El año de 1864 fue particular en la historia mexicana por la llegada de el Archiduque Maximiliano de Habsburgo y su esposa Carlota de México.
En aquel entonces, el país atravesaba diversos conflictos políticos y económicos, principalmente por la disputa entre los liberales, con Benito Juárez como líder y los conservadores, con Maximiliano y Carlota.
La llegada de los que serían el emperador y la emperatriz, fue financiada por el Segundo Imperio francés que se encontraba a cargo de Napoleón III Bonaparte. Esto provocó cambios significativos a lo largo y ancho del territorio mexicano, pero sin duda alguna, las transformaciones más palpables se encontraban en la Ciudad de México, lugar donde residían Maximiliano y Carlota.
De acuerdo con información del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), la monarquía francesa quería que la sociedad mexicana (en específico la clase alta) reconociera al Segundo Imperio mexicano como un sistema político legítimo y necesario.
Buscaban llamar la atención de la gente porque tenían la “competencia” de Benito Juárez, quien había establecido su gobierno liberal en distintos estados del norte del país. Como parte de una estrategia para hacer buenas migas con la aristocracia mexicana, la emperatriz Carlota comenzó a organizar bailes en Palacio Nacional, el cual fue llamado en aquél entonces como Palacio Imperial.
Los preparativos comenzaron con la llegada de un sin fin de muebles y adornos europeos que sirvieron para decorar el Palacio y darle un estilo refinado y artístico. Después de que el lugar quedara dispuesto para recibir a “la crema y nata” de la clase alta, comenzó la formación de lazos sociales con las damas más destacas de la Ciudad.
Los encuentros sociales empezaron a realizarse en el teatro, pues era el momento de diversión de las familias mejor acomodadas. Según datos del INBA, la pareja real también llegó a acudir en numerosas ocasiones a establecimientos de beneficencia y a los principales templos de la Ciudad. De esta forma externaban su apoyo a las personas más necesitadas y daban una imagen positiva respecto a la empatía que sentían por la sociedad.
Posteriormente, Carlota comenzó a frecuentar e incluso organizar las famosas tertulias, se traba de reuniones en las que se hablaba principalmente de los acontecimientos reales de Francia y México. Estas reuniones regularmente se hacían después de las 6:00 de la tarde en casas particulares. Para poder acceder a este tipo de eventos, se debía contar con una invitación de alguna de las mujeres del círculo cercano a la emperatriz Carlota.
Al poco tiempo y sin mucho esfuerzo, la esposa de Maximiliano se fue acostumbrando a las salidas y la vida social, fue por eso que comenzó a organizar bailes en el Palacio Real, el Casino Español, los salones de la Lonja o en el Teatro Nacional, estos siempre fueron amenizados (a petición de Maximiliano) por músicos europeos.
Cabe resaltar, que el hecho de organizar y hacer estos bailes, implicaba muchísimos gastos, debido a que se ofrecía a toda la gente bebidas y comida de “mucha categoría”. Estos eventos eran las antiguas alfombras rojas, ya que los festejos de la emperatriz eran el pretexto perfecto para que las damas aprovecharan y sacaran del closet sus vestidos y joyas más costosas.
Fue así como este tipo de reuniones se convirtieron en un símbolo de unión aristocrática para fortalecer las relaciones políticas entre la clase alta mexicana y la francesa.
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