Chucho el Roto fue un personaje popular en la sociedad mexicana de finales del siglo XIX debido a sus hazañas ilegales y principalmente sus fugas de la cárcel ya que fue aprehendido numerosas veces. De hombre pasó a leyenda: el Robin Hood mexicano que solo robaba a los ricos y protegía a los pobres y desamparados.
Pero al ser una figura fuera de la ley no hay una historia concisa o clara de la vida de Chucho el Roto. Por lo que hay dos versiones de cómo inició su vida de ladrón: la venganza hacia los ricos que alguna vez lo ultrajaron y la del exmilitar sin un céntimo.
Jesús Arriaga, su nombre verdadero, fue un poblano que trabajó en una ebanistería donde se destacó por su habilidad ante un rico francés, Diego de Frizac. Pero Arriaga estableció un amorío con la sobrina, Matilde de Frizac, cuya unión dio una hija. Al enterarse del amorío, Frizac lo apartó de la niña y de su amada.
Aquí la historia se bifurca: una versión dice que Jesús decidió robarse a la hija para evitar que la apartasen de él pero fue apresado por ordenes del francés; la otra nos cuenta que fue arrestado sin cometer ningún delito y mandado a San Juan de Ulúa.
La otra versión, más verosímil y recogida por diarios de la época, es que era un soldado que luchó en la Intervención Francesa y después, al no encontrar trabajo, se dedicó a la carpintería hasta que fue encarcelado por supuesta asociación al robo de una joyería. El líder del atraco era un conocido suyo. Fue absuelto hasta que por orden del gobernador del Distrito Federal fue puesto en prisión una vez más.
A pesar de sus intentos para desechar la condena, Arriaga es exiliado a Yucatán. Pero él no quiso atenerse a esa decisión, así que escapó en 1868. De ahí en adelante, sería un forajido.
Su apodo viene de la forma en que vistió. A las personas pobres que vestían con atuendos elegantes o “decentes” se les llamaba “rotos”. Y eso era algo que lo caracterizó en sus atracos: zapatos boleados y un buen traje. No cubrió su cara, se dice que no llevó armas ni fue conocido por asesinar a ninguna de sus víctimas.
Estuvo constantemente escapando de la cárcel o de agentes de la ley. En ocasiones amagó a los custodios y escapó disfrazado de policía, militar o empleado de la cárcel. Una de sus fugas más famosas fue de la Cárcel de Belén en 1875 en la que escapó junto a 21 presos haciendo una horadación un uno de los muros. En otra dejó una carta en su celda dirigida al gobernador en la que se despidió de él amigablemente.
La razón por la que Chucho el Roto llamó tanto la atención es la asociación que se hace a los bandidos a una especie de sublevación en contra de un sistema que los ha abandonado y dejado en la pobreza. Cuentan que una vez se le preguntó si había robado una casa de empeño, a lo que él contestó “¿de cuándo acá es un crimen robar a los usureros?”
A pesar de sus constantes fugas, en 1884 fue atrapado en Orizaba donde declaró haber robado para financiar la educación de su hija, aunque esto lo desmintió en un juicio en Querétaro. Fue trasladado nuevamente a la cárcel de Belén y después mandado a Veracruz; la mayoría afirma que a la Cárcel de San Juan de Ulúa, aunque en una carta mandada al periódico el Nacional se decía que estaba en el Presidio Militar de Veracruz.
Murió de disentería en 1885. Otra versión, la más conocida, dice que murió después de recibir 300 azotes en la antigua fortaleza en 1894.
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