Antes de fugarse por primera vez de un penal de máxima seguridad, Joaquín Guzmán Loera, el Chapo, decidió disfrutar de las fiestas navideñas con los lujos y la corrupción que había establecido en Puente Grande, de ahí que le acompañaron sus familiares, una cena exquisita, miles de litros de alcohol y hasta mariachis.
Más de cinco años después de permanecer en el Centro federal de Readaptación Social Número 2 Occidente, en Jalisco, el capo ofreció una última celebración que duró tres días en la época decembrina, según consignan informes consultados por la periodista Anabel Hernández en Los señores del narco (Grijalbo, 2010).
El Chapo Guzmán ya estaba planeando escaparse de Puente Grande, pero antes, quería disfrutar la Navidad y junto con su compadre, Héctor Palma Salazar, el Güero, ordenaron prepararse semanas antes del 24 de diciembre.
Para ese año del 2000 y pese a la llegada de nuevos funcionarios bajo el mando del panista Vicente Fox, el líder del Cártel de Sinaloa mantenía un dominio absoluto entre personal de vigilancia, custodios, administrativos, abogados y reos.
Guzmán Loera había llegado el 22 de noviembre de 1995 al centro penitenciario de máxima seguridad de Jalisco, tras ser ingresado el 18 de junio de 1993 en el Centro Federal de Readaptación Social Número 1, el Altiplano, de Almoloya, Estado de México. Todo, luego de ser arrestado en Guatemala nueve días antes de ser prisionero en la entidad mexiquense.
Durante su permanencia en la prisión corrompió a los servidores públicos encargados de vigilarlo y se mantenía a gusto en la cárcel introduciendo prostitutas, droga, comida de restaurantes, lubricantes, viagra, bebidas alcohólicas, así como dinero para sobornos.
De acuerdo con el libro de Anabel Hernández, el Chapo Guzmán pagaba a Leonardo Beltrán Santana y Dámaso López Núñez, quienes dirigían el penal de Puente Grande. Lo mismo a comandantes, custodios y algunos internos que le servían como guardaespaldas y servidumbre.
La cena del 24 de diciembre del 2000 fue coordinada por Bonifacio Bustos Cárdenas, abogado de Guzmán Loera por esa época. El entonces joven de 30 años pagaba la narconómina y mandaba regalos a su jefe, entre dinero, tenis, medicamentos, jeringas, vendas y ungüentos. Una Navidad llegó a enviarle cuatro botellas de coñac y cuatro de tequila.
Pero al interior, el Chapo Guzmán contaba con un secretario particular, Jaime Leonardo Valencia Fontes, quien organizaba la agenda del capo y se aseguraba de que el narcotraficante tuviera todo lo que requería, desde mujeres hasta adornos para decorar su celda en época navideña.
Según investigaciones de la periodista, Osvaldo Benjamín Gómez Contreras, amigo de César Guzmán Salazar, hijo mayor del capo, fue designado para conseguir la comida nocturna para 50 personas, entre familiares del Güero Palma y su compadre, el Chapo.
El joven Gómez Contreras trabajaba con el abogado del jefe del Cártel de Sinaloa. Por ello, a las tres de la tarde de aquella nochebuena preguntó a su madre sobre quien podría preparar la cena, a lo cual la señora accedió.
Tan pronto como la comida estuvo lista, Francisco Javier Cambreros, el Chito, mandó a recogerla con sus asistentes. Mientras tanto, él compraba regalos para el resto de los familiares de los capos, más bebida y comida para el resto de los prisioneros de Puente Grande.
Juan Raúl Sarmiento Carrizosa, comandante implicado en la fuga de 2001, llegó con una caravana de camionetas pasadas las 10 de la noche de aquel 24 de diciembre a las afueras del centro penitenciario.
Al reconocerlo, los vigilantes lo dejaron entrar junto con los vehículos donde viajaban familiares del Chapo Guzmán y del Güero Palma. En unas unidades, relata Anabel Hernández, iban miembros de un grupo de mariachis y en otras, al menos 500 litros de alcohol.
La cena arribó a las 22:00 horas. Se trataba de un menú lujoso: crema de langosta, filete mignon, papas al horno, camarones, ensalada de verduras, charolas con cuernitos recién horneados, además de latas de crema para sazonar el recalentado.
Entre los invitados estuvo el director del penal, Leonardo Beltrán Santana, que todo el tiempo mantuvo consigo el portafolio con billetes que le había sido regalada en esa Navidad por los narcos.
Los pasillos de las celdas 3 y 4 estaban decoradas con series de luces. Los muros fueron pintados. En las áreas del Chapo Guzmán también habían puesto guirnaldas. Según el reportaje, la familia de los delincuentes se quedaron hasta el 26 de diciembre.
Cuando todo pasó, el líder del Cártel de Sinaloa comenzó a reclutar personas para que le sirvieran como guardaespaldas al exterior de Puente Grande. Quedaban pocas semanas para escapar.
Joaquín Guzmán Loera, preso 516, se fugó del centro penitenciario el 19 de enero del 2001. Oficialmente se ha informado que por un carrito de lavandería, pero también se ha reportado que salió del lugar por la puerta de enfrente, con todas las facilidades del mundo.
Fue recapturado hasta 2014 y volvió a escaparse del penal del Altiplano en 2015. Finalmente fue atrapado nuevamente en enero de 2016 y extraditado a Estados Unidos un año más tarde, donde lo juzgaron en una corte de Nueva York y lo condenaron a cadena perpetua más 30 años. Ahora está preso en una cárcel de máxima seguridad de Colorado, donde pasó una cena navideña lejos de lo que disfrutó en Puente Grande.
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