Cuando Victoriano Huerta abandonó la presidencia de México y se exilió en España esperaba ser recibido por gobernantes europeos con los brazos abiertos como hicieron con Porfirio Díaz, incluso hasta se figuró el retomar contacto con el viejo general. Sin embargo, pronto se vio abandonado e injuriado por sus mismos compañeros de exilio.
Ningún regalo, ninguna condecoración. Él anheló obtener algo tan preciado como lo que consiguió Díaz en Francia por parte de sus enemigos de antaño.
Porfirio Díaz, al escapar de México por la Revolución Mexicana dirigida por Francisco Madero se retiró a Francia en 1911 junto con su familia. No era un secreto que sentía gran admiración por aquel país pues había adoptado su arquitectura, el estilo culinario y hasta la pinta y modales de los parisinos. Los lazos entre Francia y Díaz nunca se extinguieron a pesar de ser él quien dio duros golpes a los franceses tras recuperar el estado de Puebla.
El viejo general incluso recibió en 1888 el botón rojo de la Legión de Honor de Francia por parte de la nación contrincante en señal de respeto a un enemigo más que destacable.
Llegó en el vapor alemán El Ypiranga que lo llevó a Europa. En el viejo continente se dio el lujo de viajar por distintos países, a pesar de su avanzada edad, como Egipto, Alemania, España e Italia acompañado de su familia y fue recibido por diferentes políticos como el rey Alfonso XIII de España y el káiser Guillermo II de Alemania que lo invitó a su palco en una carrera de caballos. Junto a su familia dio paseos por la ciudad acompañado de sus nietos.
Cumplidos los 81 años, el general Gustave Leon Niox, lo invitó a visitar la tumba de Napoleón y el 20 de julio, escoltado por los hombres de Niox, dieron un recorrido en el que revivieron recuerdos de batallas pasadas, de viejos conocidos mutuos que estuvieron en territorio mexicano liderados por el mariscal Achilles Bazaine, uno de los más grandes rivales del mexicano.
Niox fue un soldado que estuvo en México durante la intervención en 1862 pero regresó a su país natal tres años después debido a una sordera que lo incapacitó. Fue designado como cuidador de los archivos del Cuerpo Expedicionario y quedó a cargo del edificio Les Invalides cuando se jubiló y del Museo Histórico Militar cuya posición aprovechó para invitar al derrocado mandatario.
Al llegar a la tumba de Napoleón, el general Niox junto con varios viejos generales que habían luchado en la Segunda Intervención Francesa, le dieron a Díaz las llaves de la cripta y mostraron la espada del emperador a Porfirio. A pesar de sus años, el mexicano se llevó una gran sorpresa: Niox desenvainó la espada y la ofreció a Díaz para que la tocara diciéndole en un forzado español “en nombre del ejército francés os ruego que aceptéis esta espada”.
El respondió con una negativa aludiendo que el gran honor que no le correspondía, a lo que Niox contestó “No podría quedar en mejores manos”.
La espada fue utilizada por el militar y estratega Napoleón Bonaparte en la batalla de Austerlitz en 1805 en la que se enfrentó victoriosamente con 68 mil hombres a 90 mil soldados rusos y austriacos. Principal figura en la Revolución del país francófono y que pronto instauró un imperio en 1804 que extendió durante las Guerras Napoleónicas.
El valor de la espada ante aquellos soldados lisiados que habían enfrentado a los mexicanos años atrás mandados por Napoleón III representaba uno de los mayores tesoros militares del país. Díaz también se enfrentó valientemente a los franceses a pesar de que los números lo rebasaban y utilizó la estrategia de guerra de guerrillas para poder vencer a sus enemigos.
A pesar del recibimiento, Díaz murió el 2 de julio en 1915 resignado a nunca volver a pisar su tierra natal, la que mandó con mano de hierro con la convicción de haberlo hecho por el bien de la nación mientras era olvidado y repudiado por una buena parte de los mexicanos que habían sido oprimidos por su en otrora libertador.
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