Febrero es el mes del amor y la amistad, con él suelen recordarse muchas formas de interacción humana, mismas que sirven para realizar toda una celebración alrededor de un sentimiento. En este contexto, aunque no el único, es que muchas personas han empezado a cuestionar qué tan lejana está la escena ficticia contenida en películas, libros y música sobre una relación afectiva entre humanos y robots.
De acuerdo con el fundador y titular del Laboratorio de Biorobótica en la Facultad de Ingeniería (FI) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Jesús Savage Carmona, para que este tipo de acercamiento ocurra se requiere que los sistemas de las máquinas evolucionen y se hagan más complejos, a fin de que sean entes “conscientes o semiconscientes”.
“Sólo podremos considerar este acercamiento cuando tengamos y definamos cómo ‘llevar’ esa ‘conciencia’ y qué sitio cerebral se activa para indicar que un ente es ‘consciente’; creo que lo vamos a hacer, no quiero predecir, pero puede llevar 30 años, 100 años, no lo sé”
Para poder alcanzar el objetivo de llevar a los robots hacia otro nivel, el académico de la Facultad de Ingeniería explicó que se debe definir qué es el afecto, ya que de eso partirá el programar a la máquina para que ésta pueda decir “me quiere”, puesto que “se posibilita a través de la ciencia para poder simular eso”.
Una vez que se den esos pasos necesarios, explicó que se podría lograr que el robot responda, mire y considere la posibilidad de manifestar una emoción a ver al ser amado; sin embargo, destacó que se debe dejar claro que dicha emoción sería totalmente artificial, aunque se dé una apariencia realista, pero no representa lo indicativo a la forma natural: “es mentira eso que te muestra”.
Savage Carmona, especialista en robots móviles y agentes inteligentes, destacó lo anterior a propósito de las versiones difundidas en el mundo sobre parejas “establecidas” entre humanos y autómatas en el continente asiático.
“Desafortunadamente se ha extrapolado la información sobre lo que ocurre, ha habido casos de robots como ‘Sofía’ que hasta le fue otorgada la nacionalidad en Arabia Saudita, incluso cuenta con pasaporte para viajar, pero en realidad la robot no tiene conciencia, es un autómata, que aun con cierta autonomía, alguien controla”, refirió el docente de la UNAM.
Lo anterior, explicó, puede atribuirse a que en las culturas orientales, específicamente en Japón, hay una creencia de que los objetos tienen alma, es decir, como una lámpara, por ejemplo. Aunque sea a un nivel comercial y minúsculo, ahí estuvieron hace unos años los denominados Tamagotchis o mascotas virtuales.
Asimismo, replicó que existe una cierta familiaridad atribuida a los objetos, aunque no de manera generalizada, situación que puede ser corroborada con los asistentes virtuales inteligentes como Alexa, Siri o el ayudante de Google. Máquinas a las cuales las personas les comienza a tomar afecto, incluso les hablan con cierta entonación.
Ante tales comportamientos, el experto universitario explicó que son el afecto y la interacción humana posiblemente “lo que realmente se está perdiendo”, especialmente tras el confinamiento por la pandemia por COVID-19.
“Por supuesto, en un principio se había pensado que los robots iban a sustituir completamente a los humanos, pero nos hemos dado cuenta que eso no va a suceder como tal, sino más bien lo que se espera en el futuro cercano es que sea una relación simbiótica, donde tanto los robots como los humanos colaboren”
Finalmente, aunque aún no se ha avanzado hacia las relaciones afectivas, destacó que el uso de robots industriales en las fábricas del mundo se ha acelerado a un ritmo considerable. De acuerdo con el reciente informe de la Federación Internacional de Robótica, del pasado 14 de diciembre, el promedio de densidad a nivel mundial en las manufactureras es de 126 por cada 10 mil empleados.
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