Después de un proceso de restauración de 10 años vuelve a ser exhibida la escultura del Huehuetéotl, una de las deidades más antiguas del panteón mesoamericano, en el Museo Nacional de Antropología del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
La intervención de la escultura se llevó a cabo con la iniciativa del INAH, auspiciada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y financiada por el Bank of America en las que se sometieron otras emblemáticas piezas a un proceso de reintegración mínima y limpieza, de acuerdo con el comunicado del gobierno.
Es una de las esculturas más representativas del dios viejo del fuego pues es de tamaño natural y es de las más detalladas. La deidad es representada como un anciano encorvado, cuyos brazos y manos reposan sobre sus piernas en posición de loto. Esta pieza fue la que más tardó en el procedimiento pues debió someterse a un estudio e intervención multidisciplinarios.
De acuerdo con el comunicado de la Secretaría de Cultura el Huehuetéotl de Cerro de las Mesas “se restauró con el objetivo de dotarlo de una estructura interna estable y presentarlo en su posición correcta” pero se dejaron visibles las uniones de los fragmentos para que contara su propia historia, pues la escultura fue partida para ser enterrada.
Fue descubierta hace 80 años en la cuenca baja del río Papaloapan, durante las excavaciones comandadas por el arqueólogo Matthew Williams Stirling. Fue encontrada en tres partes: primero fueron los brazos y piernas en un recipiente circular; debajo de estos el torso que contenía los restos óseos de un infante, y por último la cabeza a unos cuantos metros de distancia, por lo que creyeron que era de una obra distinta y no parte de las otras dos.
La escultura fue quebrada de forma deliberada para ser enterrada como parte de un ritual. En las primeras interpretaciones de los arqueólogos se creía que era una representación femenina que iba colocada en el recipiente circular como una especie de trono, de acuerdo con Sergio González García, coordinador del proyecto de restauración.
En 1950, cuando finalizó el primer periodo de restauración, Alfonso Caso fue quien identificó la escultura como Huehuetéotl o Xiuhtecuhtli. De igual forma determinó que el supuesto trono era en realidad un bracero esencial en la representación del dios.
Pero esta primera intervención causó que los reforzamientos de cemento externos e internos aumentaran su peso; de igual forma hubo errores en las uniones de los miembros y problemas estructurales causados por el envejecimiento de los materiales detectados en un dictamen hecho en 2010.
También causaron problemas en la integridad de la pieza por los numerosos traslados a exposiciones dentro y fuera del país al formar parte de la exposición Teotihuacan: Ciudad de dioses, presentada hace diez años en París, Zurich, Berlín, Roma, Barcelona y Madrid.
En 2019 comenzó la intervención para retirar los excesos de la primera restauración así como corregir los desfases en las uniones y la colocación de una nueva estructura interna para reducir el peso de 74.3 kilogramos a 44 kilogramos.
Al no existir puntos de unión entre la cabeza y el torso fue necesario diseñar un sistema especial que la mantuviera en su posición mientras se aplicaban las pastas estructurales. Se reforzó el torso con mallas de fibra de vidrio adheridas con resinas sintéticas y se procuró que la estructura de los brazos fuera continua a través de la espalda.
Estas intervenciones fueron llevadas a cabo por el equipo de restauración compuesto por Damaris Aguilar Jiménez, Karla Valeria Hernández Ascencio, Felipe Coraza Arguijo (q.e.p.d.), Alfredo Ortega Ordaz y Ricardo Ángeles Reyes.
La escultura que figura como pieza del mes para arrancar este 2022 fue restaurada junto con otras 12 del acervo del museo en las que se encuentran la Coatlicue, diosa mexica de la tierra, las cabezas colosales olmecas, el Chac Mool de Chichén Itzá, el Dintel 26 de Yaxchilán, así como el Guerrero Coyote y los atlantes de la Sala Tolteca.
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