigos interrogados declararon que el autor del suceso, era un hombre de “de semblante descompuesto” que quiso salir rápido tras la explosión.
Sin embargo, un grupo de mujeres lo siguió y así pudieron decirle a las autoridades que era sospechoso del atentado, y que lo habían visto bajar la escalinata del templo. Luego se confirmaría que el detenido se llamaba Luciano Pérez y que era ferrocarrilero.
Los diarios de la época también refieren que las autoridades civiles y religiosas del Tepeyac habían recibido una llamada del presidente Álvaro Obregón, quien les ordenó evitar el linchamiento del presunto responsable. También hubo quienes responsabilizaron al presidente Obregón del acto contra el ayate de la imagen de la virgen, por su postura radical contra la iglesia.
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