El 10 de febrero de 2002, Ramón Arellano Félix —quien desde 1997 estaba en la lista de los más diez más buscados por Estados Unidos— murió en un enfrentamiento con la policía en Sinaloa.
Ese día era domingo y las calles del puerto sinaloense estaban repletas. A bordo de un Volkswagen blanco tres individuos circulaban en sentido contrario a la multitud, llamando la atención de algunos agentes ministeriales.
Cuando los encararon, los uniformados fueron atacados a tiros y solo uno de ellos logró repeler la agresión y herir a dos de los agresores.
En la esquina de la calle Rodolfo T. Loaiza y Gaviotas, en la Zona Dorada de Mazatlán, quedaron los cuerpos de dos de esos hombres. Ambos estaban boca arriba y a la vista de toda la multitud. Al principio, se dijo que uno de ellos era Jorge López Pérez, un agente de la extinta Procuraduría General de la República (PGR), pues el cuerpo fue encontrado con esa identificación.
Después se supo que no era un agente, sino el líder del cártel de Tijuana, que siempre “se disfrazaba” de policía.
Los primeros en saber que Ramón había muerto fueron sus enemigos, Ismael “El Mayo” Zambada y Joaquín “El Chapo” Guzmán, quienes lo guiaron a su terruño para poder cazarlo con el “pitazo” de que Zambada estaría en el carnaval de Mazatlán.
La esquina en donde quedó el cuerpo de Ramón Arellano se convirtió en parada obligada de los famosos narcotours, visitados por familias y curiosos en tiempos de vacaciones y de carnaval.
Su asesinato es histórico porque Ramón y Benjamín debutaron en 2000 en la primera lista exclusiva de narcotraficantes extranjeros más buscados por Estados Unidos, que incluso los equiparó en peligrosidad con el terrorista Osama Bin Laden, líder de Al-Qaeda.
Por eso es una emblema “de la estrategia de decapitación, que es similar a la estrategia antiterrorista de Estados Unidos”, explicó a la agencia EFE el investigador Raúl Benítez Manaut, del Centro de Investigaciones sobre América del Norte (Cisan) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
“Esta estrategia no ha cambiado. Está diseñada por el Gobierno de Estados Unidos, la DEA (la agencia antidrogas), y está adaptada de la guerra antiterrorismo”, indica el experto en cuestiones de seguridad de México.
Un símbolo de violencia
El Cártel de Tijuana o de los Arellano Félix, fundado en los 80, se caracteriza por su violencia y el trasiego de drogas hacia San Diego, California, y hasta el oeste de Canadá, según la DEA.
“Su ley es la de la plata o el plomo”, declaró el entonces portavoz de la DEA, James Molesa, en febrero de 2002, días antes de la muerte de Ramón y la captura de Benjamín.
Aunque ni siquiera es un cártel regional, era clave porque junto al Cártel de Juárez controlaba el paso fronterizo de la droga de México a Estados Unidos, detalla Benítez Manaut.
Los Arellano Félix construyeron túneles que cruzaban la frontera y corrompieron a autoridades mexicanas e incluso a algunas de Estados Unidos, afirma el investigador.
“El cártel fue importante en su época de esplendor. Ahora hay otra vez herederos de ese cártel generando gran violencia en Tijuana, otra vez se está volviendo a la gran violencia similar a la que hubo en los años 2008 y 2009″, indica el experto.
Ícono de los capos y la narcocultura
Ramón Arellano Félix también representa la idea de mafia y capos de la droga que Estados Unidos promovió, según Santander.
“La concepción de cárteles surge a partir de la idea de mafia. Desde Estados Unidos se crea la idea de que existe mafia, basada en el concepto de la mafia italiana”, expone el especialista.
De hecho, era conocida su rivalidad con los otros máximos capos de la época, Joaquín El Chapo Guzmán e Israel El Mayo Zambada, líderes del Cártel de Sinaloa.
Incluso, el Chapo “disfrutó la muerte” de Ramón y siente que “si algo le dio gusto, fue haberlo matado”, ya que se adjudica haberle tendido la trampa en Sinaloa, según reveló en noviembre de 2018 Jesús Zambada García, alias El Rey, primer gran testigo de Washington en el caso contra Guzmán.
Otro símbolo de su vigencia es que Bad Bunny interpreta al personaje de Arturo “Kitty” Paez, un miembro de los “Narco Juniors”, pandilla de Ramón Arellano Félix, en la tercera temporada de la serie “Narcos: México” de Netflix.
Ramón “es de las mayores figuras en cuanto a la narcocultura”, observa el historiador Santander, ya que además de esta relación con los “Narco Juniors” cambió la imagen del “típico pistolero”.
“Abiertamente muestra esta relación entre el éxito económico y el criminal. Ya no era este narcotraficante que se ocultaba de alguna forma, que no quería generar una presión de la política. Los Arellano Félix se destapan como para decir ‘somos empresarios exitosos”, concluye.
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