En la bulliciosa ciudad de México los edificios a pesar de su vejez, de las condiciones del suelo que cada vez se hunde un poco más por el uso del cuerpo lacustre sobre el que fue construido, se mantienen en pie. Pocos han durado a través de los años por las inclemencias de la naturaleza o de los mismos ciudadanos y sus gobernantes. Pero entre ellos se alza en una de las avenidas más transitadas el blanquísimo Hotel Imperial en la avenida Paseo de la Reforma.
Planeada por Maximiliano de Habsburgo como una forma de comunicar el castillo de Chapultepec con el Palacio Imperial para evitar los rodeos entre terrenos inhóspitos, se convirtió en un pasaje predilecto para las caminatas de la clase alta: “En la mañana, los alemanes, los franceses, los yankees, son los que más frecuentan la calzada”, se lee en una crónica retomada por Salvador Novo en su libro Los paseos por la Ciudad de México.
Tras la victoria de los republicanos, el Paseo de la Reforma, o en ese tiempo El Paseo de la Emperatriz, se le cambió el nombre a Paseo Degollado en 1867 y se continuaron con los esfuerzos para terminar el proyecto de los emperadores en el periodo de Sebastián Lerdo de Tejada, ya que Benito Juárez lo abre a todo público en 1872 pues solo podían pasearse aquellos que dieran buena vista de sus dotes adquisitivos.
No es hasta la llegada de Porfirio Díaz al poder que el Paseo de la Reforma cambia radicalmente. Se siguen las ideas ya planteadas de establecer a sus alrededores las nuevas colonias y se le de tratamiento para que sus calles arboleadas sigan embelleciéndose. Agrega monumentos y fuentes, además inaugura uno de sus edificios icónicos: El Hotel Imperial.
El Hotel Imperial Reforma se destaca entre los edificios que le rodean por su blanquecina fachada y estilo arquitectónico francés. Ubicado en Paseo de la Reforma 64, el edificio ha albergado a todo tipo de personalidades desde los cineastas Sergei Einsenstein en la década de los 30 y Orson Wells; hasta figuras políticas mexicanas como Venustiano Carranza y Álvaro Obregón.
Construido en 1896 fue inaugurado por el presidente Porfirio Díaz en 1904. Fue de los primeros rascacielos en el país, lo cual ahora parecerá más que raro puesto que es bastante bajo a comparación de otros muchos edificios de la ciudad. Pero hay que recordar que, sin embargo, para su tiempo representó una incursión importante dentro de la arquitectura.
Para ese momento la Ciudad de México comenzaba a vivir el auge hotelero con 44 hoteles y 11 hospederos en 1895 debido a la importancia que había adquirido la capital por la cercanía de los edificios gubernamentales y empresariales. Fue el centro de las actividades de gobierno, comercio y de carácter religioso con mayor urbanización que el resto de la ciudad y del país que resultaba atractivo para los extranjeros europeos principalmente.
La arquitectura francesa daba el estatus a la ciudad de ser un lugar entrado en la modernidad de los nuevos tiempos al imitar y dar complacencia a los europeos que solo buscaban un lugar idéntico del que venían.
El hotel cerró sus puertas en 1937 para ser sede diplomática. Ha sido la única pausa que ha tomado el hotel en toda su historia y de acuerdo con su sitio en internet es de los primeros en instalar un centro nocturno en sus aposentos, adelantándose a los demás. En los 50 es sometida a una remodelación para estar acorde con las tendencias de la época.
Para la década de los cuarenta ya había adquirido buena popularidad y en 1956 se remodela y cambia su nombre al hotel Francis, pero vuelve al nombre de Imperial hasta como lo conocemos en nuestros días.
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