La época del Porfiriato, conocida así por ser el tiempo en el que Porfirio Díaz estuvo en la presidencia de México, periodo que duró más de 30 años, fue una época en la que hubo muchos contrastes de todo tipo, tanto económicos, como sociales y culturales.
Y es que, por una parte, durante este periodo se construyeron unos 19,000 kilómetros de vías férreas, se comunicó al país entero por medio de una red telegráfica, se realizaron inversiones de capital extranjero en minería, agricultura, petróleo, entre otros rubros, y se impulsó la industria nacional, llevando al país a la modernización.
Por otro lado, es sabido que muchas compañías se apropiaron de terrenos comunes baldíos, se modificó la Constitución de 1857 para permitir las reelecciones, lo que aprovechó Díaz para reelegirse en varias ocasiones. Además, se aprobó una ley que permitía la gran explotación minera a los capitales de Estados Unidos y Gran Bretaña. Esto fue el inicio de un largo periodo en el que imperó la corrupción, los fraudes electorales, y la represión de casi 13 millones de personas ligadas a la tierra, donde, hasta la fecha, se siguen resintiendo las consecuencias de las decisiones de esos gobiernos.
En el Porfiriato, una de las formas más comunes de trabajo, era en la grandes haciendas, en donde los empleados trabajaban prácticamente toda su vida, desde que nacían hasta su muerte. Esto hacía que los dueños de las haciendas vivieran sin preocupaciones y enriquecidos.
Dentro de las haciendas, existía un sistema de abastecimiento de productos y alimentos, los cuales eran conocidos como las “tiendas de raya”.
Estas replicaban el sistema implementado por Estados Unidos, Inglaterra o Francia, que tuvieron auge en el siglo XIX y principios del XX. Originalmente, las tiendas de raya fueron un mecanismo para distribuir los recursos de las haciendas, eran propiedad de los patrones que expedían comestibles, aguardiente, ropa y calzado de mediana calidad.
Las tiendas de raya eran el lugar donde, por obligación, los trabajadores de las haciendas o fábricas debían hacer sus compras.
Se les llamaba tienda de raya, debido a que en la época, la mayoría de la población era analfabeta, y en los cuadernos de contabilidad, al pedirles que firmaran, al no contar con una firma, ponían simplemente una raya. De ahí su popular nombre.
Aunque ya existían, tuvieron su época de plenitud durante el gobierno de Porfirio Díaz, cuando los sectores empresariales fueron favorecidos para explotar yacimientos naturales y para tener mano de obra barata. Entonces, a los trabajadores de las haciendas y fábricas les pagaban con fichas y vales, mismos que intercambiaban en las tiendas de raya por todo tipo de productos, como semillas, ropa, comida, o cualquier otra cosa que necesitaran.
Los vales y fichas eran acuñados por la compañía patronal, por lo que un trabajador no podía comprar en ningún otro lugar que no fuera la misma hacienda o fábrica en la que trabajaban, por lo que, con esto, se limitaba la libertad de consumo del empleado, y se generaba un negocio circular.
Al final, el patrón recuperaba gran parte de los sueldos, pues aseguraba que los mismos fueran gastados en su propio negocio, donde vendía productos que le generaban plusvalía.
La estrategia del negocio no terminaba ahí, pues debido a que los sueldos eran bastante precarios, y los productos que se vendían en estas tiendas regularmente tenían precios excesivos, los trabajadores no siempre podían comprar productos de contado, por lo que adquirían una deuda con intereses que se podían heredar.
Un trabajador no podía renunciar a una fábrica o hacienda en la que tuviera deuda, lo que en muchas ocasiones los obligó a trabajar a ellos, y a sus familias, de por vida en un mismo lugar. Si alguien trataba de escapar, era perseguido por la policía.
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