A un costado de la Basílica de Guadalupe, en la cima del cerro del cerro donde cuenta la leyenda que el indio Juan Diego vio a la virgen, se encuentra el Panteón del Tepeyac el cual es considerado como el más antiguo de la Ciudad de México ya que su origen se remonta a la época virreinal.
En 1636 el panadero Cristóbal de Aguirre mandó a construir en la cima del cerro del Tepeyac una pequeña ermita en el lugar donde se cuenta Juan Diego recogió las rosas de castilla que le pidió la virgen, no obstante, en el siglo XVIII fue sustituida por la capilla del cerrito.
Se dice que el panteón surgió formalmente alrededor del año 1716 y en el se enterraban a vecinos de la Villa de Guadalupe, habitantes de la Ciudad de México o a todos aquellos que buscaban obtener el eterno descanso cerca del templo de la Guadalupana.
Cabe señalar que antes de la conquista de los españoles, en el lugar donde se encuentra la Basílica de Guadalupe ya existía un templo donde los mexicas adoraban a la Diosa Tonantzin, quien representaba la fertilidad y el renacimiento.
El valor religioso y la excelente ubicación que tenía en aquella época hicieron que el camposanto se popularizara, ya que gracias a su altitud no padecía de inundaciones, el viento del norte se llevaba los malos olores y contaba con una vista panorámica de sus alrededores.
En 1859, México pasó por uno de los periodos más importantes de su historia y con la implementación de las Leyes de Reforma, los cementerios le fueron quitados a la iglesia y quedaron en manos de la autoridad civil por lo que del Panteón del Tepeyac se hizo cargo el ayuntamiento y fue reinaugurado en 1865 con una nueva y ostentosa fachada.
Ya para 1871 el mismo ayuntamiento de la Ciudad de México impulsó un programa de remodelación y restauración de los panteones que había en la capital puesto que muchos se encontraban en condiciones insalubres y en decadencia. Así fue como el Panteón del Tepeyac terminó sustituyendo a los cementerios de Santa Paula, Los Ángeles, San Pablo y San Fernando, mismos que fueron clausurados debido a su gran saturación.
Dicho hecho ocasionó que el camposanto del cerro del Tepeyac se convirtiera en uno de los principales de la capital; debido a su gran popularidad y cercanía a la Basílica de Guadalupe, era común que personajes de la alta aristocracia mexicana lo eligieran como opción para depositar los restos de sus familiares, entre los que destacan el hijo del emperador Agustín de Iturbide, el ex presidente Antonio López de Santa Anna, el pintor José María Velasco entre otros.
No obstante, el Panteón del Tepeyac alcanzó su auge en 1880 cuando en sus inmediaciones fue sepultada Doña Delfina Ortega de Díaz, esposa del ex presidente Porfirio Díaz, es importante mencionar que ya en el camposanto descansaban los restos de dos de sus hijos y una de sus nietas.
La noticia de que los restos de la entonces familia presidencial descansaban en el Panteón del Tepeyac corrió rápidamente por lo que muchos miembros de la aristocracia se vieron interesados en adquirir un lote en el camposanto para darle sepultura a sus respectivos difuntos.
La popularidad del cementerio entre la clase alta mexicana hizo que en su interior albergara tumbas ostentosas elaboradas con materiales importados en las que destacaban estilos arquitectónicos como el Art Nouveau y Neogótico.
El valor histórico y cultural del cementerio con el tiempo lo convirtieron en uno de los más populares de la capital hasta que en 1964 fue cerrado para el público en general, únicamente se le permitía el acceso a los familiares de las personas cuyos restos descansan en su interior.
En 2006 se convirtió en un museo de sitio donde se pueden admirar las opulentas esculturas que yacen sobre las tumbas, ya que también fue reconocido como un lugar de monumentos históricos. No obstante, actualmente la entrada está nuevamente restringida y se puede acceder al camposanto únicamente con un permiso delegacional.
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