La leyenda de la emperatriz Carlota y el día que habría tomado pulque en Tepito

Entre sus labores como gobernante se encontraba recorrer la Ciudad de México para conocer los lugares más emblemáticos de la capital y empaparse de las costumbres mexicanas

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Entre el bullicio, las risas
Entre el bullicio, las risas y el pulque, la esposa de Maximiliano se divirtió como nunca antes había experimentado (Fotos: Twitter/@MetroCDMX // INAH // Secretaría de Agricultura)

Es bien conocido que la emperatriz Carlota tenía un carácter firme pero también fiestero, ya que siempre disfrutó del bullicio y de los bailes. Es por eso que -según una leyenda- la distinguida mujer no dudó en visitar uno de los lugares más temidos por las y los capitalinos: Tepito.

Carlota y su esposo Maximiliano de Habsburgo llegaron al puerto de Veracruz en mayo de 1864 y en su recorrido para llegar a la Catedral de la Ciudad de México -lugar donde serían coronados-, ambos quedaron fascinados por la belleza del país; pues según información de la Secretaría de Cultura, la pareja vio en México el lugar “perfecto y soñado” para asentar su imperio.

Desde su llegada, los dos tenían intenciones serias de levantar al país, el cual se encontraba dividido entre las disputas de los liberales, con Benito Juárez al frente y los conservadores, con la pareja real como representantes.

Carlota de México nació el
Carlota de México nació el 7 de junio de 1840 en Bruselas (Foto: Twitter @CarlotaEmperatr)

Maximiliano siempre hizo saber a las personas que Carlota Amelia aparte de ser su esposa, era su brazo derecho, y por lo tanto, tenía la facultad de encargarse del país en su ausencia. Como la emperatriz fue educada desde muy pequeña por su padre para gobernar, no tuvo muchas dificultades para desempeñar sus funciones.

Entre sus labores como gobernante se encontraba recorrer la Ciudad no sólo para conocer los lugares más emblemáticos de la capital, sino también para visitar los alrededores y empaparse de las costumbres mexicanas, totalmente desconocidas para ella.

Fue así como habría llegado a uno de los barrios más populares en el antes llamado Distrito Federal: Tepito. La historia fue retomada por el periodista e investigador mexicano Luciano Pérez, quien narra este hecho en su libro Cuentos fantásticos de la ciudad de México o aventuras en Mexicópolis, un texto que recopila diversas leyendas y mitos populares mexicanos.

De acuerdo con Pérez, la emperatriz se encontraba dando su recorrido cotidiano por el centro de la Ciudad de México cuando decidió indicarle a su chofer que se diera vuelta e ingresara a Tepito, actualmente conocido como “Barrio Bravo”. Sus cortesanas, que siempre la acompañaban a todos lados, se sorprendieron de que quisiera ir a aquel lugar.

Al parecer, percibió que en ese barrio se respiraba un ambiente peculiar que sólo se podía conocer a detalle si se visitaba. Enseguida, decidió que hicieran su primera parada en una pulquería, para degustar esta bebida que ya había probado antes.

Según el autor, cuando éstas cruzaron por la puerta, todos se sorprendieron al mirar el pequeño grupo de mujeres bien arregladas y de aspecto sofisticado. Después se presentó y su entrada se vio acompañada de aplausos y gritos eufóricos de quienes se encontraban en la pulquería.

A pesar de que las damas que la acompañaban se sentían nerviosas y no entendían lo que estaba sucediendo, Carlota decidió tomar una mesa e invitarlas a sentarse con ella para degustar “un pulquito”, también conocido como la bebida de los dioses por la significación que se le daba en el México prehispánico.

En el lugar se encontraban varios hombres y algunas mujeres “de la vida galante”, quienes amablemente fueron invitadas a sentarse con la emperatriz. Pronto el ambiente cambió y empezaron a tocar canciones e incluso, se dice que un hombre comenzó a cantarle a Carlota.

Maximiliano siempre hizo saber a
Maximiliano siempre hizo saber a las personas que Carlota Amelia aparte de ser su esposa, era su brazo derecho, y por lo tanto, tenía la facultad de encargarse del país en su ausencia

Entre el bullicio, las risas y el pulque, la esposa de Maximiliano se divirtió como nunca antes había experimentado. Después de ese agradable rato, ella y sus damas de compañía decidieron regresar y agradecer a todas y todos por su amable recibimiento.

Cuando Carlota quiso pagar, el dueño se negó a recibir su dinero, pues argumentó que era para él un placer tener a una clienta tan distinguida como ella. Sin embargo, la emperatriz se negó y recalcó que el trabajo de las personas merecía su recompensa.

Aunque puede que esta historia sólo haya sido una leyenda que se popularizó en años anteriores, resulta muy interesante imaginar que la emperatriz Carlota Amelia, nacida en una familia real europea, decidió aventurarse a conocer la cultura mexicana en profundidad y a degustar un pulque en uno de los lugares más populares de la República Mexicana.

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