El 20 de noviembre de 1910 dio inicio uno de los periodos históricos más importantes de la historia de México: la Revolución Mexicana. Poco a poco, los estados a lo largo y ancho del país se levantaron en armas bajo la bandera maderista para poner fin al mandato que el general Porfirio Díaz encabezó durante poco más de tres décadas.
La dictadura impuesta por Díaz orilló a los revolucionarios a luchar por la democratización de la vida política del país así como mejorar la condición de vida de todos aquellos grupos vulnerables que fueron abandonados e ignorados durante el porfiriato.
De esta forma, las tropas comandadas por Francisco Villa y Pascual Orozco tomaron en 1911 Ciudad Juárez, obligando al gobierno de Díaz a establecer un diálogo con los revolucionarios lo que eventualmente derivó en la firma de los Tratados de Juárez.
De acuerdo a los datos del gobierno mexicano, en los Tratados se estipuló un cese total al movimiento armado y la irrevocable renuncia del general Porfirio Díaz a la presidencia de la República. En un ensayo escrito por su tataranieto, Carlos Tello Díaz, se relata como el 25 de mayo de 1911 el longevo dictador presentó su carta de renuncia ante la Cámara de Diputados, dando así por terminado su mandato que duró poco más de 30 años.
Ese mismo día a media noche, Porfirio Díaz y su segunda esposa Carmelita Romero salieron de su casa ubicada en la calle Cadena, vieron por última vez la silueta del Palacio de Gobierno y abordaron un carro Mercedes que los llevaría hasta la estación de San Lázaro donde sus objetos personales y archivos ya se encontraban empacados en 8 pesados baúles listos para trasladarse al puerto de Veracruz.
Tras una breve parada en el puerto de Veracruz, Porfirio Díaz y su esposa Carmelita partieron en un barco a España donde estuvieron hospedados durante dos semanas. Posteriormente viajaron a Suiza, Alemania y Francia siendo este último el lugar en donde viviría sus últimos años de vida.
De acuerdo a los testimonios de Carlos Tello Díaz, su tatarabuelo Porfirio tenía un sentimiento de desconsuelo durante su primer año de exilio. Así se lo hizo saber al periodista Federico Gamboa en 1912.
“Me siento herido -le confesó el 9 de marzo en sus habitaciones del Astoria-. Una parte del país se alzó en armas para derribarme, y la otra se cruzó de brazos para verme caer. Las dos me eran deudoras de una porción de cosas”, declaró Porfirio Díaz un año después de haber renunciado a la presidencia.
Para el año de 1913 la familia Díaz optó por ir de viaje al norte de África pues tanto Porfirio como su esposa Carmelita llevaban algún tiempo planeando visitar Egipto. Fue así como el matrimonio emprendió su travesía junto al general Fernando González y sus cuñadas Sofía y María Luisa.
Porfirio Díaz, su esposa Carmelita Romero y sus acompañantes salieron de París hacia la ciudad de Mónaco en donde abordaron un barco que los trasladó por las frías aguas del mar Mediterráneo hasta las costas de Alejandría; de ahí tuvieron que cambiar de transporte a un pequeño barco de vapor que los condujo por todo lo largo del río Nilo hasta la ciudad de El Cairo.
Una vez en la capital de Egipto, Porfirio Díaz fue recibido con honores militares por el general Horatio Herbert Kitchener, a nombre de la corona británica. El longevo dictador estuvo en Egipto durante dos meses en los que viajó por todo el territorio junto a su esposa Carmelita.
Egipto le brindó a Porfirio Díaz no solo la oportunidad de visitar sitios turísticos y emblemáticos de la antigua civilización, sino que también fue un antídoto para el dolor que le causaba haber perdido su vida y trayectoria político-militar en México.
Documentos del gobierno mexicano también apuntan que mientras Porfirio Díaz estuvo en México uno de sus pasatiempos favoritos era recorrer zonas arqueológicas como Teotihuacán en el Estado de México o Monte Albán y Mitla en su natal Oaxaca; por este motivo visitar las pirámides de Giza en Egipto fue una forma que el ex presidente de México tuvo para recordar su antigua vida en el país.
Cabe mencionar que a pesar de estar a miles de kilómetros de su país de origen, el general Porfirio Díaz se mantenía al tanto de los hechos que ocurrían en México. Fue precisamente durante su visita a Egipto que se enteró de los insólitos sucesos que azotaron a la Ciudad de México durante la Decena Trágica y, aunque lamentó su lejanía, no dio más declaraciones a la prensa pues personas muy cercanas a su círculo social estuvieron involucradas en el asesinato de Francisco I. Madero como lo fue su sobrino Félix Díaz.
Fue hacia finales de abril del mismo año que Porfirio Díaz regresó a París junto a su esposa Carmelita. Con el paso del tiempo, la salud del dictador se comenzó a deteriorar y, aunque nunca más pudo regresar a México, llevó a su país en el corazón hasta el día de su muerte el 2 de julio de 1915.
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