El Imperio Mexica, antes de la llegada de los españoles, logró grandes cosas, pues además de la gran ciudad perfectamente organizada, Tenochtitlan tenían aliados poderosos y a varias ciudades bajo su dominio.
Esto hizo que los mexicas se convirtieran en la cultura mesoamericana más importante de la región. Se sabe que a la llegada de los españoles, Moctezuma II era quien estaba a cargo de la ciudad, pues era el tlatoani. Tras la muerte de él, subió al poder su hermano, Cuitláhuac, quien duró poco a la cabeza de la ciudad, pues la viruela, enfermedad traída por los españoles, terminó con su vida. El último tlatoani del que se tiene registro, fue Cuauhtémoc, un joven de unos 25 años que lucho por liberar a su pueblo del yugo español, algo que no logró, y que incluso, le costó la vida.
Mucho se sabe sobre el paso de Cuauhtémoc, el último tlatoani mexica, en la historia de México, sin embargo poco se sabe sobre quien fuera el primer tlatoani mexica, quien llevaba el nombre de Acamapichtli.
Su nombre significa “puñado de cañas” o “manojo de cañas”. También se puede interpretar como “el que sujeta las varas o cañas en las manos”. Su glifo está formado por una mano que sujeta flechas. Se piensa que nació en 1355 y fue hijo de un principal mexica y una princesa de Culhuacán. Tuvo como esposas a las hijas de 20 señores mexicas, y entre sus numerosos hijos se encuentran el segundo y tercer tlatoque mexicas, Huitzilíhuitl e Itzcóatl. Además, todos los demás gobernantes de Tenochtitlan fueron sus nietos y bisnietos.
Llegó a ser el primer tlatoani de Tenochtitlan gracias a su ascendencia tolteca por vía materna, entre otras cosas. De él descendieron todos los demás gobernantes de Tenochtitlan. No solo fundó la dinastía que gobernaría la ciudad hasta la llegada y conquista de los españoles, sino que constituye la simiente de la nobleza mexica.
Uno de los requisitos indispensables para que los mexicas mejoraran su posición política respecto a aquellas entidades, era tener un gobernante a la manera de otras ciudades, regidas por nobles pertenecientes a linajes añejos y prestigiosos.
Uno de estos linajes era el de los toltecas, quienes habitaban en la ciudad de Culhuacán. Los mexicas solicitaron a Náuhyotl, tlatoani de este lugar, que les designara un gobernante y que este fuera Acamapichtli, pues reunía dos condiciones fundamentales: era hijo de un mexica, Opochtli, y de Atotoztli, una princesa hija de Náuhyotl. Éste aceptó la petición, y propició así el surgimiento de un linaje mexica, y con ello un mejor estatus político para Tenochtitlan.
Según Fray Diego de Durán, Acamapichtli tenía apenas 20 años cuando comenzó su reinado. No hay claridad sobre las actividades que desempeñaba antes de llegar a gobernar, pero pudo haber sido un sacerdote de Itzpapálotl o jefe del calpulli tenochca de Chalman. Incluso, hay fuentes que señalan que habría ostentado el cargo de cihuacóatl.
Además, Acamapichtli era un guerrero prestigiado, así como todos sus sucesores al momento de su elección como gobernantes de Tenochtitlan.
Su nombre, como el de el resto de otros tlatoque mexicas, tiene connotaciones míticas y simbólicas. De hecho, hay quienes señalan que su nombre propio era Xilechoz, o un vocabulario similar. Se cree que recibió el de Acamapichtli para denotar su papel como el primero de una dinastía. Aunque literalmente significa “puñado de cañas”, su glifo la mayoría de las veces muestra una mano que sostiene flechas. Entre los chichimecas, de los cuales los mexicas proclamaban descender, cuando se ocupaba un territorio, se realizaba un rito que consistía en lanzar flechas a los cuatro puntos cardinales.
Se casó con Ilancuéitl, una mujer de la nobleza de Culhuacán, con quien no tuvo hijos, pero ganó en presencia ante las élites de esa y otras ciudades de la cuenca de México. Se dice que Ilancuéitl resultó ser estéril, por lo que cada uno de los 20 jefes de los calpulli mexicas le entregó a una de sus hijas para poder asegurar la sobrevivencia del linaje. De esta y otras uniones, tuvo numerosos hijos, que según algunos cálculos pudo acercarse a 100, a los que se les consideraba tlazopipiltin, “hijos preciosos”, y que conformarían el grueso de la nobleza mexica en los tiempos del porvenir.
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