Parte II
Las investigaciones y testimonios que sacaron a relucir que Heriberto Lazcano Lazcano, alias El Verdugo y/o Z-3, líder del cártel de Los Zetas, realizó donativos para la construcción de la Iglesia de Nuestra Señora de los Lagos, en Pachuca, Hidalgo, provocaron una encendida polémica sobre el poder del narcotráfico en México y sus supuestas vinculaciones con la Iglesia católica.
Entre la larga lista de hechos que confirman estos vínculos, encontramos el caso de la capilla de San Ignacio de Loyola en Tamazula, Durango —una pequeño poblado localizado en la región del Triángulo Dorado, conocido por la producción de droga—.
Construida de piedra, la capilla es uno de los lugares históricos más importantes de la región. Su nombre se debe al ex militar religioso español, Ignacio de Loyola. Fue construida por los jesuitas, quienes establecieron en Tamazula una comunidad.
Esta iglesia es conocida no solo por los actos religiosos que se han llevado acabo en ella, sino por las presuntas donaciones de los líderes del Cártel de Sinaloa. El sitio, que guarda la arquitectura de los siglos XVII y XVIII, contiene en su interior el sello de los más temibles narcotraficantes: Joaquín el Chapo Guzmán y Rafael Caro Quintero.
Una reconstrucción del sitio realizada por el periodista local Rodrigo Vera, detalla que en las bancas se puede leer inscripciones de sus benefactores. Una de ellas tiene el nombre de Sandra Ávila Beltrán, conocida en el mundo del hampa como La Reina del Pacífico.
En 2015, Ávila Beltrán quedó en libertad tras siete años de prisión. Su salida de una cárcel de Nayarit (en la costa del Pacífico de México) terminó con un periplo penitenciario que arrancó el 28 de febrero de 2007, cuando fue apresada junto a su pareja, Juan Diego Espinosa, alias El Tigre, al abandonar un restaurante de la Ciudad de México.
Fue 1997, cuando por primera vez Rafael Caro Quintero, El Jefe de Jefes fue denunciado por hacer donativos a la Iglesia. El eclesiástico Raúl Soto reveló que el líder del Cártel de Sinaloa fue benefactor para obras de caridad.
La declaración la realizó a tres periodistas regionales, quienes sufrieron un atentado por buscar más información sobre el caso: los golpearon y les rompieron las grabadoras que llevaban.
Las autoridades religiosas están consientes de que el narcotráfico se ha infiltrado en estamento religioso, incluso algunos sacerdotes han insinuado públicamente que el dinero sucio del narco se puede purificar cuando la persona tiene buena intención.
Religiosos radicados en zonas calientes del narcotráfico han advertido que es peligroso meterse con criminales, ya que cobran al doble los favores: “Te piden misas especiales y hasta que les guardes sus vehículos en tu estacionamiento”.
En los noventa, los hermanos Arellano Félix (fundadores del Cártel de Tijuana) fueron acusados de donar montos ingentes de dinero al entonces obispo de Tijuana, Baja California, Emilio Berlie, quien consiguió que los hermanos tuvieran una entrevista privada con el nuncio apostólico mexicano, Jerónimo Prigione.
Este clan es vinculado a uno de los casos más famosos que involucra al narco y la Iglesia católica: el asesinato del obispo Juan Posadas Ocampo, en 1993, en Guadalajara, Jalisco. El gobierno mexicano concluyó que la ejecución del religioso fue por una equivocación, pues los pistoleros del Cártel de Tijuana confundieron a Posadas con un capo rival.
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