El segundo Imperio Mexicano fue establecido entre 1864 y 1867 tras la invasión francesa por órdenes de Napoleón III con miras de expandir el imperio francés en América. Sobre todo porque Estados Unidos se encontraba en medio de una Guerra Civil.
Para la “aventura mexicana” se eligió a Maximiliano de Habsburgo y Carlota de Bélgica como emperadores. De este modo Benito Juárez, que apenas había logrado dar término a la Guerra de Reforma, tuvo que salir una vez más de la capital para liderar la resistencia en contra de los extranjeros.
A pesar de que Juárez es un personaje controvertido por su estancia en el poder y las estrategias que tomó frente a la Intervención francesa al tratar de establecer alianzas con Estados Unidos, también se le ha criticado por su ambición. Aunque en este aspecto, el mismo Maximiliano tampoco se vio exento.
Maximiliano, según cuenta Paco Ignacio Taibo II en el tomo tres de sus libros Patria, hizo un decreto en junio de 1864 en el que estableció el sueldo que ganaría la pareja imperial: “un sueldo anual de millón y medio de pesos y otros 200 mil para la emperatriz Carlota” sumado a lo que ganaban por pertenecer a la realeza.
Mientras que Juárez ganaba 36 mil pesos, aunque durante 1861 lo bajó a 30 mil pesos como una medida de austeridad. Sin embargo, Taibo II establece que ganaba 60 mil pesos anualmente.
Varias fueron las críticas que se le sumaron a los dos mandatarios. En primer lugar a Maximiliano se le reprochó siempre estar en otra frecuencia que la de sus seguidores mexicanos y franceses pues mantenía una ideología más cercana a los liberales que lo combatían, que con los imperialistas a favor de él. Además buscó ganarse en los primeros meses de su imperio a los indígenas y clases populares de México lo que causó revuelo entre las élites.
Pero de las mayores críticas que se le hizo fueron los gastos del emperador en bebidas alcohólicas como el vino, en los lujos de su fastuoso carruaje, así como en remodelar el Palacio Imperial (o Palacio Nacional) y el Castillo de Chapultepec. Tanto fue así que se creía que el mariscal Bazaine era el peso fuerte tanto militar como político del imperio mexicano.
De hecho el autor menciona que de 1864 a 1865 el emperador había gastado 423 mil 975 pesos en reparaciones al Castillo de Chapultepec y al Palacio. Además de la construcción de la Avenida de los Emperadores (actual Paseo de la Reforma) para acortar el camino del Castillo al Palacio, obra que nunca terminó.
Del otro lado tenemos a Benito Juárez que ante las constantes pérdidas en contra del ejército francés huyó a Estados Unidos para obtener la ayuda del país vecino en contra de los imperialistas. Lo anterior y el controvertido Tratado Mc Lane-Ocampo, sirvieron para desprestigiar al expresidente, aún al día de hoy.
Por supuesto, la cuestión del dinero también le pesó puesto que al término de la intervención, se le condenó por cobrar un sueldo que no creían le correspondía: el Benemérito de las Américas extendió su mandato de 1861 a lo que durara el conflicto y cuando regresó a la capital en el 67, cobró de forma retroactiva.
También está el hecho de que Juárez al ser retomada la capital cobró a la tesorería del país 20 mil pesos que le debían. También cabe destacar que el sueldo que se asignó el archiduque fue con base en el de Iturbide. Durante la visita de una comitiva mexicana en la que se ofreció a Maximiliano el mando en México, se le dijo que el primer emperador de México tuvo ese sueldo.
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