A lo largo de la historia de México ha habido diversos episodios, algunos gloriosos, y otros que nos han mostrado momentos de debilidad. Uno de estos último, sin duda alguna, fue el de la Conquista de México, por parte de españoles liderados por Hernán Cortés, quienes llegaron al territorio mexicano para llevarla a cabo en 1519.
Sin embargo, fueron varios los factores que ayudaron a que se concluyera este proceso de conquista, pues los españoles se aliaron a varios pueblos indígenas del territorio mexicanos que estaban bajo el yugo de los mexicas, prometiéndoles que los liberarían de ellos.
Además, otro de los factores importantes para la Conquista, sin duda alguna fue la de su armamento. Las armas de los españoles superaban a las que tenían los mexicas, que eran letales, pero más rudimentarias. Una de estas armas fue la pica larga. Estos instrumentos bélicos eran utilizados por la infantería. Se trataba de un arma de asta con una extensión de entre 3 y 5 metros con una cuchilla en el extremo. Estos eran instrumentos mucho más largos que las lanzas aztecas.
También, los españoles usaron otro tipo de armas llamadas alabardas, otra arma de asta que en la punta tenía un filo y una hoja transversal. Por su forma, los indígenas la llamaron “murciélagos”.
La primera arma de lanzamiento de proyectiles que trajeron los españoles fueron las ballestas. En un principio causó estragos, pero los indígenas aprendieron a protegerse de sus poderosos proyectiles con paveses. Aunque más potente, el inconveniente de la ballesta era su lentitud en comparación a las flechas indígenas. Para un funcionamiento óptimo se necesitaban varias personas. Además, apuntar a los indígenas en constante movimiento no era sencillo. Las armas de fuego ya habían aparecido en Europa en el siglo XIV, se desarrollaron en el siglo XV y en el XVI se empezaron a generalizar, lo cual produjo un cambio en la forma de guerrear en su conjunto.
Otra de las armas usadas por los españoles, era el arcabuz, un arma de fuego de corto alcance, unos 50 metros, pero muy potente en comparación con los proyectiles indígenas. Esta arma terminó por sustituir a la ballesta, ya que era más rápida, potente y exigía menos destreza.
Los arcabuces, no eran tan efectivos como temidos en el nuevo continente, debido a su peso y a las complicadas maniobras, a pesar de suponer un avance en manejabilidad respecto a la ballesta. Su uso suponía un tiempo excesivo para responder y defenderse en un territorio difícil. Los arcabuces eran armas de avancarga, esto es, que el proyectil y el propelente necesario para el disparo se cargaban por la boca del cañón.
También se utilizó el mosquete. Aunque no se utilizó en los primeros años de la conquista, supuso una mejora respecto al arcabuz. Su calibre era mayor, al igual que su peso, por lo que necesitaba una horquilla para apoyarlo y apuntar.
La artillería con cañones se empleó en diversas ocasiones. Por lo general, las crónicas los denominan tiros, sin especificar tamaños o la categoría. A pesar de su presencia, su uso no fue tan frecuente. El motivo no fue otro más que la dificultad del transporte por la espesa vegetación y los lagos y ríos. Esto acentuaba el riesgo de emboscada.
Las armaduras de hierro y acero con las que los españoles llegaron, eran las mismas que usaban en la península ibérica y Europa. Era un armamento propio de la época de los Reyes Católicos que ya habían usado en las guerras de Italia y la Guerra de Granada. Sin embargo, el sol y el calor húmedos no eran muy amigables dentro de estas especies de hornos de hierro. Los cascos de hierro quemaban las cabezas, y las láminas de hierro en los hombros de la armadura les produjeron heridas y quemaduras dolorosas.
Debido a esto, pronto aprendieron a cambiar estos hornos defensivos, por los vestidos ligeros y efectivos de los aztecas.
Los españoles también utilizaron animales como armas. Durante la conquista destacó el uso de perros y caballos. Se dice que estas bestias provocaron verdadero terror en los indígenas. Los nativos americanos que Cortés encontró, jamás habían visto caballos, y llegaron a pensar, que el jinete y el caballo formaban parte del mismo ser.
Los perros adiestrados, principalmente alanos, mastines y dogos, eran también muy temidos por los indígenas y muy efectivos en tareas como la de rastrear y detectar la presencia del enemigo o en guardar y proteger los campamentos.
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