Profirio Díaz es uno de los personajes más estudiados e intrigantes de la historia de México. No solo por ser uno de los presidentes más polémicos, sino por su vida dedicada a la guerra en el bando de los liberales en contra de Santa Anna, de los conservadores en la Guerra de Reforma y los franceses en la Segunda Intervención Francesa. Pero estas preferencias fueron obtenidas por una amistad.
El joven Díaz entabló una relación amistosa con un político oaxaqueño de inclinaciones liberales: Marcos Pérez, quien a través de él conoció a Benito Juárez. A Marcos, magistrado de la Corte de Justicia en Oaxaca, lo conoció al darle clases de latín a su hijo, quien de acuerdo a las memorias del ex presidente, no era muy brillante.
Pero este hecho hizo que Porfirio se inclinara y adoptara las ideas liberales que imperaban en el estado. Sin embargo, con la llegada de Antonio López de Santa Anna al poder, comenzó una persecución en contra de los liberales en todo el país.
Díaz en ese momento entregaba el correo con mensajes revolucionarios cifrados en clave a su amigo y mentor. Sin embargo, fueron detenidos algunas de las personas con las que mantenía esta correspondencia, lo que causó que descubrieran las cartas y encerraran en prisión a Marcos Pérez en octubre de 1853.
Fue retenido en un calabozo en lo más alto de un convento, atrás de una iglesia, en un sitio conocido como La Torrecilla. Ante este predicamento, Díaz decidió ayudarlo junto con su hermano menor, Félix Díaz.
El hermano menor era de una complexión más gruesa y deportiva pues “era muy afecto a todos los ejercicios atléticos y, como su constitución era robusta y muscular, y se había dedicado a la gimnasia, llegó a adquirir una gran fuerza física”, de acuerdo con las memorias de Porfirio.
Los dos hermanos habían improvisado una especie de gimnasio para entrenar y fortalecerse físicamente, por lo que, aprovechando sus fuerzas y agilidad física, al saber en donde habían apresado a Marcos Pérez, el joven Porfirio decidió ayudarlo a escapar.
“Subimos a cosa de la medianoche a la barda de la huerta, que tendría como 4 metros de altura”, escribió en sus memorias “y andando sobre ella llegamos a la azotea de la panadería del convento. A esa hora estaban trabajando los panaderos, y como esta gente acostumbraba cantar durante su trabajo, no era fácil que nos sintieran”.
De acuerdo con el autor del libro Porfirio Díaz: Su vida y su tiempo, Carlos Tello Díaz, iban vestidos de gris para que no fueran detectados y treparon por la barda para acercarse a la ventana de Marcos Pérez. Pero esta estaba abarrotada, por lo que solo pudieron mantener comunicación con él durante varios meses.
Se comunicaban por medio de mensajes escritos, pues Marcos le recomendó en una de sus visitas, fingiendo que oraba en latín, que era mejor así, pues no era seguro hablar.
Finalmente, a través de gestiones, Porfirio logró que amigos de Marcos lo trasladaran a una celda más accesible. En su nuevo lugar, Porfirio le comunicó por señas que recibiría una amnisitía. De este modo, terminó libre.
Ante la situación política en la nación, Porfirio Díaz dejó sus estudios para participar en la rebelión en contra de Santa Anna, quien fue proclamado presidente en 1853. Sus ideas liberales lo llevaron a unirse a la causa en contra de un gobierno conservador que arremetió en contra de los políticos y funcionarios liberales. Y marcó su vida de ahí en adelante.
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