Con la avanzada de las fuerzas revolucionarias maderistas, Porfirio Díaz se vio en la obligación de aceptar su derrota. La presidencia debía ser renovada a pesar de su obstinación por un nuevo personaje para poder calmar la furia de los mexicanos que no estaban a su favor. Por eso el 25 de mayo presentó su carta de renuncia.
La situación no fue sencilla para Díaz debido a que el día 24 de mayo una multitud enardecida se presentó frente a su domicilio en la calle de Cadena no. 8 (actualmente la calle de Venustiano Carranza) después de causar disturbios desde Palacio Nacional. Militares cercaron la calle e intentaron mantener a raya a los insurrectos. Sin embargo, para Díaz fue obvio que esto no sería posible hasta que abandonara la presidencia.
Tras la renuncia y temiendo que la situación del 24 se repitiese, se retiró de su hogar la madrugada del 26 con la ayuda de varios vehículos que lo llevaron junto con su familia, servidumbre y varios baúles hacia San Lázaro y de ahí pudiera partir a Veracruz escoltado por el general Victoriano Huerta.
Durante el trayecto en tren hubo un pequeño retraso debido a que una cuadrilla de bandoleros intentó hacerse del transporte. Sin embargo, fueron repelidos por Huerta y sus hombres sin mayor contratiempo. Fuera de eso, no hubo ningún otro problema que los retuviera. Una vez en Veracruz, se despidió de su escolta.
Al respecto, cuando Victoriano Huerta tomó las riendas del país, el escritor Federico Gamboa fue a visitar a Díaz en Francia. Cuando habló del militar con Díaz, escribió que “no le disgusta Huerta, en términos generales”.
Los renombrados huéspedes estuvieron durante 5 días en el puerto recibiendo todo tipo de visitas, hasta del mismo gobernador del estado, en la casa de Sir Weetman Pearson. En el puerto se presentaron varios miembros del gobierno del estado junto con militares que se despidieron del exmandatario con cariño y respeto.
Un millar de personas de diversas clases fueron al puerto para ver, aunque fuera de reojo, al viejo héroe de la Intervención Francesa, aquel que recuperó la Ciudad de México, el héroe de Puebla. El hombre que en algún momento se pronunció en contra de las reelecciones de sus antiguos camaradas Benito Juárez y Sebastián Lerdo de Tejada, a la que irónicamente terminó recurriendo para perpetuarse en el poder.
A las 5 y media de la tarde se dirigió a la escalinata del buque que lo llevaría hasta el continente europeo rodeado de una valla militar que le hizo los honores correspondientes.
El director de la compañía Hamburg Amerika Line a la cual pertenecía el barco contactó al presidente para ofrecerle ayuda en su partida del país dándole gratis el flete. De este modo abordó el buque Ypiranga con algunas personas de su sequito y se despidió de la concurrencia.
Pronunció un breve discurso en el que agradeció al pueblo de Veracruz por darle tan buen recibimiento: “Al retirarme guardo este recuerdo en lo más íntimo de mi corazón y no se apartará de él mientras yo viva”. Mientras abordaba el buque resonaron 21 cañonazos que se dispararon al aire desde el fuerte de San Juan de Ulúa. Posteriormente una banda militar tocó el himno nacional.
Subió al Ypiranga el 31 de mayo. El buque lo llevó rumbo al exilio pasando por La Habana, Vigo, Gijón, Santander, Plymouth y Le Havre, Francia, donde permaneció el resto de sus días sin poder dejar de pensar en el caos que se desató tras el recrudecimiento de la Revolución Mexicana.
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