Porfirio Díaz es considerado uno de los personajes más icónicos, pero también, más polémicos de finales del siglo XIX e inicios del siglo XX, pues fue un presidente que gobernó México por más de 3 años. Además de esto, también es recordado porque durante su mandato, Díaz hizo que la desigualdad entre los ricos y los pobres se remarcara de manera muy notable.
El gobierno de Díaz fue uno de los motivos por los que inició la Revolución Mexicana, un movimiento armado que buscaba su renuncia, cosa que se logró. Además de su renuncia, Díaz también se exilió en Francia, en donde moriría en 1915.
Sin embargo, Díaz no fue el único personaje polémico dentro de su familia, pues tuvo un hermano que fue igual o más polémico que él, y tuvo un final nada agradable. Su nombre era Félix Díaz, y nació el 3 de mayo de 1833 en Oaxaca, y a diferencia de su hermano, El Chato, como se le conocía a Félix, fue un militar de carrera, pues fue alumno del Colegio Militar de Chapultepec, en donde inició su carrera militar.
El Chato Díaz defendió, de manera heroica, a México en la Batalla del 5 de mayo, que se suscitó en Puebla, en contra del llamado Ejército más poderoso del mundo en ese entonces, el Ejército de Francia, quienes intentaban sitiar puebla para abrir paso hacia la Ciudad de México al segundo emperador de México, Maximiliano de Habsburgo, quien en ese momento buscaba instalarse y tomar la capital.
En 1867 Félix Díaz se convirtió en el gobernador de su estado natal, y en 1871 el General Porfirio Díaz, su hermano, lanzó el Plan de la Noria, un manifiesto en el que se oponía a la reelección de Benito Juárez García, quien era presidente en ese tiempo. El Plan de la Noria se convirtió en un movimiento armado, al cual se sumó Félix Díaz. Sin embargo, este movimiento fracasó.
En 1870 surgió un conflicto entre el Istmo de Tehuantepec y el pueblo de Juchitán, en Oaxaca. Siendo gobernador Félix Díaz, mandó a silenciar el enfrentamiento, sin embargo, las fuerzas del gobierno fueron vencidas.
Tras esto, Félix Díaz tomó a la fuerza el pueblo de Juchitán en 1871. Se dice que este otro enfrentamiento se convirtió en una gran matanza, pues los hombres de Díaz arremetieron contra mujeres, ancianos y niños, además ejecutó a varios hombres, cabecillas en el movimiento, muchos de ellos considerados héroes en la guerra de la intervención francesa.
No conforme con ello, el Chato Díaz entró a caballo hasta el atrio de la iglesia del poblado, en donde ordenó bajar al Santo Patrono de los Juchitecos, San Vicente de Ferrer, lo ató a su caballo y lo arrastró por las calles principales del poblado. Se dice que para seguir golpeando la fe del pueblo, se llevó a San Vicente, pero como no cabía en la caja en donde lo transportarían, le cortó los pies.
Luego de esto, durante un año entero, día tras día, los pobladores iban a pedirle que les regresara a su santo patrono, pero él se negó. Al fracasar el Plan de la Noria, Félix intentó huir hacia el pacífico, pero fue capturado y entregado a los juchitecos, quienes le cobraron la afrenta que les hizo.
El gobernador Díaz, fue atado a un caballo y arrastrado por el campamento de los rebeldes, como él lo hizo con el santo. Con sus ropas desgarradas y la piel sangrando, los juchitecos descalzaron al Chato, y con un machete le desollaron las plantas de los pies, como él había trozado los pies de su santo patrono.
También lo obligaron a caminar en arena caliente, aunque también se dice que sobre carbón al rojo vivo. Las palabras que el Chato Díaz escuchaba de los juchitecos era una repetición constante de “acuérdate de San Vicente”. Finalmente al gobernador de Oaxaca lo castraron. Según algunas fuentes, el hombre moriría quemado en un árbol de tamarindo.
SEGUIR LEYENDO: