Sergio Villarreal Barragán, el Grande, pasó de lugarteniente en los Beltrán Leyva a colaborador con las autoridades para delatar a sus presuntos cómplices, entre ellos funcionarios como Genaro García Luna y el círculo corrupto del ex secretario de Seguridad con Felipe Calderón.
El Grande ya no está en prisión, al menos desde 2019, ahora es protegido con una nueva identidad en Estados Unidos, a donde fue extraditado en 2012, tras su arresto en 2010 por reportes de la Administración del Control de Drogas (DEA). Junto con otros capos del Cártel de Sinaloa, el ex policía judicial federal de Coahuila ha señalado los nexos entre agentes mexicanos con cárteles de la droga.
De ahí que podría ser uno de los testigos en el juicio contra García Luna, que está programado para el otoño de 2022 en la Corte del Distrito Este de Nueva York. Pues el Grande ha declarado que presenció reuniones entre el entonces secretario del ex presidente Calderón y mandos policiales como Luis Cárdenas Palomino.
Los funcionarios corruptos, a decir de Villarreal Barragán, acudieron a un par de encuentros en la Ciudad de México y en Cuernavaca, Morelos, donde departieron con Arturo Beltrán Leyva, el Barbas y/o Jefe de jefes, y con Edgar Valdez Villarreal, la Barbie.
El Grande ha sostenido sus versiones ante tribunales en México como en Estados Unidos, pero también contó parte de la historia a Jesús Lemus, con quien compartió la prisión de Puente Grande, Jalisco, cuando el periodista fue acusado falsamente de vínculos con el narco por orden del ex presidente panista y García Luna.
En 2006, contó el escolta del Jefe de jefes, hubo una reunión entre el líder de los Beltrán Leyva e Ismael Zambada García, el Mayo. Ahí fue cuando se decidió sobornar a Felipe Calderón, quien tomaría posesión en el Ejecutivo federal tras polémicas elecciones en que se acusó un fraude del entonces candidato, Andrés Manuel López Obrador.
La orden para llegar al mandatario se dio en septiembre y diez días después, el Grande coincidió con el panista en el bautizo de la hija del senador blanquiazul, Guillermo Anaya Llamas. En ese encuentro solo fueron presentados, pero el momento fue clave para servir la mesa.
Ya para octubre del mismo año, Sergio Villarreal Barragán concretó la reunión en la Ciudad de México. Apenas platicó 20 minutos y pidió que Genaro García Luna fuera elegido secretario de Seguridad, según ordenaron los cárteles que representaba en la llamada Federación (concilio del crimen donde convivían el Cártel de Sinaloa, Juárez y los Beltrán Leyva de 2001 a 2008).
“Dile a los señores que estén tranquilos, que no se les va a molestar”, fue la respuesta del presidente electo, según el Grande. El pago por ese favor fue de 20 millones de dólares.
No es casualidad que los capos mexicanos escogieran a García Luna, pues él había sido su vínculo en el sexenio de Vicente Fox, tal como se alega en las acusaciones de la corte de Brooklyn.
Arturo Beltrán Leyva ordenó que García Luna fuera llevado a una residencia en Cuernavaca, cuando el funcionario se encontraba en Morelos.
Los operadores criminales recogieron al “super policía” en un McDonalds, a plena luz del día, luego de ello fue guiado a una zona residencial. Iba de camisa y pantalón, sin saco, para ver al Barbas y a la Barbie.
Sobre la segunda vez, García Luna acudió a Jardines del Pedregal, en el suroeste de la capital mexicana. En aquella ocasión también vio a los dos criminales y estableció el contacto directo con ellos: Luis Cárdenas Palomino, detenido en julio pasado por cargos de tortura y brazo derecho del ex secretario.
El Jefe de jefes pidió a Cárdenas Palomino información sobre las frecuentes incautaciones que la DEA estaba haciendo en aguas internacionales, de barcos que transportaban droga de la Federación. El contacto con los narcos dijo que investigaría a través de una fuente que él tenía en la embajada de México en Colombia para saber qué estaba sucediendo.
Durante su testimonio, el Grande aseguró que hubo un segundo encuentro entre Arturo Beltrán Leyva y Cárdenas Palomino, donde él también estuvo presente. Ahí, el brazo derecho de García Luna reportó que había un informante colombiano de la DEA trabajando con el cártel de los Beltrán Leyva y le proporcionó el apodo e incluso una fotografía.
El Grande testificó que Beltrán Leyva “se había enojado mucho”, por lo que ordenó secuestrar, torturar y asesinar al colaborador de la agencia antidrogas.
Tanto García Luna como Cárdenas Palomino enfrentan acusaciones en la Corte del Distrito Este de Nueva York por haber colaborado con el Cártel de Sinaloa durante 19 años. Ambos están detenidos y en procesos judiciales, el primero en México por tortura sin que se le toquen sus bienes y, el segundo, con una demanda encima donde se le planean incautar 250 millones de dólares.
El 22 de mayo de 2012, la entonces Procuraduría General de la República dio como válido el testimonio de Villareal Barragán y extendió la duda contra el Ejército.
Pese a que antes, las propias autoridades habían desechado los señalamientos del Grande cuando involucró en sobornos de millones de dólares a Luis Cárdenas Palomino y Armando Espinosa de Benito, ambos de la Secretaría de Seguridad Pública.
“Para el jefe de destacamento, el de caballería, el de la blindada, el de infantería y para el jefe de la zona militar, para cada uno se destinaban cien en mil dólares, y así tenía a varios mandos arreglados en Morelos, en Guerrero, en el Distrito Federal”, aseveró el capo.
Con ello mostraba que los arreglos de la Federación estaban en los altos mandos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena).
“El arreglo no era para que no catearan las tiendas sino para abordar asuntos grandes como tráfico de drogas por toneladas, para que pasaran a través de retenes militares, para quitar y poner retenes en todos los estados de la República; inclusive llegamos a operar en Guatemala”, detalló Villareal Barragán.
El Grande era quien pagaba a los altos mandos de la Sedena sobornados. El dinero siempre era entregado al mayor Iván Reyna Muñoz, quien finalmente fue detenido en 2012 por ser intermediario de los Beltrán Leyva con los generales Ángeles Dauahare y Ricardo Escorcia Vargas.
Aunque el lugarteniente de Arturo Beltrán Leyva hizo énfasis en los pagos a Reyna Muñoz, destacó el involucramiento a quien fuera jefe de la novena región militar con sede en Acapulco, Guerrero: Salvador Cienfuegos Zepeda.
Él fungía como comandante cuando los Beltrán Leyva eran amos y señores de la plaza, apuntó la periodista Anabel Hernánez en su libro México en llamas: el legado de Calderón (Unsot, 2012).
Villarreal Barragán no fue cualquier operador, era el brazo derecho de uno de los principales jefes del narco en México, quien fue abatido en 2009 por agentes de la Marina Armada. En cada intervención con autoridades judiciales ha reiterado los nexos entre funcionarios mexicanos e inclusive, generales venezolanos.
Este 12 de septiembre, el Departamento del Tesoro levantó la sanción que le prohibía abrir cuentas, realizar operaciones financieras y cualquier otro negocio en Estados Unidos. Se prevé que sea uno de los testigos principales en el caso de García Luna y el resto de agentes que serán juzgados próximamente.
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