Parte I
Los líderes del narcotráfico están convencidos que sólo dos personas son aptas para gobernar: ellos y el de “arriba”. No por casualidad han elegido al clérigo como intermediario en las negociaciones criminales.
En los últimos años, la Iglesia católica decidió emprender una peligrosa cruzada: poner paz en el infierno, aunque eso implique negociar con los delincuentes. Se han sentado con ellos o por separado, tratando de conciliar los diferentes intereses.
Con el tiempo, los narcos empiezan a percibir, también, algunas ventajas: borran y limpian estupendamente su imagen de asesinos a sueldo con millonarias donaciones.
Líder Zeta, el demonio que creían mesías
Heriberto Lazcano, el Lazca, Verdugo y/o Z-3 (Hidalgo, 1974-Coahuila, 2012) tenía mil y un rostros: uno por cada persona que lo miraba. Si se llamaba El Z-3 tenía el rostro de asesino. Si era Heriberto Lazcano Lazcano, uno de los 277 mil habitantes de Pachuca (Hidalgo), era un Robin Hood.
En la vida de este criminal, líder del cártel de Los Zetas, hubo mucha plata y mucho plomo. Plata como para fundar uno de los grupos criminales más sanguinario del país y plomo como para provocar miles de muertes de inocentes en su guerra abierta con otras organizaciones delictivas.
Aunque hay más piezas de plomo que plata en la trayectoria de Lazcano, su imagen fue tan poco proscrita que, hasta la fecha, en la ciudad de Pachuca se le sigue venerando, incluso ahí se encuentran la mayoría de sus obras de caridad.
En 2010, Lazcano construyó la Iglesia de Nuestra Señora de los Lagos, en la colonia Tezontle. En este santuario, de grandes ventanales y paredes anaranjadas, descansa una placa que rinde homenaje a su benefactor: “Centro de Evangelización Catequesis Juan Pablo II, donada por Heriberto Lazcano Lazcano”. Debajo, el Salmo 143 de la Biblia: “Señor, escucha mi oración, atiende mis plegarias, respóndeme, tú que eres fiel y justo”, se lee.
Cada año en las fiestas patronales de la Iglesia se escucha el corrido Los más buscados, popularizado por el grupo Invasores de Nuevo León y dedicado a los Zetas, además detallan flores colocadas en honor al líder criminal.
Al sur de Pachuca y a un kilómetro de la Iglesia de Nuestra Señora de los Lagos, Heriberto Lazcano construyó un lujoso sepulcro, pues de acuerdo con sus allegados, el hombre creía en el eterno descanso.
Quienes lo visitan en el Panteón Ejidal San Francisco aseguran que se trata de un mausoleo que destaca entre las demás fosas.
A nueve años de la muerte del Lazca en el estado de Coahuila (al norte de México), vecinos de la colonia Tezontle aseguran que las heridas abiertas por la guerra de Los Zetas, siguen sangrando al país, pero su posibilidad de cicatrizarlas están en la Iglesia católica.
Heriberto Lazcano conocido en el mundo del hampa como El Verdugo o Z-3 o, se enroló en el Ejército mexicano a los 17 años pero a los 24, después de no haber pasado de cabo, se unió al narcotráfico como gatillero del Cártel del Golfo, fundado por Osiel Cárdenas Guillén, quien reclutando a militares desertores de las Fuerzas Armadas de México formó a finales de los años noventa a su brazo armado, Los Zetas. En 2003, tras la detención de Cárdenas Guillén, el también llamado cártel de la última letra se independizó del Cártel del Golfo y comenzó una guerra contra otros grupos criminales rivales y contra las autoridades.
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