Antes de ser el presidente de la Asociación de Bancos de México (ABM) y presidente del Consejo de Administración de Banco Azteca, Luis Niño de Rivera fue clavadista olímpico y torero, que pese a ser profesiones alejadas a lo que actualmente hace, le ensañaron valiosas lecciones de vida que hasta hoy sigue aplicando y aconsejando a quienes buscan llegar más alto.
Durante una entrevista del programa “Yo También Soy Mexicano” de ADN 40, el empresario reveló cómo alcanzó el éxito. Recordó que él, sus hermanos y padres eran aficionados a la actividad física, y “por fortuna” sus padres lo encausaron al “deporte organizado, que tuviera un fundamento, un propósito y un reto, no nada más deporte por hacer deporte. Ganar era el tema central”.
Dijo que para conseguir objetivos es necesaria la disciplina, la técnica, el trabajo y el carácter, por lo que al entrenar junto a sus hermanos aprendió que “competir tiene su ciencia, y su gracia es nunca quedar convencido de que ya la hice; eso no existe”.
Al estar practicando en del deportivo Chapultepec comenzó a aprender los rudimentos de los clavados, iniciando por un metro, pasando por los 3 metros y hasta alcanzar los 10 metros. Tras su arduo entrenamiento, logró participar en los juegos centroamericanos infantiles y juveniles en El Salvador, celebrados en febrero de 1960, en donde ganó el primer lugar de su categoría. Al año siguiente participó en los de Puerto Rico y volvió a ganar. “No porque fuera muy bueno, sino porque había muy pocos clavadistas”, bromeó.
Para 1964, formó parte de la delegación mexicana en las Olimpiadas de Tokio. Ahí quedó en cuarto lugar de clavados, y agradeció que no fueran en México, porque contrario a lo que se piensa del apoyo local, señala que existe una mayor presión y obligación por no defraudar a nadie.
A su regreso a México, dijo que ya tenía la idea de incursionar en la torería, pues tenía amigos que se dedicaban a eso, por lo que comenzó a entrenar al mismo tiempo que entró a trabajar en el área de mercadotecnia de una empresa.
“A las 6:00 de la mañana iba a Chapultepec a entrenar o a la Plaza México, y llegaba a las 9:00 a trabajar, hasta que al año de estar en la empresa, dije: no consigo estar en los dos lados”.
Tras tomar la valentía de renunciar en su puesto de mercadotecnia comenzó a torear en pueblos hasta que pudo presentarse en la Plaza México, donde dijo, tuvo la fortuna de que el novillo saliera embistiendo, logrando cortarle una oreja a la primera.
“Eso me abrió las puertas para torear dos años, dos temporadas, 13 tardes en la plaza México y otras 17 tardes en otras plazas; Guadalajara, Durango, Aguascalientes, Monterrey. Y fue suficiente para darme cuenta, si podía yo ser profesional del toreo, si estaba dispuesto a pagar el precio que hay que pagar, que es muy elevado por ser torero profesional. Y dije no, así no se puede. Y lo dejé”.
Luego de renunciar a su carrera como torero, fue con un conocido que se dedicaba a reclutar ejecutivos, quien le comentó sobre una oportunidad en un banco. “Dije no, no, los bancos son muy aburridos”, recordó.
No obstante, se presentó a la entrevista de trabajo, logrando impresionar a quien sería su futuro jefe pese a haber mirado su currículum por unos segundos y decirle que no tenía espacio para toreros en su oficina.
“Me dijo: muchas gracias por venir pero esta semana no estamos contratando toreros en este Banco. Y le dije: qué bueno, porque yo ya no me dedico a eso. Y una entrevista que iba a durar 30 segundos, duró dos horas. Y finalmente me dijo, mira, te doy 6 meses, si en 6 meses no lo haces, te vas. Le respondí: no, es mucho tiempo, dame 3 meses. Y así el 18 de febrero de 1974 empezó mi carrera bancaria y aquí sigo”.
Aseguró que el Banco puede ser como una corrida de toros o hasta más peligrosa, pues dijo que en la plaza estás frente al toro y sabes cuando vienen las cornadas, sin embargo, en el Banco pueden pegar en cualquier momento, por ejemplo, si un cliente no paga y se rompe la confianza.
“El gesto más grande que hay en el negocio bancario de un cliente está basado en un solo principio y propósito, que es confianza. Si te da confianza a tu banquero le llevas tu dinero. Y eso requiere de suficiente capacidad para convencer al cliente que lo vas a hacer bien y eso se logra con el tiempo. Es muy difícil y se pierde en minutos. Todos los días son un reto muy grande, y lo que más disfruto es que nunca dejó de aprender, entre más pasa el tiempo más relevante se vuelve lo que hiciste antes”, añadió.
Lo anterior, surge del aprendizaje que le dejó ser torero. Por otro lado, haber sido deportista le enseñó que es necesario estar en buen estado físico, el cual debe complementarse con el descanso, la alimentación y la vida familiar para llegar a la vejez en mejores condiciones, pero además de ello, aprendió que:
“El deporte te enseña primero a ganar y a perder. Perder es más importante en los momentos. Pero también es importante saber ganar y no pensar que ya la hice. Eres ganador ese día, al día siguiente puede ser otro el resultado. Eres tan bueno como el resultado de eso. El camino del éxito está lleno de fracasos. Si lo supiste aprovechar vas a llegar más rápido al éxito”, subrayó.
En ese sentido, dijo que espera que México pueda ser más incluyente, que no se dedique a la caridad sino a la capacidad para que siga creciendo. Finalmente, el último de sus secretos para llegar más lejos es mirar siempre hacia adelante, sin pensar en cómo te van a recordar sino en estar convencido de que se hizo todo el esfuerzo, se intentó y se cumplió con el deber.
SEGUIR LEYENDO: