El general Emiliano Zapata es, indiscutiblemente, uno de los íconos más importantes en la historia de México. Su valentía y su astucia como militar fueron cruciales en la lucha campesina que se vivió durante la Revolución Mexicana.
Es muy común que los textos de historia hablen únicamente de las grandes hazañas que hicieron nuestros “héroes nacionales”, sin embargo, poco se habla de sus vidas y las condiciones contextuales a las que se tuvieron que enfrentar antes de convertirse en símbolos mexicanos. Es por eso que te compartimos un poco de la vida del jefe revolucionario.
Emiliano Zapata Salazar, también conocido como el Caudillo del Sur, llegó al mundo un 8 de agosto de 1879 en Anenecuilco, Morelos. Sus padres, Gabriel Zapata y Cleofas Salazar, al ser creyentes de la religión católica, decidieron ponerle ese nombre porque nació en el día de “San Emiliano”.
Creció al lado de nueve hermanos, cinco mujeres: Romana, María de Jesús, María de la Luz, Jovita, y Matilde; y cuatro hombres: Pedro, Celso, Eufemio y Loreto. Emiliano fue el antepenúltimo en nacer.
Desde el principio, su vida estuvo encaminada al campo y su destino siempre estuvo marcado por la lucha agraria. Esto debido a que, desde la época Virreinal, Anenecuilco se caracterizó por tener un pueblo que se unía para luchar por sus tierras contra el gobierno y los latifundistas.
En general, el espíritu de pugna siempre estuvo en la sangre de Zapata, pues su abuelo materno, José Salazar, formó parte del conocido ejército insurgente de otro gran héroe nacional: José María Morelos y Pavón.
Por otro lado, sus tíos Cristino y José formaron parte de las tropas que lucharon en favor de la República liberal de Benito Juárez durante la Guerra de Reforma. Cabe destacar que también les tocó enfrentarse al ejército del emperador austriaco Maximiliano de Habsburgo.
Como todos estos periodos estuvieron caracterizados por la lucha constante de los campesinos por recuperar o proteger sus tierras, los habitantes de Morelos se acostumbraron a interceder por sus territorios. Fue así como la defensa de la tierra, se convirtió en un elemento de identidad colectiva en las personas de Anenecuilco.
Don Gabriel Zapata se dedicaba a la venta de caballos, ganado y era jornalero en la hacienda vecina de Mapaztlán. Por tal motivo, Emiliano creció rodeado de animales y desde muy chico adquirió gusto por ellos. Usualmente ayudaba a su mamá con las tareas domésticas, especialmente alimentando y cuidando al ganado.
Fue tanta la pasión que sentía por los caballos, que desde muy chico se aventuró a montarlos y se interesó por conocer todo acerca de ellos. Su primera travesía fue cuando logró controlar sin ningún problema a su yegua Papaya, la cual había sido un regalo —con mucho esfuerzo— de su padre. En ese momento, el Caudillo del Sur cursaba la primaria.
Poco a poco fue conocido en el pueblo por ser uno de los jinetes más jóvenes. Cursó la educación elemental en la escuela de Anenecuilco, ahí destacó por sus conocimientos en español, aritmética y sobre todo en historia.
A su corta edad, descubrió su pasión por conocer todo acerca de la historia mexicana. Este gusto lo descubrió, en parte, gracias a su profesor Emilio Vara, quien le contaba sus anécdotas de cuando se enfrentó, al igual que sus tíos, a los conservadores y al ejército del Segundo Imperio mexicano.
Gracias a las aventuras que le contaron en su familia y en la escuela, Zapata comenzó a gestar un sentimiento nacionalista de tinte liberal que lo caracterizaría toda su vida.
Fue un hombre responsable que siempre buscó ayudar económicamente a su familia, motivo por el cual comenzó a trabajar en el campo y como cuidador de animales desde muy temprana edad. Incluso, cuando sus padres fallecieron, empezó a hacerse cargo de lo poco que les habían dejado como herencia y siempre buscaba ayudar a todos sus hermanos.
De esa manera se fue forjando la identidad del que muy pronto se convertiría en comandante del Ejército Libertador del Sur.
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