La invasión de América por los españoles conllevó un cambio enorme en la configuración del mundo: la oportunidad de expandir el control europeo, la explotación de nuevos y numerosos recursos naturales, así como el surgimiento de nuevas culturas y costumbres que trastocarían a sus descendientes y los habitantes originarios cuya población se vio reducida y violentada durante siglos.
¡Pero, hey!, no todo es tan malo, con este choque violento entre culturas también vinieron a nosotros nuevos platillos como los tacos.
Se dice que los responsables de los tacos son los españoles. Bueno, no como tal los tacos, puesto que los indígenas ya comían tortillas acompañadas con carne, más bien: los tacos de carnitas. En México había distintos animales de los que se alimentaban dependiendo de la zona. En la zona del golfo, por ejemplo, se alimentaban de mariscos, peces, cocodrilos, aves y manatíes.
En la crónica de Fray Francisco de Aguilar al llegar los españoles a Tenochtitlan, recibidos por Moctezuma y su séquito, tuvieron la oportunidad de conocer parte de la alimentación de la corte del huey-tlatoani: “Henchían toda la sala en rengleras, de diversas aves, así cocidas como asadas y guisadas de otras diversas maneras, empanadas muy grandes de aves, gallos, gallinas (...) codornices, palomas y otras aves de volatería”
La comida en la mesa del emperador también estaba llena de grandes proporciones de diversas aves, conejos, liebres, venados, palomas, codornices, entre otras de acuerdo Bernal Díaz del Castillo. Menciona también en este repaso a los “puercos de la tierra” que nos son más que jabalíes. Además se les suman las tortugas, los perros (como el Xoloitzcuintle del que había al menos tres razas pero dos se extinguieron por ser comidas), ranas, etc.
Por su parte los españoles trajeron las vacas, los caballos, las ovejas y unos animales que servirían para un festín bien ganado tras largos días de batalla provenientes de Cuba: los cerdos.
Tras la caída de Tenochtitlan los españoles se asentaron en Coyoacán por un tiempo. Se planearon los trazos de lo que sería el centro histórico de la ciudad de México. Pero primero debía limpiarse la ciudad de los cuerpos, la sangre y los escombros provocados por la sangrienta y desastrosa batalla.
Pero antes de ponerse a trabajar, Cortés y sus hombres decidieron darse un descanso y celebrar la victoria obtenida. Bernal Diaz del Castillo narra en su Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España que Cortés “mandó hacer un banquete en Coyoacán por alegrías de haberla ganado y para ello tenía ya mucho vino de un navío que había venido de Castilla”.
Con ellos venían los cerdos o cochinos, como se les llamó por ser animales que siempre dormían (cochi; dormir). A falta de pan, se utilizaron las tortillas de los indígenas para acompañar sus carnes, de acuerdo con Salvador Novo en Cocina Mexicana. Junto con el vino, terminaron ebrios “y ahítos rodaron por las mesas” y “abrazaron a las mujeres”.
Juntaron a los capitanes y demás hombres para que se hicieran de un pedazo del festín en el que faltaron mesas y sillas para casi la mitad de los asistentes y “valiera más que no se hiciera aquel banquete por muchas cosas no muy buenas que en él acaescieron” cuenta Bernal. Entre ellos también se encontraban distintos guerreros y capitanes indígenas a los que Cortés “dio muchas gracias y loores porque nos habían ayudado e con muchos prometimientos que les haría señorear”.
Tras la celebración, Coyoacán se vuelve el primer ayuntamiento del Valle de México y es nombrada capital de Nueva España.
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