En la época prehispánica, cuando los españoles, liderados por Hernán Cortés, llegaron a México, y más específicamente a la ciudad de Tenochtitlan, en donde se desarrolló una de las culturas mesoamericanas más importantes, la de los mexicas, dicha ciudad era gobernada por el emperador o tlatoani Moctezuma Xocoyotzin, quien era el hombre más importante que había en ese momento en el imperio.
La importancia del tlatoani era tal, que nadie podía verlo a los ojos, pues se consideraba una falta de respeto. Moctezuma y Cortés se encontraron por primera vez en lo que ahora es la esquina de la calle Pino Suárez y República del Salvador, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, en donde se encuentra el Hospital de Jesús, en donde, hasta la fecha, descansan los restos de Cortés. Incluso, actualmente se puede ver una imagen en esa esquina que representa el encuentro entre el gobernante mexica y el conquistador español.
Al rededor de la figura de Moctezuma hay muchos mitos. Aunque no se sabe específicamente su forma de muerte, se dice que murió apedreado por el propio pueblo mexica, una ocasión que salió del Palacio de Axayácatl a tratar de calmar a la multitud, pues se manifestaban en contra de los españoles. Moctezuma trato de hablarles y calmarlos por orden de los conquistadores, sin embargo, el pueblo enfurecido aventó piedras contra él, y una de ellas le dio en la cabeza, provocándole la muerte.
Actualmente, en el Museo del Hombre, de París, en Francia, dentro del armario cuatro, puerta cuatro, estante tres, se encuentra la pieza 1243, el cual corresponde a un cráneo, que está etiquetado como la Calavera del emperador Moctezuma. Este fue enviado desde México por un hombre llamado Augustin Ghiesbrecht, el 28 de abril de 1854.
La pieza fue exhibida en dicho museo por cerca de 40 años como una reliquia de altísimo valor histórico, sin embargo, en 1891, fue retirada por las dudas que había sobre la veracidad de la pieza.
Este cráneo fue encontrado en el estado de Chiapas, al sureste mexicano, por el médico belga Augustin Ghiesbrecht, quien después de analizarlo, notó una gran contusión en la cabeza, por lo que asumió que se trataba del cráneo del emperador mexica Moctezuma. Por esto, decidió llevarlo a su país como pieza documental de mayor importancia.
Sin embargo, como ya se comentó, la muerte de Moctezuma es uno de los grandes misterios de la historia de México, pues poco se sabe de cómo fue en realidad su muerte, y mucho menos se sabe sobre qué sucedió con su cuerpo. Aún así hay algunos documentos, investigaciones y consensos históricos que dan, a medias, una respuesta clara.
Según el Códice Florentino, Moctezuma murió por la pedrada en la cabeza arrojada por sus propios súbditos. Luego de esto, el cuerpo fue arrojado a un río, y posteriormente, fue llevado a incinerar conforme a los rituales mortuorios.
Resultó que, a pesar de no contar con evidencias de que ese era el cráneo del emperador mexica, se decidió exhibirlo como bueno en el Museo del Hombre de París, por casi 40 años. Fue así hasta 1891, cuando el antropólogo Henry Hamy decidió analizar el cráneo más de cerca, y notó que en este había rastros de regeneración y cicatrización del hueso, lo que mostraba que el dueño de esta pieza ósea había sobrevivido a la herida, y que incluso, en un análisis más cercano, con técnicas forenses había la posibilidad de que ese hueco en el cráneo, hubiera sido causado por una trepanación, que era una técnica médica común en América.
Con todas estas pruebas, se llegó a la conclusión de que era imposible que el cráneo hubiera pertenecido al emperador Moctezuma.
Esto ocurrió en la segunda mitad del siglo XIX, en una ideología política que justificaba gran parte de las acciones de las naciones europeas, o sea, el colonialismo. Y es que en el siglo XIX las potencias europeas se encontraban en pleno proceso de expansión mundial, por lo que tener este tipo de tesoros servía como símbolo de superioridad ante las demás naciones. Además, obtener este tipo de reliquias, servía como símbolo para que las civilizaciones que se consideraban a sí mismas más avanzadas mostraban su poder ante lo que ellos consideraban civilizaciones menos desarrolladas. Fue por esto que se justificó la exhibición de dicho objeto sin tener sustento alguno de que su origen fuera verídico.
A pesar de que se ha demostrado que el cráneo no perteneció al tlatoani, éste sigue en resguardo del Museo del Hombre de París, casi como una antigüedad anecdótica.
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