Tenochtitlan: el papel de la mujer en la sociedad en la época prehispánica

El la gran ciudad que fungía como capital del imperio mexica, las mujeres realizaban diversas actividades, como administrar los bienes del hogar, realizar rituales hogareños y el arte culinario

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En la gran Tenochtitlan, la mujer desempeñaba diversos papeles. (Foto: Twitter@Cuauhtemoc_1521)
En la gran Tenochtitlan, la mujer desempeñaba diversos papeles. (Foto: Twitter@Cuauhtemoc_1521)

Este martes 8 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer. Este día esta, se conmemora la lucha de las féminas por su participación en la sociedad y su desarrollo íntegro como personas, en pie de igualdad con el hombre.

Las mujeres siempre han jugado un papel destacable en la sociedad, y esto no es nuevo. En la sociedad de la época prehispánica, cuando la gran ciudad de Tenochtitlan era la capital del imperio mexica, las mujeres jugaban diferentes roles muy importantes.

Y es que las mujeres tenían diversos deberes en la sociedad antes de la llegada de los españoles. Uno de los deberes que tenían las mujeres de alto rango en el interior de sus hogares, era realizar rituales de guerra para que sus maridos y los combatientes que iban a pelear salieran victoriosos.

Además, jugaban un papel importante como educadoras en instituciones de enseñanza, como en el calmécac o tepochcalli. Las mujeres en esta época jugaban un rol destacable, tanto en la cotidianidad, como en sucesos relevantes de la familia, pues eran administradoras de los bienes del hogar y dirigentes de rituales al interior del mismo.

La mujer en la gran Tenochtitlan, tenía la obligación, desde la infancia, de ser el centro de conciencia y equilibrio de la familia. Foto: INAH
La mujer en la gran Tenochtitlan, tenía la obligación, desde la infancia, de ser el centro de conciencia y equilibrio de la familia. Foto: INAH

Las mujeres complementaban las funciones que el hombre hacía al exterior de la comunidad, como la guerra, las conquistas, los rituales públicos, y el cobro de tributos. La mujer se encargaba de actividades internas, dentro del hogar, como los rituales hogareños, los códigos de comportamiento, el arte culinario, la administración de los bienes del hogar y el desarrollo económico de cada familia, al ser encargadas de la producción de textiles y diversos productos en el trueque.

El sector femenino en Tenochtitlan, tenía la obligación, desde la infancia, de ser el centro de conciencia y equilibrio de la familia, como lo refiere fray Bernardino de Sahagún en un fragmento de sus crónicas, en donde describe el nacimiento de una niña a quien la partera indica, frente a las demás mujeres de la comunidad, que deberá ser el corazón de su hogar, en referencia a que la mujer deberá ser equilibrio y soporte de su estirpe.

En el caso de las mujeres pillis, que eran aquellas que pertenecían al alto rango social tenochca, estas estaban destinadas a ser las futuras esposas de jefes guerreros, altos funcionarios y gobernantes mexicas, por lo que recibían dos tipos de educación: la práctica, utilizada para la vida cotidiana, y la ritual, que se desarrollaba en días o circunstancias específicas, y que a su vez, incluían el aspecto religioso.

Respecto a la educación ritual, las mujeres debían mantener limpios los hogares y hacer diariamente ofrendas con hule, copal y alimentos, que eran colocados en el altar que cada hogar tenía. También debían convocar y dirigir a los demás miembros de la familia a participar en su cuidado y en las oraciones cotidianas.

Las mujeres pertenecientes al pueblo, tenían una participación económica importante, pues intercambiaban, en el tianguis, productos elaborados o cosechados por ellas mismas, además de animales.
Las mujeres pertenecientes al pueblo, tenían una participación económica importante, pues intercambiaban, en el tianguis, productos elaborados o cosechados por ellas mismas, además de animales.

Un ejemplo de estas actividades eran los rituales realizados dentro de las casas de los guerreros o cobradores de tributos poco antes de que partieran. En estos, la esposa se ponía pintura facial con tizne y se vestía con ropas viejas y maltratadas, buscando que su apariencia fuera de tristeza y angustia. Se ofrecían cantos y oraciones a los dioses, pidiendo la bienaventuranza de los guerreros y triunfo en sus campañas.

Al regreso del hombre, la mujer realizaba otro ritual, en este caso de bienvenida, para agradecer a los dioses la victoria y el retorno de su esposo. Se ofrendaban guisos finos, con alimentos restringidos a la población común, se utilizaban ropas elegantes con tejidos delicados y diseños hechos con plumas, y en ocasiones se ofrecían algunos de los productos que el combatiente o recaudador de tributos traían de su expedición.

Por otro lado, la enseñanza práctica que recibían las mujeres pillis se orientaba a fines cotidianos, entre ellos, realizar tejidos e hilados finos, y tener una magnífica preparación culinaria, que abarcaba suculentas comidas preparadas con ingredientes exclusivos para personas de alto rango, como la carne de pelícano o el chocolate.

Se sabe que en el momento del nacimiento de las mujeres, el cordón umbilical era enterrado junto a la casa, a diferencia de los hombres, cuyo cordón era enterrado en el campo de batalla. Con esto quedaba sellado el destino del mundo doméstico para la mujer y el mundo público para el hombre.

Las mujeres también eran parteras, curanderas, astrólogas, las cuales eran muy respetadas y reconocidas dentro de la sociedad. REUTERS/Gustavo Graf
Las mujeres también eran parteras, curanderas, astrólogas, las cuales eran muy respetadas y reconocidas dentro de la sociedad. REUTERS/Gustavo Graf

Las mujeres pertenecientes al pueblo, tenían una participación económica importante, pues intercambiaban en el tianguis, productos elaborados o cosechados por ellas mismas, además de animales.

Otras actividades que desarrollaban las mujeres eran como parteras, curanderas, astrólogas, las cuales eran muy respetadas y reconocidas dentro de la sociedad.

Otra actividad respetada, con cierto prestigio y bien vista por la comunidad, era la prostitución, quizá uno de los primeros oficios que adoptó la mujer. Estas mujeres eran conocidas como ahuianime, también llamadas alegradoras, y eran pagadas por el Estado, y su función era acompañar a los guerreros en el frente de batallas a efecto de evitar que violaran a las mujeres de los pueblos conquistados, y aunque no se casaban mantenían una relación de respeto con el hombre, de tal manera que si eran víctimas de una ofensa, ésta se castigaba. Solamente las mujeres que se dedicaban a esta actividad usaban sandalias, las demás mujeres estaban descalzas. Por ello, los zapatos o cactlis eran una señal de las mujeres que ejercían la prostitución.

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