La vida cotidiana en la época prehispánica estaba llena de misterios religiosos y culturales que siguen siendo interpretados por las y los expertos. Precisamente, el investigador Eduardo Matos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) informó que el interior de la estructura del Templo Mayor guarda más de un secreto.
Las declaraciones tuvieron lugar en el marco del 44 aniversario del hallazgo del monolito de Coyolxauhqui, donde el arqueólogo explicó que las diversas edificaciones del recinto sagrado se alineaban al “eje de la vida” y al “eje de la muerte”, definidos por los adoratorios de Tláloc y de Huitzilopochtli.
No obstante, también se detalló que en el Cuauhxicalco, un edificio circular decorado con esculturas de cabezas de serpientes, se realizaban honras fúnebres en honor a los tlatoanis o gobernantes mexicas. Cabe destacar que por el momento, esta es sólo una hipótesis sobre la que sigue trabajando Leonardo López Luján, investigador en culturas prehispánicas.
Respecto a los rituales asociados con estos lideres aztecas, un artículo de la Universidad Nacional Autónoma de Mexica (UNAM) menciona que en las ceremonias que se llevaban a cabo siempre se utilizaban diversos elementos simbólicos asociados a la ascendencia tlatoque, es decir, a los antepasados que habían gobernado Tenochtitlan.
Dentro de estos componentes predominaban “los rostros y los adornos capitales del dios de la lluvia, los símbolos convencionales del manantial, el remolino, la nube y la planta de maíz, además de imágenes que representan a la víctima sacrificial, la serpiente, la flor, el águila, el fuego y la diosa de la tierra”.
Asimismo, el recinto sagrado de México-Tenochtitlan era el hogar y el centro religioso de los gobernantes debido a que su posición estratégica lo situaba como el núcleo de la ciudad, “donde se encontraban las cuatro calzadas orientadas hacia los cuatro rumbos del universo”.
De acuerdo con la revista Arqueología Mexicana del INAH, cada vez que algún tlatoani llegaba al centro religioso, llamado originalmente huey teocalli, se le atendía, se le llenaba de lujos y se preparaba todo lo necesario para llevar a cabo las actividades rituales. Aunque no todo era “miel sobre hojuelas” ya que también “en su papel como cabeza de la sociedad los tlatoque tenían obligaciones que abarcaban prácticamente todos los ámbitos. Eran los encargados últimos de las campañas militares que daban el sustento al grupo gobernante y a la gente común de la gran Tenochtitlan”
Al salir del huey teocalli era común planear y revisar las estrategias militares, de igual forma, se acostumbraba programar una “junta” para que el tlatoani en turno se reuniera con su equipo y se asegurara que se estaban conduciendo adecuadamente “los asuntos públicos y de la impartición de justicia para velar por el bienestar de su pueblo”.
Cabe destacar que la construcción del Templo Mayor se llevó a cabo en siete fases y, según el historiador Michel Graulich, cada etapa tiene un elemento característico del gobernante en turno, por ejemplo, Itzcóatl decidió que se pusieran las escalinatas y en el caso de Moctezuma, decretó que se agregaran a las estructuras serpientes ondulantes.
Finalmente, otro de los secretos de este inmueble se encuentra en que múltiples hallazgos arqueológicos en otras zonas, específicamente en Tenayuca, han demostrado la conexión de la cosmovisión de los mexicas con la de otras culturas. El mismo documento de la UNAM aclara que los “motivos repetitivos que también están presentes en otros centros ceremoniales se encuentran armas como escudos, dardos, propulsores, discos solares, ornamentos de turquesa, divisas de papel plisado, banderas de papel, serpientes y atados de varas”.
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