Para la Iglesia Católica, la manera obtener el perdón por los pecados siempre han sido los sacrificios, tales como las misas, la confesión, los ayunos o las penitencias de oración. Sin embargo, fue hasta el siglo XV que se logró afianzar la idea de que la mejor forma de conseguir ser perdonados era el castigo físico, debido a la popularización de la procesiones realizadas por las cofradías.
Fue en ese entonces que las procesiones penitentes se consolidaron y Semana Santa se convirtió en la época del año más importante para realizarlas. Se comenzaron a utilizar diversos instrumentos para cumplir con las penitencias que requerían causar dolor físico, entre ellas el cilicio y los látigos.
CILICIO
El cilicio es una faja de cadenillas con puntas que van ceñidas a la carne, para provocar dolor físico. Se comenzó a utilizar inicialmente en Sevilla, España, durante las procesiones organizadas por las cofradías y en México fue utilizado por la Hermandad de Cargadores de Nuestro Padre Jesús.
En territorio mexicano, la estopa utilizada por los españoles para fabricar el instrumento fue sustituido por el ixtle. Los fieles, quienes cumplían su penitencia mediante este método, previamente se confesaban y recibían la comunicación, y ya durante la procesión llevaban el rostro cubierto todo el tiempo con un capirote.
El capirote que es un sombrero con forma cónica, se popularizó en España en el siglo XVII y era utilizado en color rojo para evocar la sangre derramada por Cristo. En México, se fabrica con popelina o alguna tela similar que permita soportar el caluroso clima de la época.
Su origen se remonta a la Edad Media, etapa donde era utilizada por lo reos en la camina previa a su ajusticiamiento. Es por ello que se vincula fuertemente con la Santa Inquisición y reconocidos artistas la han retratado en sus obras, uno de ellos es Goya, quien plasmó en arte la vergüenza de los condenados que portaban el sombrero.
LÁTIGOS
Los látigos se empezaron a utilizar para la autoflagelación. La penitencia consiste en cargar una pesada cruz gran parte del trayecto y en los momentos de descanso hincarse, rezar y golpearse la parte posterior del cuerpo con el látigo, haciéndola sangrar.
Para cumplir con el castigo mediante esta herramienta los hombres deben tapar su rostro, además de llevar la espalda y el pecho descubiertos. Se trata de una representación de los azotes que recibió Jesucristo antes de ser crucificado y que ha sobrevivido sobre todo en América.
VARAS DE ZARZA
Además del cilicio y los látigos, desde la antigüedad las varas de zarza son utilizadas en Semana Santa por los encruzados, que son penitentes que cargan en su espalda atados de púas y espinas. La tradición de cargar estas varas en el país inició en 1598, según indican los registros más antiguos.
Actualmente, es una práctica que aún se lleva a cabo en Taxco, Guerrero. Es por ello que la procesión del Cristo del Santo Entierro que realizan los católicos de esta localidad ha ganado popularidad, al ser una muestra de solemnidad y dolor contenido por quienes cargan con el enorme peso todo el camino.
Hoy en día la presencia de los penitentes de sangre es mínima en comparación con época dorada de las “procesiones sangrientas” que se popularizaron en gran parte debido a que era un gran espectáculo que llamaba la atención de toda la sociedad.
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