Alejandra Cuevas aparece con un temple tranquilo. Si uno no conoce su historia, dificilmente creería que es una mujer de 69 años de edad que acaba de recuperar su libertad tras 528 días en prisión acusada de un delito que ni siquiera existe. Tal vez porque aún no termina de asimilar todo lo que le está pasando. O probablemente sea lo contrario y, como ella dice, se encuentra en estado zen, pasando la página. Eso sí, también como ella sostiene orgullosa, se ve entera; de rota no se le ve nada. Tampoco de vencida o de triste.
Ella y su madre Laura Morán (94 años) fueron acusadas por el actual fiscal General de la República, Alejandro Gertz Manero, de la muerte de su hermano Federico, pareja sentimental de la segunda mujer por casi 50 años. El delito en contra de ellas era homicidio por omisión de cuidados. A Alejandra –hasta ahora se supo– se le acusaba de “garante accesoria”, una figura legal que recién concluyó la propia Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) es inexistente.
Nunca hubo pruebas contudentes en contra de ninguna de las dos. Aún así, Alejandra estuvo encerrada en el penal de Santa Martha Acatitla desde finales de octubre de 2020. Hasta que después de que su caso estuvo rebotando entre tribunales capitalinos, y bailando entre amparos e irregularidades, la Corte lo tomó por el tinte social e incluso político que este tenía.
El pasado 28 de marzo, por unanimidad, los 11 ministros de la SCJN ordenaron la liberación inmediata de Alejandra Cuevas al considerar inexistente el delito por el que se le acusa. El máximo ógano de justicia indicó que sí hubo omisión de cuidados de la salud de Federico Gertz, pero también descartó alguna responsabilidad en eso de Laura Morán, mucho menos a su hija.
A unas 50 horas de su liberación, Alejandra Cuevas habló en entrevista con Infobae.
Pregunta. ¿Qué sientes al estar libre tras 528 días en prisión siendo inocente?
Respuesta. Tendrías que haber estado en Santa Martha para poder entender la emoción que se siente, porque muchísimas veces pensé que, como mi enemigo era tan poderoso, por más ganas y amor que tuvieran mis hijos no iba a haber manera de detenerlo. Desde el día uno que llegué a Santa Martha dije: “esto es el inframundo”. No puede exisitir algo peor que estar en la cárcel. La estadía ahí es muy complicada porque las autoridades quieren hacer que te la pases mal, esa es la realidad. Entonces ahorita que veo de nuevo el pasto, los árboles, la fuente y que tengo a los niños y a mi mamá conmigo, pues es una emoción realmente indescriptible. Ese es uno de los para qué estuve en la cárcel: para aprender a valorar hasta los detalles más pequeñitos.
P. ¿Y qué sentiste cuando te enteraste que estabas en la cárcel por un delito que ni siquiera existe?
R. Fue terrible porque sabíamos que (el delito) estaba fabricado, pero ahora digo “por qué nadie encontró antes que no existía”. O sea, si no existía, ¿cómo me estaban culpando de algo inexistente? Ni el primer abogado, ni el segundo, ni el tercero se dieron cuenta de eso. Tuvo que ser la Suprema Corte. Pero bueno, las cosas suceden por algo. Tal vez si hubieramos sabido desde un principio que era inexistente tampoco hubiera salido.
P. ¿La justicia mexicana está en deuda contigo?
R. No tengo duda; hay una gran deuda. Porque, ¿a mí quién me paga los cumpleaños de mis nietos; las navidades con mis hijos; las vivencias que yo me perdí en 528 días?... Pero así como yo, hay muchísimas inocentes pasando por lo mismo. Yo creo que la justicia está en deuda no nada más conmigo; está en deuda con muchísimas mujeres.
P. ¿Cuál fue la diferencia para que en tu caso se hiciera justicia a diferencia de muchos otros que no la han tenido?
R. La espuesta es muy sencilla: fue por mis hijos. No puedo decir que fueron los abogados, el Universo, la Virgen o Dios. A mí me sacó de ese hoyo la lucha que llevaron mis tres hijos en conjunto. ¿Cómo la hicieron? con los medios, los tuiteros, redes sociales... pero todo motivado por lo que mis hijos empezaron a hacer. Entonces ¿qué me saca a mí a diferencia de ellas? Tener tres hijos maravillosos que dieron la vida por mí. Porque sin el trabajo que hicieron esto nunca se hubiera dado, yo seguría en Santa Martha (el penal) hasta que el fiscal General de la República se muriera.
P. Las filtraciones lo dejaron claro...
R. Imagínate, (Gertz Manero) está diciendo que quiere quitar a Chumel (Torres) porque se expresa mal de las mujeres y que porque es muy grosero... ¿Y no dijo él “vieja pendeja”?
P. Estás buscando reunirte con el presidente López Obrador, ¿qué quieres decirle?
R. Para que escuche mi versión, para llevarle mi expediente y que él vea que no es mentira lo que estamos diciendo... aunque yo creo que ya lo sabe porque fue algo que votaron 11 ministros, por decisión unánime. Pero no hemos obtenido respuesta. No sé cómo comunicarme para hacer una cita con el presidente. Aunque desde Gobernación, por indicación de él, ya se comunicaron con nosotros.
P. Ahora que estás libre, ¿cuál sería tu mensaje para el fiscal Alejandro Gertz Manero?
R. Yo creo que yo estoy ahorita en un modo zen. En el modo de amor. Yo ahorita no tengo palabras para decirle absolutamente nada. Que sea su consciencia y que sea el karma lo que le juzguen. El daño para mí ya está hecho... ¿Cómo me lo pagan? el dolor de mis hijos, mis nietos, de mi mamá... ¿Qué le puedo decir? no me interesa decirle absolutamente nada, porque para mí él no es nada. Él quiso desbaratarme, quiso romperme el espíritu. Pero perdió.
P. La saña en este caso no fue directamente contra ti...
R. Eso no tengo la menor duda, ¿por qué yo fui garante? en todo caso mi mamá (pareja de Federico) que tenía 88 años en ese momento, si la orden de aprehensión hubiera sido en su contra, todo hubiera sido diferente, porque con esa edad no podían detenerla. Entonces dijo: “¿por qué no a la hijita? y véngase para acá”. A mí de qué me conocía... yo lo llegué a ver en las cosas familiares que mi mamá y Federico hacían, pero nunca fue mi amigo que yo me sentara y platicara con él. Nunca conversamos más de tres minutos. Sus propias hijas fueron más veces que yo a visitar a Federico.
P. Y después de todo esto, ¿qué sigue para ti?
R. Por ahora la reconstrucción de todos nosotros, porque nos aniquilaron. Somos como un rompecabezas que meten en una caja, la sacuden y avientan las piezas al suelo... y ahora toca volverlo a armar. También echar a andar la fundación que hicieron mis hijos para ver de qué manera sacamos a tantísimas mujeres que, como yo estuve, están ahorita ahí. Esa es nuestra misión de vida.
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