En un artículo de la revista de Relatos e Historias en México escrito por Ursula Ludlow menciona que la Nueva España está envuelta en un prejuicio similar al que ha envuelto a la Edad Media: son etapas de oscurantismo, un capítulo aburrido y poco importante. A esto habría que añadir un aura de castidad y preponderancia de los valores cristianos. Pero nada más lejos de la realidad.
Durante los siglos que abarcó el periodo colonial, la sociedad a pesar de ser valerse de la religión cristiana y ser controlada por los valores y la moral de la época, también tenía sus deslices y la parte carnal de ella se manifestó sin problemas.
La prostitución se veía como un mal necesario ante los ojos de la iglesia. De hecho Camilo Berneri en La iglesia y la prostitución, hace mención de registros de la postura de la iglesia ante las relaciones sexuales de varios de los mismos eclesiásticos con prostitutas que se establecían cerca de los templos para ser visitadas de forma asidua. Tanto en Europa como en el Nuevo Mundo, estas actividades eran toleradas por las instituciones civiles como religiosas a pesar de condenarlas en el discurso.
Dicho oficio era ejercido en casas o en mercados, pulquerías, mesones, portales, calles y temazcales principalmente. La concepción de las mujeres que se dedicaban a la prostitución, ya fuera por decisión propia, por falta de recursos o proxenetismo, era el de la mujer indecorosa y pecaminosa. De por sí la mujer era vista como fuente de pecado y corruptora del hombre.
En esa época, la mujer ideal era aquella dedicada a los labores de la casa y que se unía en matrimonio con un hombre. Las que no podían o preferían no casarse, iban a los conventos aunque eran sometidas a un estricto aislamiento y reglamento. La figura de la prostituta era tolerada debido a que estas representaban el pecado y al mismo tiempo necesarias para la salvación de la mujer casada.
Con la llegada de los españoles a México y la formación de la Nueva España, se trató de segregar a las prostitutas en Casas de Mancebías en la primera mitad del siglo XVI. Pero fuera de estas, las instituciones no estaban hechas para lidiar con la situación, ya que las cárceles estaban destinadas a los hombres y la inquisición solo se encargaba de asuntos relacionados con la fe.
Ana Laura Torres Hernández en el artículo Pecado, recogimiento y conversión: Un proyecto contra la prostitución femenina en la ciudad de México del siglo XVII menciona que tras los edictos del Rey Felipe IV se establecieron las casas de recogimiento en los que se buscaba enmendar los caminos de las meretrices, tomando como figura redentora a María Magdalena, y así recobrar la paz pública y llevarlas por el camino del bien.
En un inicio las casas de recogimiento también servían para las viudas y las mujeres no casadas junto con las prostitutas. Posteriormente, sirvieron como una forma de penitenciaria en la que únicamente estaban las meretrices. Para el siglo XVII dejarían lugar a los conventos. En el siglo siguiente se tornarían mayores medidas represivas y para el XIX la cuestión sería materia de salud pública y la policía.
La escritora polaca Wisława Szymborska habló de un libro que reseñó para una revista en la que trabajaba acerca de la prostitución y las medidas que se tomaban para aplacarla. Se mostraba acorde conque los sistemas de justicia solo han buscado castigar y criminalizar a las trabajadoras sexuales en lugar de poner multas a los clientes y consumidores, siendo estos el principal problema al jugar el papel de la demanda.
Recientemente ha habido movilizaciones por parte de las trabajadoras sexuales de la ciudad para reclamar la protección de las autoridades y un alto al acoso por parte de agentes de la ley y los miembros del crimen organizado bajo el grito de “Respeto total al trabajo sexual” mientras recorrían las calles de la alcaldía Cuauhtémoc exigiendo también la reapertura de hoteles.
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