Las mujeres en la historia, ya sea del arte, de la ciencia o la política de las naciones, son generalmente relegadas a segundo plano, en el mejor de los casos, pues hay quienes son olvidadas o ignoradas vilmente por las plumas encargadas de escribir los acontecimientos.
La historia de México no es excepción en ese caso. Ha destacado por ser injusta con las mujeres que han desarrollado un papel activo en los conflictos y acontecimientos importantes de la nación. A Margarita Maza no se le menciona mas que como esposa de Benito Juárez; Gertrudis Bocanegra, que sirvió como intermediaria de información en la Independencia, no es muy reconocida.
Y así muchos e innumerables casos. Pero entre ellas hay algunas que destacan no tanto por sus acciones, sino por los mitos y prejuicios que se alzaron alrededor de ellas. Tal es el caso de la Güera Rodríguez.
Mujer procedente de una familia poderosa del México colonial que destacó por encima de sus contemporáneos debido a su personalidad suelta y carismática, así como por su hermosura, que fue registrada por diferentes personalidades que la llamaban principalmente por su apodo y no por su nombre: María Ignacia Rodríguez.
Se casó a los 15 años con un militar con el que duró 11 años, quien era muy celoso. Sufrió maltratos de parte del esposo y una noche trató de dispararle a María Ignacia. El arma no funcionó y ella huyó para intentar separarse del militar quien contó chismes de una supuesta infidelidad. Estos chismes influyeron en la imagen de la joven que la siguieron el resto de su vida.
También mostró interés por los acontecimientos políticos que la rodeaban. En 1809 delató a unos supuestos “europeos” que querían envenenar al Virrey Francisco Javier de Lizana y Beaumont. Esta denuncia, según dicen, buscaba sembrar la desidia entre los peninsulares. El Virrey tachó esto de falso y la exilió en Querétaro durante dos meses bajo el pretexto de alterar el orden público y apoyar una posible célula autonomista.
De igual forma fue acusada, una vez revelada la conspiración del cura Miguel Hidalgo, de apoyar a los insurrectos por medio de apoyos económicos. Cuatro años después volvió a figurar en la intriga en una carta anónima culpándola de apoyar a los insurgentes con “500 pesos, piezas de paño para vestir las tropas, papel y otras cosas”, de acuerdo al artículo La Güera Rodríguez: la construcción de una leyenda, escrito por Silvia Marina Arrom.
Su importancia dentro del movimiento insurgente es, sin embargo, exagerada pues hay quienes dicen que fue importante para la consumación de la Independencia y que sin ella no se hubiera podido llevar a cabo; también que fue una mujer que sedujo a hombres poderosos de los dos bandos.
Se dijo, para perjudicar a Agustín de Iturbide, que la Güera era su amante además de ser ella quien en verdad dirigió la política del primer Imperio Mexicano, aunque esto no es más que un rumor. En realidad lo más verosímil de acuerdo con Marina Arrom, es que el Emperador tuviera una relación con la hija de Rodríguez.
También se cuenta que fue ella quien redactó o al menos que influyó en la formulación del Plan de Iguala y que a la entrada del Ejército Trigarante a la capital, Iturbide desvió a la comitiva para pasar frente a su casa, de acuerdo a Artemio de Valle-Arizpe, quien fue uno de los escritores en realzar su figura y su leyenda junto con Guillermo Prieto.
Esta relación tuvo su razón: Iturbide fue un amigo cercano de la familia de María Ignacia y además el primo del Emperador, Domingo Malo, fue administrador de las propiedades de Rodríguez. Posteriormente, una vez establecido el Imperio de Iturbide, varios de sus hijos e hijas desempeñaron puestos cercanos a los emperadores.
Durante la Guerra con los Estados Unidos, María Ignacia junto a su hija participó con otras 13 mujeres en los hospitales de sangre para los heridos por la guerra y llevaron a cabo un concierto para recaudar fondos en 1846. Murió en 1850.
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