Tenochtitlán fue una ciudad magnífica, que contaba con todos los servicios que necesitaban sus habitantes y, además, tenía una organización muy buena. A la llegada de los españoles, estos se quedaron fascinados con la ciudad, con su limpieza, su organización, y la forma en que se satisfacían las necesidades de los ciudadanos.
En la ciudad había lugares para todo tipo de actividades, a incluso, había un “zoológico”, en el que se tenían diversas especies de animales en cautiverio. Este era uno de los lugares favoritos de Moctezuma II, el antepenúltimo tlatoani mexica, y era conocido como Totocalli o Casa de los animales.
A pesar de que no existe tanta información sobre este lugar, su existencia está confirmada gracias a las crónicas de quienes pudieron verlo y a los hallazgos arqueológicos registrados en la zona.
Según interpretaciones del mapa de Nüremberg sobre Tenochtitlan, el Totocalli se encontraba al sureste del Centro Ceremonial, en donde hoy se encuentra el espacio del Templo de San Francisco, a un costado de la Torre Latinoamericana, y ocupaba un espacio significativo dentro de la ciudad, pues medía unos 540 metros cuadrados.
Según cronistas de la época, incluyendo al propio Hernán Cortés, quien lideró la Conquista de México, los mexicas guardaban ahí todo tipo de animales para el deleite visual del gobernante y sus invitados. Entre los animales que había en el lugar, se encontraban jaguares, aves, lobos, pumas, sapos, ranas y serpientes, entre algunos otros.
Los colonizadores se referían al lugar como “La casa de las fieras”, y tuvo el mismo destino que las demás edificaciones de la gran ciudad Tenochtitlan, pues los colonizadores la destruyeron para, sobre sus escombros, construir una nueva ciudad, que sería la capital colonial del virreinato de la Nueva España.
El arqueólogo mexicano Israel Elizalde Méndez, explicó en una entrevista para el medio El País, que la idea del lugar en donde se tenían animales en Tenochtitlan no se puede comparar con un zoológico como lo conocemos en la actualidad, pues investigaciones realizadas en los últimos años, han revelado que la principal función del espacio, era más bien religiosa, que de preservación y observación de las especies. Por esto, los arqueólogos han preferido llamarlo vivario, que significa, literalmente, lugar de vida.
“Por lo que hemos visto, la gran mayoría de los animales se utilizaba para rituales y en sacrificios en el Templo Mayor (de Tenochtitlán) o en algún otro lugar”, explicó el arqueólogo al medio, y mencionó que los maestros artesanos mexicas también acudían al que se conoce como zoológico de Moctezuma para obtener plumas, huesos y pieles para la producción de bienes de prestigio.
Los relatos de los españoles también narran sobre la riqueza de fauna que podía encontrarse ahí. Se habla sobre animales mantenidos en diferentes ambientes, jaulas confeccionadas con barrotes de madera en los que había aves de presa y cántaros, en donde reposaban las serpientes.
Descripciones históricas dan la idea de que se tratara de un zoológico como los conocemos actualmente, un hecho que contribuyó a que por muchos años se identificara, de manera errónea, al vivario de Moctezuma como un espacio creado exclusivamente para la preservación y observación de las especies.
“Las descripciones de los cronistas dicen que la diversidad de animales (en el vivario) era abrumadora, que tenían todo tipo de animales de todos los rincones conocidos”, mencionó el arqueólogo al mismo medio.
“Tan solo en una parte del Templo Mayor hemos encontrado más de 200 animales, entre sapos, ranas, tortugas, jaguares, pumas, águilas reales y águilas arpías”, recalcó el su explicación.
Tras un análisis de huesos hallados, se descubrió cómo los mexicas trataban a los animales que estaban encerrados en el vivario, pues se encontraron ejemplares óseos con huellas de enfermedades articulares, comunes en animales que se encuentran en cautiverio. Además, los huesos también tenían marcas de enfermedades infecciosas, lo que indica que recibían continuos cuidados de seres humanos para sobrevivir hasta el momento de la ceremonia religiosa en la que serían sacrificados.
También se han encontrado huesos de los animales fracturados. Por ejemplo, las alas de las aves se fracturaban para que no pudieran volar. Esto habla sobre un conocimiento anatómico de los cuidadores, pues solo se fracturaban huesos que no ponían en riesgo la vida del animal.
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