Los lazos que nos unen con una de las potencias principales del continente asiático son más fuertes y antiguas de lo que creemos.
México siempre se ha caracterizado por ser neutral y mantener amistad con distintos países alrededor de todo el mundo y de hecho, con Japón se ha establecido una relación desde hace 400 años.
El primer encuentro entre estas dos culturas se dio en 1614 cuando llegó al puerto de Acapulco un barco con una tripulación de 180 japoneses. Entre ellos se encontraba el samurái Hasekura Tsunenaga, quien había sido enviado como embajador a la Nueva España para comenzar con los acuerdos comerciales que la corona española y el imperio japonés habían acordado.
Posteriormente, Japón entró en el período Edo o también llamado Edo Bakufu; época que se refiere al tiempo que duró el gobierno de Shogunato Tokugawa (1603-1868), el cual se caracterizó por cerrar todas las fronteras del país del sol naciente.
Tiempo después, la historia de nuestro país se volvió a juntar con la de los japoneses en 1874 pero esta vez fue por motivos científicos. Se trataba de una expedición que había sido propuesta por el científico y político Francisco Díaz Covarrubias.
Covarrubias nació el 13 de enero de 1833 en Xalapa, Veracruz. Fue uno de los políticos-científicos más destacados del siglo XIX. Cuando era muy joven su padre, el periodista José de Jesús Díaz, falleció lo cual provocó que él, su madre y sus hermanos se trasladaran a la Ciudad de México.
Estudió topografía y astronomía en el Colegio de Minería, después de obtener su título comenzó a dar clases como profesor interino. Después, en 1862, el gobierno federal le asignó el cargo de director del Observatorio Astronómico Nacional en Chapultepec.
Su talento como científico lo llevó a formar parte del gabinete de Benito Juárez en 1867. De acuerdo con datos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), uno de sus mayores aportes fue haber realizado la Carta Geográfica del Valle de México.
Gracias a su buen historial como ingeniero y diplomático, en 1874 fue designado por el entonces presidente Sebastián Lerdo de Tejada como el encargado de llevar a la Comisión Astronómica Mexicana al continente asiático.
Al viaje se sumarían los ingenieros Manuel Fernández Leal y Agustín Barroso, amigos muy cercanos a Francisco; docentes de la Escuela Nacional Preparatoria y el cronista Francisco Bulnes.
La investigación fue financiada debido a que el gobierno de aquel entonces vio en esa expedición una oportunidad para llevar el proyecto político liberal a un plano científico con reconocimiento a nivel mundial. De igual forma, ayudaría a elevar el prestigio educativo del país.
El objetivo del viaje era observar los tránsitos del planeta Venus por el disco solar para calcular de forma exacta la distancia entre el Sol y la Tierra. Este fenómeno astronómico era de suma importancia porque este evento ocurre solamente dos veces cada siglo.
Cabe destacar que, aunque a Díaz Covarrubias se le dio este privilegio, el asunto del viaje para ver tránsito de Venus, se había empezado a planear tres años antes en la Cámara de Diputados, gracias a un proyecto realizado por el ingeniero Francisco Jiménez.
El 18 de septiembre de 1874 el equipo de hombres destacados emprendió su viaje al continente asiático. Al principio, el objetivo era llegar a China, no obstante, las diversas dificultades en el trayecto provocaron que la Comisión Astronómica decidiera desviarse a Japón.
Al inicio, esto asustó a Covarrubias, pues no había ningún tipo de relación diplomática con el país nipón. Esta perspectiva cambió cuando fueron recibidos de forma muy cálida por el funcionario japonés Kíndaro Tanaya, de hecho, fue él el que le hizo saber que Yokohama era el lugar indicado para apreciar al fenómeno astronómico.
Sin duda, ese viaje fue clave en la relación que hubo más tarde con Japón, pues los científicos mexicanos tuvieron la oportunidad de convivir con funcionarios japoneses e incluso, intercambiaron ideas que tenían que ver con acuerdos internacionales y reformas migratorias que darían fruto años más tarde con el gobierno de Porfirio Díaz.
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