Quien en Ciudad de México busca en estos días hacerse una prueba para saber si está contagiado de COVID-19, tiene que contar con (al menos) tres elementos esenciales: tiempo, recursos y (mucha) paciencia. Quizás un poco de suerte marca la diferencia en la búsqueda. Todo gracias a la nueva variante Omicrón. Al ser más contagiosa que las anteriores versiones del SARS-CoV-2 ha disparado la cifra de contagios a nivel nacional en lo que va del año. Se ha apuntado ya varios récords de casos positivos reportados a diaro, rebasando la cifra de los 50 mil. México es uno de los países que menos pruebas hace. Así, conseguir el testeo se convirtió ya en una auténtica odisea.
A lo largo y ancho de la ciudad se han instalado cada vez más los llamados “macro quioscos” con los que el gobierno de Claudia Sheinbaum busca cubrir la urgente demanda de las pruebas. También la misma alcaldesa había dado a conocer en días recientes que se adquirirían cientos de miles más para agilizar las largas filas que se observan por todos lados.
Varios residentes de la CDMX compartieron con Infobae el peregrinaje que pasaron para conseguir su testeo. La suerte (cabe insistir) marcó la diferencia entre los relatos.
Una de estas personas consiguió hacerse la prueba en el Centro de Salud T-III Minas de Cristo, uno de los lugares en los que no tiene costo. Claro, monetariamente hablando, ya que para lograr conseguir una ficha tuvo que llegar desde las 6:30 de la mañana. Casi dos horas después les repartieron turno. El suyo fue el número 93. Después de hacer dos filas más (finalmente) le tomaron la muestra. Era medio día cuando logró salir de ahí con resultado negativo. Y “aún había gente formada hasta con la ficha número 400″, remató.
Para aquellos que buscan una prueba lo más pronto posible, los puestos montados por las autoridades capitalinas simplemente quedan descartados ya que, al ser gratuitos, en todo momento lucen abarrotados, intensificando incluso el riesgo de contagio.
Entonces hay quienes directamente buscan espacio en farmacias y laboratorios. Pero no por cobrar la prueba significa que no están saturados. Por ejemplo el supermercado Waltmart, uno de los lugares que manejan precios más económicos para las pruebas de Antígenos. Unos 200 pesos (alrededor de 10 dólares). En la sucursal de Buenavista la fila empieza desde antes de las 7 am y solo realizan 60 pruebas al día.
“En estos días parece que es más fácil conseguir el santo grial”, dijo otra residente de la ciudad, quien tardó dos días en encontrar un lugar en el que le hicieran la prueba. “Las farmacias estaban llenas a tope y no sabían si las pruebas se iba a terminar antes de que tocara mi turno”, contó. Fue hasta que, gracias a la casualidad, pasó por un parque donde tomaban las muestras; se formó, le hicieron la prueba y obtuvo su resultado. Pero al mero estilo de una ilusión, ese puesto ya no está montado. “Ahora que debo hacerme una nueva prueba para ver si ya no tengo el virus, es casi imposible”.
Hay lugares en los que sí es todavía posible tomarse una prueba de manera ágil. Aunque no están al alcance de todos los bolsillos. En México, el salario mínimo es de unos 170 pesos al día (unos 8 dólares). Mientras que la prueba de Antígenos llega a alcanzar los 1,000 pesos (50 dólares). Las PCR –más específicas– rebasan los 2 mil pesos (100 dólares). En caso de resultar positivo al virus, la mayoría de los pacientes deben tomarse una prueba más para comprobar en sus empleos que ya son negativos.
Y aún así, los lugares con precios elevados no son garantía de un servicio eficaz. Una persona más contó que, al darse por vencida tras no tener éxito en las farmacias con precios más moderados, decidió pagar, en un laboratorio que encontró, los 2 mil pesos que le costaba la prueba PCR. Tardó unos 40 minutos en que le tomaran la muestra. Le dijeron que en 24 horas tendría su resultado, pero nada. Después de dos días seguía con la incógnita sobre su estado de salud. Se quejó en la página de Facebook del lugar. “Pésimo servicio”, publicó. Fue hasta entonces que le dieron sus resultados.
Hay quienes corrieron con mejor fortuna. Otro residente de la ciudad hizo todo su rastreo por internet. Ahí encontró saturados todos los puestos públicos que ofrecían el servicio gratuito. Luego checó las farmacias que conocía, pero igual estaban llenas y los lugares libres eran hasta días después. “Terminé encontrando un laboratorio particular cerca de mi hogar”, relató, “me tocó esperar muy poco tiempo y los resultados me llegaron como en una hora”.
Aún así, el éxito para lograr una prueba COVID-19, en estos momentos, varía según la capacidad económica, para pagar altas cantidades; el acceso a servicios como internet o medios de transporte; o simplemente la condición necesaria para pasar horas de pie, en ocasiones con bajas temperaturas y exponiendose a la falta de sana distancia o el uso correcto del cubrebocas, para obtener un turno sin costo.
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