Es conocido por ser el “traidor vende patrias” que tras la intervención norteamericana vendió parte del territorio mexicano al vecino del norte en el tratado de Guadalupe-Hidalgo el 2 de febrero de 1848; por sus desvaríos e ínfulas de grandeza que lo llevaron a buscar ser denominado como “Alteza Serenísima” y que gobernó el país durante once veces de formas intermitentes y dejando sus obligaciones de forma temprana.
Al héroe de Tampico presentó mucha suerte al cambiar de bandos cuando le era requerido e incluso en sus episodios militares. Aun a pesar de haber perdido la pierna.
Antonio López de Santa Anna, nacido en 1794 de padres españoles, tuvo presencia en la historia de México debido a su participación en varios momentos históricos: enlistó en el Ejército Real de la Nueva España en 1810, enfrentándose a las huestes de los insurgentes; ayudó en el levantamiento en contra del imperio de Iturbide en 1823; años después participaría en la guerra contra los insurgentes tejanos, derrotado en 1836 en San Jacinto; después en la Guerra de los Pasteles en 1838, y tomaría un papel activo en la invasión norteamericana.
En la vida política, en 1827, Santa Anna asumió el cargo de gobernador de Veracruz y un año después, en 1828, tomó el mando del ejército nacional durante el gobierno de Vicente Guerrero. Su primer periodo como presidente llegó en el año 1833, justo en las vísperas de la primera guerra con los franceses.
La pierna perdida
En 1833 ocurre la primera intervención francesa o mejor conocida como la Guerra de los Pasteles ocasionada por un pastelero que pidió como indemnización al gobierno de México de 60,000 pesos por los destrozos hechos en su pastelería y ante la negativa del gobierno, Francia mandó una flota de 10 barcos.
El excéntrico Santa Anna perdió su pierna en 1838 durante un enfrentamiento en el puerto de Veracruz. Una bala de cañón le alcanzó y se tuvo que amputar para salvar la vida.
El gobernante, afectado por este hecho, mandó su pierna a enterrar a su hacienda y lugar de retiro Manga de Calvo en Veracruz, y el entierro se hizo con una ceremonia religiosa y todos los honores militares, pero sería desenterrada para trasladarla a la capital. Colocada en una vitrina y con una marcha fúnebre, la pierna desfiló desde Veracruz para que fuera vista por todos a su paso hasta llegar al cementerio de Santa Paula.
Carlos María de Bustamante escribió en Apuntes para la historia del gobierno del general Antonio López de Santa Anna que se “mandó a erigir una columna en el cementero de Santa Paula, para depositar la pierna de Santa Anna. Erigió dicha columna sobre una alta gradería. Sobre un chapitel dorado se colocó una urna o sarcófago, y sobre éste un pequeño cañón de artillería descansando sobre él la águila mexicana”.
En 1844, sin embargo, tras ser Santa Anna sometido a juicio por traición, la pierna volvió a ser exhumada pero esta vez por una turba furiosa con el dictador. La arrastraron por la ciudad como una forma de humillación al grito de “Muera Santa Anna”. El miembro fue extraviado en las calles de la ciudad.
La otra pierna
En la guerra contra Estados Unidos el presidente que decidió tomar el liderazgo del ejercito, perdió por segunda vez su pierna... aunque esta vez fue una prótesis.
Heriberto Frías, escritor, militar y periodista mexicano, en su libro Episodios Militares Mexicanos, menciona que Santa Anna decidió no escuchar motivos ni razones y tomó la iniciativa de dirigir el contingente en la guerra contra los Estados Unidos. Condena también la orden de retirada en la Batalla de la Angostura en la que el ejercito mexicano tenía ventaja por sobre el norteamericano.
Tras una serie de derrotas, el presidente siguió con la tendencia de no escuchar a sus subalternos. En la Batalla de Cerro Gordo, Frías explica que no siguió las recomendaciones de fortificar uno de los flancos en los que estaban apostados de forma debida, por lo que sus fuerzas cayeron rápido.
En la retirada, “Nuestro general en jefe, naturalmente, fue quien más pronto logró desaparecer del campo, hundiéndose en la profunda barranca”, escribió Frías. No solo perdió la paciencia y la valentía arrogante que lo arrojó a asumirse como jefe, sino que en el camino perdió su pierna, que fue encontrada por los militares estadounidenses que lo perseguían.
Santa Anna viviría en el exilio hasta volver en 1874 al estado de Veracruz. La prótesis se encuentra exhibida en el Museo Militar de Illinois en Estados Unidos.
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