Los bandidos y ladrones han estado presentes en la historia de cualquier país. La mayoría se destaca ya sea por su ingenio, por su malicia, por sus extravagancias o por su fiereza a la hora de enfrentarse contra cualquiera.
Las leyendas de este tipo de personajes perduran más que ellos mismos.
A diferencia de Chucho el Roto, el Tigre de Santa Julia, cuyo nombre era José de Jesús Negrete Medina, se le conoció por su violencia a la hora de cometer sus fechorías. Pero fue igual de venerado, tal vez no por caballero o por bien vestido como el otro, pero sí por un motivo parecido al de Jesús Arriaga: las fugas.
Jesús Negrete nació en Cuerámaro, Guanajuato en 1874. Su padre era un agente rural, fuerza del gobierno encargada de la seguridad en caminos, pueblos y haciendas, aunque durante el Porfiriato cobraron popularidad por su violencia y función represiva. Negrete, sin embargo buscó mayor reconocimiento por lo que se enroló en el ejército, pero no pudo llegar a sargento por su analfabetismo, según algunas fuentes.
Fue eso o que robó el cuartel de Tacubaya lo que le valió su expulsión en 1904. Ya fuese expulsión o deserción, Negrete salió de la vida militar.
Se trasladó a la Ciudad de México al barrio de Santa Julia en la colonia Anáhuac y comenzó su vida delincuencial. Primero asaltó la Hacienda de Aragón junto con otros hombres pero fueron atrapados y encerrados en la Cárcel de Belén. Tras este hecho le dieron el apodo de Tigre de Santa Julia, pues escapó asesinando a dos guardias en 1905.
Después robó el edificio de correos y el parque de artillería de una gendarmería. Además, asesinó a varios hombres entre los cuales se encontraba un gendarme de policía. Rápidamente comenzaron los diarios a destacar su historia exagerando sus atributos o sus faltas, así como las composiciones de corridos populares en los que se narraban sus asesinatos y sus fugas.
Él destacó gracias a su personalidad, por ser mujeriego (puesto que se dice que incluso formó una banda exclusivamente de mujeres) y conquistador así como su hombría. Pero llegaría a su fin, irónicamente, a manos de sus allegadas.
Los celos inundaron los últimos días del Tigre pues las mujeres que componían su cuadrilla comenzaron a luchar entre sí hasta que un grupo de ellas aceptó un soborno para entregarlo. Para qué pelear si podían entregar al verdadero culpable del conflicto interno. Se organizó una comida para recibirlo en casa de Guadalupe Guerrero, su amante.
El Tigre asistió y la casa fue rodeada por policías. Sin embargo, el bandido escapó de la vivienda antes de que pudieran aprehenderlo. Buscando alrededor encontraron y detuvieron a Negrete defecando por la terrible diarrea causada por la comida. De aquí nació la famosa frase de “Que no te agarren como al Tigre de Santa Julia”.
Sin embargo, son dos las versiones que se cuentan: en uno, varias mujeres de su otra banda decidieron entregarlo por celos, como se describió arriba; en la otra fue por una alianza entre el jefe de la policía con Guadalupe Guerrero.
En la cárcel interpuso varios amparos para salir libre, pero fueron infructuosos. Fue condenado a muerte. La noche antes de ser fusilado se le prestó por parte del alcaide un traje de charro y un sombrero, pues quería ser fusilado con un traje negro.
Alegre por la indumentaria, brindó con un poco de coñac. Dos padres que lo acompañaron le exhortaron que se confesara pero no lo hizo. A la mañana siguiente fue pasado por las armas en la cárcel de Belén a las 6:27 de la mañana un 22 de diciembre.
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