Las mujeres en la sociedad mexicana (y en todo el mundo) han sido relegadas y menospreciadas. A lo largo de nuestra historia, los estigmas que aluden a su debilidad y su falta de inteligencia, han sido combatidos con avidez. Y aunque a través de diversas personalidades se ha mostrado el graso error al encasillarlas así, sigue vigente la lucha por el reconocimiento femenino.
El desarrollo intelectual de la mujer a inicios del siglo XIX tuvo que ser privado, fuera de las academias y el único modo de seguir siendo una mujer afortunada o digna era ser desposada. De otro modo, dios la ayude. Pero a pesar de las dificultades, encontrarían un modo de salir adelante; si los demás no las ayudaban, ellas encontrarían el modo de hacerlo: apoyándose entre ellas.
Tras varios años de diarios que tenían como objetivo a las mujeres, escritos por hombres, y por ende, tratando de inculcar un ideario acorde a su ideología, surgen las publicaciones dirigidas y fundadas por mujeres. Han sido variadas, pero entre las más destacables está El Álbum de la Mujer.
Sin embargo, el camino no fue fácil ni sencillo. Las mujeres fueron cultivando su conocimiento y cultura a través de espacios para ellas: las tertulias y reuniones literarias en las que se recitaba poesía; se leían libros y se comentaban y reflexionaba acerca de ellos. Sus intereses literarios las llevaría tarde o temprano a buscar más.
De acuerdo con Lucrecia Infante Vargas en su artículo De la escritura personal a la redacción de revistas femeninas. mujeres y cultura escrita en México durante el siglo XIX, afirma que las asistentes a estas tertulias y grupos de lectura también tendrían acercamiento a lecturas extranjeras que por medio de la traducción, adaptarían las formas en la que otras hacían sus textos.
El acercamiento de la mujer al periodismo inicia en 1805 cuando se publica en el Diario de México, el primer periódico de México fundado por Carlos María Bustamante y Jacobo de Villaurrutia, la primera carta, de las tantas que recibían, escrita por una mujer. El Diario buscaba tratar temas culturales y un poco acerca del devenir de la sociedad mexicana. Pero no solo a través de las voces de sus fundadores y redactores, también de los mismos lectores.
Y entre estas cartas se encontraban las de sus lectoras, quienes felicitaban a los editores o contaban sus acercamientos al diario. Estas cartas daban una evidencia de la avidez de las mujeres por enterarse de lo que pasaba a su alrededor:
“yo no soy suscritora de usted, pero tengo una amiga que es parienta de un caballero que conoce a un mayordomo de una casa de título de esa ciudad, donde se suscriben al papel de usted, así, (…) después de que el Sr. marqués ha leído el periódico, se lo pasa al mayordomo que lo dirige al caballero que lo envía a su parienta que me lo entrega a mi (…) y finalmente lo doy a una niña que está conmigo y estudia para monja”
Años después comienzan las publicaciones de revistas destinadas a las féminas de la nueva nación: la biblioteca de las señoritas; La Ilustración; Semanario de las Señoritas Mexicanas, Las hijas del Anáhuac entre otras. Sin embargo entre los más destacados se encuentra el Álbum de la Mujer fundado en 1883 por la española Concepción Gimeno de Flacquer quien aprovechó su posición social para fundar el semanario.
En ella se publicaron poemas, crónicas, ensayos y novelas por entregas. Colaboraron tanto hombres como mujeres. Sus números abrían con ensayos que trataban la vida y aportaciones de diferentes mujeres: ya fuera Juana Inés de la Cruz, Safo de Lesbos, Juana de Arco e incluso reinas de la época. A través de ella se resaltaban la fuerza e inteligencia de la mujer.
Sus textos, principalmente los de Concepción Gimeno, quien era dueña y directora, eran provocativos, pues se declaraba abiertamente feminista, invitaba a la reflexión respecto al papel que la mujer desempeñaba en la sociedad, la forma en la que era vista e incluso de los comportamientos de las mismas.
El álbum cerró sus páginas llenas de textos reivindicativos, culturales e incluso científicos para el aprendizaje de sus congéneres en 1890, pero abrió un sendero que inspiraría a más mujeres a seguir un camino parecido y plantaría la semilla del periodismo en las mujeres que le siguieron.
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