A poco más de tres horas de la Ciudad de México, en la región norte del estado de Michoacán se encuentra el municipio de Morelia. Encantadora y mística, las calles de la también capital del estado son capaces de dar a sus visitantes la sensación de haber viajado en el tiempo; sus edificaciones coloniales de cantera rosa y la riqueza histórica y cultural que alberga hicieron que en el año 1991 esta ciudad fuera nombrada como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
La historia de esta enigmática ciudad se remonta al año 1541 cuando fue fundada por el virrey Don Antonio de Mendoza bajo el nombre de Mechuacan el cual cambió en 1578 a Valladolid. Tiempo después, la urbe de edificios coloniales se convirtió en la cuna ideológica del movimiento de independencia y fue también el sitio en donde dos de los personajes históricos de México más importantes se formaron: Miguel Hidalgo y José María Morelos.
De este modo, en 1828 la ciudad cambió de nombre a Morelia en honor al insurgente José María Morelos y Pavón, héroe de la Independencia de México.
A partir de la conquista de los españoles se empezó a edificar la ciudad de Morelia como se conoce actualmente, no obstante, antes de su su consolidación política y urbana en el siglo XVIII el pueblo de los matlatzincas se estableció en el valle de Guayangareo durante los siglos XIV y XV.
Testimonios documentales del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA) apuntan a que el territorio aparentemente les fue concedido como recompensa por haber participado en la defensa del imperio purépecha durante la invasión de los tecos de Jalisco.
Al instalarse en el mencionado valle, cuyo significado es “loma chata y alargada”, los matlatzincas fueron nombrados como “pirindas”, que significa “los de en medio”, debido a la ubicación del lugar que ellos llamaron Patzinyegui.
La llegada de los españoles al valle de Guayangareo supuso el inicio de un proceso de evangelización de indígenas, de esta forma las congregaciones religiosas de franciscanos, agustinos, dominicos y jesuitas jugaron un papel importante en el levantamiento de la urbe, atrayendo gente para construir los conventos, y posteriormente comenzar con la evangelización.
Fue de esta forma que la huella evangelizadora de España comenzó a hacerse presente; los franciscanos fray Juan de San Miguel y fray Antonio de Lisboa formaron una escuela de catecismo llamada San Miguel donde, a parte de inculcar la religión católica, se enseñaba música, artes y diversos oficios. Fue con ese intercambio cultural que el valle de Patzinyegui comenzó a prosperar.
Ante la necesidad de mano de obra para levantar las edificaciones, el 14 de febrero de 1543, el virrey Mendoza asignó algunos poblados de indígenas para que llegaran a la nueva ciudad a ocuparse en dichas labores.
Con la mano de obra de indígenas se edificaron los inmuebles más importantes de la ciudad de Morelia entre los que destacan el Colegio de San Nicolás, del cual Miguel Hidalgo fue rector y donde Morelos estudió; el acueducto, los conventos y diversos edificios del centro histórico de la urbe.
Fueron aproximadamente sesenta familias de colonizadores, nueve frailes y algunos indígenas los que dieron forma un 18 de mayo de 1541 al Acta de Fundación de Valladolid, la cual recibiría el título de ciudad por distinción del rey Carlos I de España en 1545.
El acervo cultural e histórico que la ciudad de Morelia resguarda la hizo acreedora a recibir el título de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO el 12 de diciembre de 1991. Así mismo, es considerada la ciudad mexicana con más edificios catalogados como monumentos arquitectónicos.
En Morelia se combinan diferentes facetas, por un lado sus edificios coloniales de cantera rosa evocan a aquellos días en los que apenas comenzaba a edificarse la ciudad, también cuenta con impresionantes paisajes naturales, una gastronomía única y es sin duda un punto clave e imperdible para la historia del país.
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