Fue en el año 1975 cuando la UNESCO declaró el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer, después de este hecho varios países decidieron agregar la fecha a su lista de conmemoraciones, sin embargo, este acontecimiento también se ha convertido en un día en el que se invita a toda la población a reflexionar sobre las diferentes y diversas luchas a las que las mujeres se han enfrentado durante siglos para reclamar sus derechos.
A pesar de que fue hasta mediados de los años 70 cuando se le dio importancia -al menos institucional- a las mujeres, las pugnas feministas llevan existiendo y persistiendo desde muchos siglos anteriores y México no ha sido la excepción.
Tal y como lo afirma la historiadora francesa Marylène Patou-Mathis, hablar de un único nacimiento del feminismo es ignorar todas aquellas luchas que no fueron documentadas, en las que las mujeres se han revelado a sus “superiores”. Según la especialista, se ha demostrado que desde la prehistoria ha existido una búsqueda por parte de las mujeres de emanciparse de los hombres, principalmente porque “en otras culturas, en otras tradiciones, era común que los hombres, gracias a su poder eliminaran a las mujeres”.
En siglo XVII nació Sor Juana Inés de la Cruz, considerada por muchas investigadoras como una de las primeras figuras del feminismo en México. Su incursión en un mundo dominado por hombres la llevó a construir reflexiones y poesías en torno a la situación a la que se enfrentaban las mujeres por el simple hecho de ser mujeres.
No obstante, las primeras organizaciones formales comenzaron hasta el siglo XIX. La historiadora Patricia Galeana explica que una aproximación a los orígenes del feminismo en México se encuentra en el año 1824 cuando un grupo de zacatecanas manifestó su interés en participar en la toma de decisiones políticas.
Sin embargo, fue hasta 1856 que “81 mujeres solicitaron al Congreso Constituyente el reconocimiento de sus derechos políticos, argumentando que la legislación vigente no exceptuaba de manera explícita el derecho de las mujeres al voto”. Uno de los aspectos que propiciaron la lucha feminista mexicana fue que la iglesia empezó a perder poder en la sociedad debido a las reformas liberales.
Este hecho le dio más libertad de pensamiento y acción a la comunidad femenina que empezaba a salir de la influencia religiosa que dictaba cómo y qué debía hacer y pensar una mujer. Un artículo de la UNAM detalla que “Valentín Gómez Farías, Benito Juárez y Sebastián Lerdo de Tejada, consideraron la necesidad de abrir instituciones laicas para la educación de las mujeres, donde recibirían una educación similar a la de los hombres”.
Esta situación marcó un cambio sustancial en la lucha femenina debido a que desde el momento en que la mujer “tuvo acceso a la educación universitaria empezaron a surgir, con mayor fuerza, las voces a favor de su liberación social y cultural”.
Posteriormente, en el gobierno de Porfirio Díaz surgió el primer periódico feminista llamado Violetas de Anáhuac, dirigido por la escritora mexicana Laureana Wright de Kleinhans. Aunque cabe destacar que la incursión de las mujeres en este ámbito había comenzado en 1873 con un proyecto escolar que se llamó Las hijas del Anáhuac.
La publicación se dio gracias a que en 1861 el entonces presidente Benito Juárez determinó que todas las mujeres debían tener la oportunidad de estudiar y fundó la Escuela de Artes y Oficios para Mujeres, una institución que terminó siendo un semillero de proyectos feministas.
Galeana indica que, al poco tiempo, un gran número de mujeres que aún no podían acceder a la educación empezaron a formar clubes políticos revolucionarios y se formaron los primeros movimientos sindicalistas como Las Saraperas en Puebla o Las Cigarreras en la Ciudad de México.
Las publicaciones de féminas comenzaron a hacerse cada vez más comunes. En 1901 apareció en Michoacán un periódico mensual titulado La mujer mexicana, y en Guanajuato, empezó a circular el diario Vésper, bajo la dirección de Juana Belén Gutiérrez. Además, en 1904 se gestó una de las primeras organizaciones feministas formales llamada la Sociedad Protectora de la Mujer presidida por María Sandoval y Laura Méndez.
También Laura Torres, Eulalia Guzmán, Hermila Galindo y Luz Vera fundaron la Sociedad Feminista Admiradoras de Juárez para difundir la importancia de la emancipación de la mujer. De igual manera, esta sociedad exigió en 1906 el derecho al voto femenino.
En medio de los conflictos de la Revolución Mexicana, el gobernador del estado de Yucatán, Salvador Alvarado, impulsó importantes cambios que beneficiaron al género femenino, pero uno de los hechos más destacados es que durante su mandato se organizó el Primer Congreso Feminista del 13 al 16 de enero de 1916 en la ciudad de Mérida.
El documento de la UNAM señala que “al Congreso feminista asistieron 617 delegadas. La ponencia más destacada fue la de Hermila Galindo, quien ya se había pronunciado desde 1906 en contra de las teorías de sumisión de la mujer y en pro de sus derechos jurídicos”.
Asimismo, argumentó que era necesaria la igualdad intelectual entre la mujer y el hombre y la educación sexual para las mujeres. A pesar de que en ese momento un gran número de personas se sumaron a la lucha de defensoras como Hermila, Elena Torres, Elvia Carrillo, Rosa Torre o Átala Apodaca, no lograron que la política masculina las tomara en serio, pues se argumentaba que “darle voto a la mujer es darle voto a la iglesia”.
No obstante, los movimientos integrados a mediados del siglo XIX y del XX marcaron el inicio oficial del feminismo en México, el cual cada vez se ha ido diversificando, nutriendo y fortaleciendo más.
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