“Mamá, no sé llegar a tu casa”, son las palabras que más recuerda Amaranta Guerrero de sus dos hijos de cinco y seis años, respectivamente, a los cuales no ha visto desde octubre de 2020 cuando el padre de los niños los alejó de su lado, pese a las denuncias que éste tiene en su contra por violencia familiar y sustracción de menores desde junio de 2019.
La violencia de género es uno de los lastres que siguen persistiendo en muchas sociedades, pues, aunque muchas mujeres se han organizado para impulsar cambios en las leyes o evidenciar actitudes machistas -que parecían cuestiones de la cotidianidad-, en realidad, los índices de agresiones contra las mujeres siguen en aumento en todo el país.
Hasta noviembre de 2021, de acuerdo a datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP), 3 mil 462 mujeres fueron asesinadas en México, un promedio de 10 homicidios por día; mientras que 922 fueron víctimas de feminicidio.
Esos son los dolorosos casos que son observables y pueden ser medibles, mismos que han comenzado a preocupar al interior de los Estados, pues no han disminuido y con la pandemia por COVID-19 se agravaron las cifras; sin embargo, existen otros tipos de violencia que son silenciosos y que generan heridas muy difíciles de cerrar, ya que se desconoce de los mismos, aunque hayan ocurrido en muchas generaciones.
Uno de estos tipos es la violencia vicaria, la cual es poco conocida en México y en América Latina en general bajo ese nombre; no obstante, en algunos países, como en España, está comenzando a ser tipificada, pues las secuelas que deja en las infancias, principalmente, son irreparables.
Amaranta Guerrero es víctima de este tipo de violencia, misma que la ha alejado de sus hijos, a quienes dejó de ver a finales del año antepasado cuando ellos tenían tres y cuatro años. A poco más de 17 meses de la última vez que los abrazó, ella sigue buscando saber el paradero de los infantes, puesto que su expareja se muda constantemente y solo le permite acceder a ellos por videollamada, las cuales cada vez se vuelven más cortas porque los niños ya no tienen una relación cotidiana con ella.
““No sé llegar a tu casa’, ‘¿Cuándo vienes por mí?’, era lo que me decían durante las primeras llamadas, los primeros meses. Poco a poco se han alejado, no sé qué les digan, pero ahora sólo me dicen ‘hola’ y cuelgan”
Este tipo de agresión es una de las formas más extremas que existe, pues, de acuerdo a la profesora del Instituto Tecnológico de Monterrey, Luisa Argelia Carrera Chávez, quien habló en exclusiva para Infobae México, puede ser entendida como “una forma en la que los hombres ejercen poder sobre las mujeres no directamente, sino a través de una tercera persona, con el objetivo de generar dolor y así seguir teniendo poder y control”.
La expareja de Amaranta -la cual pidió que no saliera el nombre de su agresor debido al proceso legal que enfrenta- utilizó esta forma de dominación sobre ella desde que ambos dieron dar por concluida su relación, pues de iniciar con amenazas sobre alejarla de los infantes o publicar información íntima, un día, sin más, los sustrajo, pese a la solicitud de las autoridades por regresarlos al hogar de su madre.
Incluso, levantó un acta en su contra, culpándola a ella de violencia familiar; no obstante, Guerrero explicó a Infobae México que ahora sabe que esta forma de actuar es un modus operandi en este tipo de agresores, utilizan denuncias y amparos para evitar que se den los juicios en su contra, para así tener más tiempo a los menores, evitando que éstos crezcan a lado de sus madres.
Asimismo, la académica Carrera Chávez mostró su preocupación ante este tipo de violencia, pues explicó que al no haber cifras oficiales, pese al intento de colectivas como el Frente Nacional Mujeres por recabar datos e intentar impulsar que sea reconocida y tipificada, se piensa que es inexistente y, al ser un término nuevo que nació en la Psicología en 2012, muchas autoridades creen que es un invento.
Pero la violencia vicaria es más que sustracción de menores, amenazas a familiares o generar dudas sobre las palabras de las madres, es un entramado de más tipos de violencia en la cual se incluye a la que ejerce el Estado, es decir, la revictimización durante el proceso de denuncia; la simbólica; psicológica; incluso, la económica.
Y justo todo ese entramado de violencia es lo que Amaranta ha enfrentado, pues su denuncia en contra del agresor no ha avanzado; los infantes fueron retirados del colegio al cual asistían y ahora toman clases desde el hogar, impidiendo que ella sepa sobre su proceso educativo; las direcciones que ha dado su expareja no son verídicas y éste está en constantes mudanzas.
Amaranta solo pide volver a ver a sus hijos, abrazarlos y desear que vuelvan a pasar los días con ellos, acompañarlos a la escuela y verlos crecer. No sabe cuánto tiempo seguirá sin tenerlos, pero quiere que sepan que ella sigue esperándolos en la Casa 7.
El caso de Guerrero es uno de los miles que hay en el país, por lo que colectivos de mujeres piden que la violencia vicaria sea reconocida como un factor de riesgo al interior de la sociedad, ya que el daño no solo es para las mujeres como madres, sino que deja secuelas irreparables en las familias, así como una enorme perdida económica al pagar constantes abogados y procedimientos jurídicos, debido a los amparos que utilizan los victimarios.
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