Las vacunas son una de las herramientas más valiosas y poderosas que la medicina le ha dejado a la humanidad. El mundo se ha enfrentado a distintos tipos de virus que causan la muerte de las personas, sin embargo, gracias a éstas se ha podido salvar la vida de millones de personas.
En términos muy sencillos, la función de las vacunas consiste en imitar al virus y/o bacteria que se quiere eliminar. De esta forma, al ingresar la solución al cuerpo se le da oportunidad al sistema inmune para reconocer la actividad del agente y poder defenderse eficazmente.
Por otro lado, a pesar de que este gran descubrimiento surgió y se ha ido mejorando gracias a las investigaciones y pruebas de muchos científicos y científicas, la invención de la primera vacuna se le atribuye al médico inglés Edward Jenner, incluso es llamado “el padre de la inmunología”. Fue en 1796 cuando Jenner inoculó a su primer paciente, un niño de 8 años llamado James Phipps que padecía de la enfermedad de viruela.
El médico llegó a este descubrimiento porque se dio cuenta de que, si tomaba una muestra de llaga de viruela bovina y se la inyectaba a una persona, ésta quedaba protegida contra el mismo virus. Desde ese entonces se llegó a la conclusión de que la solución para muchas enfermedades consistía en incrustar el virus atacante al interior del cuerpo humano.
No obstante, aunque la primera vacuna se le atribuye a Edward, según la Revista Cubana de Medicina General Integral, se tienen datos más antiguos de esta técnica, pues se explica que en el siglo VII los budistas tomaban veneno de serpiente para ser inmunes a los efectos de éste.
También en el siglo X la sociedad china acostumbraba a practicar la “variolización”, la cual consistía en hacer una incisión en la piel de las personas para colocar un poco del líquido que salía de las costras de la gente que tenía viruela. Luego la herida se cerraba y se aislaba a la persona variolizada, de esta forma comenzaron a controlarse los decesos por dicha enfermedad.
Posteriormente, la técnica se fue extendiendo a otras partes de Asia, África y Europa. De igual manera, el doctor inglés Francis Home intentó en varias ocasiones lograr métodos para combatir al sarampión.
Después de todo esta introducción, llegó la hora de explicar de manera más detallada cómo funcionan las vacunas. Como ya se vio, uno de los componentes que garantiza el éxito de una vacuna es que el virus que se intenta controlar se encuentre en la solución que se va a inyectar.
Y sí, esto quiere decir que el o la paciente deben ser infectados para ser protegidos. El efecto que genera esta acción es un fenómeno parecido a una de las tesis del magnetismo que dice que “los polos iguales se repelen”, es decir, el hecho de que las personas sean inoculadas con el mismo “germen” no quiere decir que las consecuencias se duplicarán, al contrario, significa que una repelerá a la otra y dejará que el cuerpo haga lo demás.
Aunque hay mucho que agradecer a la ciencia, los resultados positivos de la vacunación no existirían sin el sistema inmunológico, el cual se encarga de mantener a la gente a salvo de distintos virus, bacterias y sustancias mortales.
Sin embargo, en ocasiones éste no puede detectar el agente externo o no lo reconoce y por lo tanto, no lo combate. Cuando esto ocurre no se producen una de las proteínas que más protegen a las células: los anticuerpos. Por tal motivo, el cuerpo no sabe cómo atacar al invasor. Este hecho causa que el virus avance y pueda provocar serias consecuencias.
De acuerdo con el Ministerio de Sanidad de España, uno de los elementos principales de las vacunas es que estimulan las células denominadas citotóxicas, las cuales cuentan con la capacidad de “reconocer células infectadas por el virus y matarlas antes de que puedan liberar más virus en el organismo”. Es así como se evita que el “enemigo” ataque y se duplique.
Finalmente, es importante conocer esta información y vacunarse para estar a salvo; en específico por el contexto actual al que se enfrenta el mundo por la pandemia causada por el virus SARS-CoV-2, el cual provoca una de las enfermedades más letales: la COVID-19.
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