México es reconocido a nivel mundial por su comida y platillos extravagantes. Cosas como la birria, que estuvo a finales del año 2021 entre la comida más buscada a nivel mundial de acuerdo con Google Trends, el mole, los tacos, sus caldos, los sopes, las gorditas, los tamales... bueno, la lista continúa y el estómago solo piensa en agasajarse.
¿Pero qué es un buen plato de comida sin una buena historia? Un gran platillo va acompañado de una gran historia pues la combinación de alimentos no es creado por generación espontanea. Requieren de un proceso largo o bien de un arranque de inspiración por parte de las personas.
Tal es el famoso caso de la leyenda del mole poblano en el que una monja dio a comer a un fraile un menjurje en el que combinó por accidente varios ingredientes mientras intentaba guardarlos; el de los tacos de carnitas, que surgieron por la falta de pan para acompañar la carne de cerdo, que es más o menos el mismo caso con las quesadillas, entre otras.
Del mismo modo pasa con el famoso caldo tlalpeño. Este es un estilo de pozole famoso en la Ciudad de México y está compuesto por varias piezas de pollo, calabazas, aguacate, zanahorias, dientes de ajo, cebolla, xoconostle y chipotle seco, con una que otra variación dependiendo del lugar en el que se prepare pues también puede llevar arroz, garbanzos, ejotes y cilantro.
De acuerdo con la leyenda que se construyó alrededor del caldo, cuentan que viene de la alcaldía de Tlalpan (por eso el nombre) y que fue creado en las primeras décadas del siglo XX en un puesto cercano a la estación de tranvías. La encargada del lugar que se encontraba en la actual calzada de Tlalpan le dio el toque especial al caldo de pollo agregándole queso y chipotle.
La otra versión, mucho más difundida, es aquella relacionada con uno de los presidentes más polémicos de la historia de México. Así es: Antonio López de Santa Anna, su “Alteza Serenísima”, el once veces presidente de la República, el traidor, entre otros epítetos que se les ocurran. Y de hecho mucho tiene que ver con la desenfrenada vida que llevó llena de lujos y excentricidades.
Santa Anna fue a celebrar, en una de sus visitas a la capital, las fiestas patronales del pueblo de San Agustín de las Cuevas, pues Tlalpan era en ese entonces un pueblo que además no llevaba el nombre de Tlalpan. La juerga estuvo llena de alcohol y comida que duró varios días. Con el cuerpo agotado, y la cabeza dañada por la resaca, pidió a su cocinera algo que pudiera ayudarlo.
La cocinera juntó los ingredientes que caracterizaban al caldo y además añadió chile chipotle a la ecuación, que aparte de ayudar a espabilar al presidente, nos dio un platillo para la posteridad.
Además de su incierto origen, existe la discusión acerca de su lugar de nacimiento, pues si bien unos lo atribuyen a la capital, otros lo identifican en estados como Jalisco y Veracruz. Incluso hay quienes ubican a Santa Anna con la cruda en su natal Veracruz en lugar de la Ciudad de México, lo cual tiene sentido considerando que el estado estuvo lleno de fiestas durante los años que gobernó Santa Anna.
Pero a pesar de tanta incertidumbre en nuestras vidas, siempre podremos contar con el caldo tlalpeño que sin importar su origen podemos degustar, pues es un platillo de fácil preparación que nos salvará de cualquier crud... de cualquier deseo de saciar nuestro apetito, por supuesto.
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