Ahora son sólo muertos. Antes eran jornaleros, estudiantes y deportistas del municipio de Tangamandapio. Y sobre todo eran michoacanos, habitantes atravesados por una historia de violencia del crimen organizado. Once personas de esta región han sido halladas muertas el martes en la Tenencia de Tarecuato. Sus nombres eran Rodrigo, Juan Fernando, Carlos Rodriguez, Víctor Salvador y Juan Carlos. Los demás fueron reservados por ser menores de edad.
En pleno festejo de Día de Muertos, los jornaleros fueron asesinados tras entrar a un territorio en disputa entre los cárteles Unidos y Jalisco Nueva Generación. El grupo se dirigía al predio Los Lavaderos en busca de panales cuando fueron interceptados por miembros del crimen organizado. Alertados por el retraso, las autoridades salieron en su búsqueda y se encontraron a las once personas en el suelo y con el tiro de gracia. Según las versiones de la propia autoridad, la zona es un foco rojo por su cercanía al estado de Jalisco (al oeste de México).
De acuerdo con los testimonios de los familiares, los occisos buscaban panales con abejas para colocarlos en la ofrenda de Muertos. Una tradición de más de 500 años de aquella comunidad indígena.
En entrevista con el portal Animal Político, el padre de una de las víctimas, de 17 años, aseguró que “su hijo estudiaba en el Colegio de Bachilleres y su ilusión era titularse de ingeniero agrónomo. Su único vicio era jugar básquetbol. No tenía problemas con nadie y era muy trabajador, porque durante la pandemia, me ayudaba a vender papas”.
Lo que sucede en Michoacán es considerado como un genocidio para muchos, ya que no sólo ataquen a miembros del crimen organizado. Ahora van por la sociedad civil, cualquier persona.
Actualmente, el gobierno de Alfredo Ramírez Bedolla, de Morena ha desbancado al de Silvano Aureoles en cuanto al número de homicidios. De acuerdo con el Informe de Seguridad diario del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad, desde el pasado 1 de octubre —llegada de Bedolla al poder de Michoacán— hasta el 1 de noviembre, Michoacán (al oeste de México) ha alcanzado la cifra de 254 asesinatos. En septiembre, el último mes de la administración de Aureoles, el número de crímenes de este delito fue 183.
La violencia del narco no tiene freno en Michoacán, donde desde dos años el fuego cruzado entre los cárteles Unidos y Jalisco Nueva Generación (CJNG) golpea a siete municipios que componen la región de Tierra Caliente.
Las autoridades estatales aseguran que los episodios de violencia son parte de la macabra estrategia conocida como “calentar la plaza”. Según la Secretaría de Seguridad Pública de Michoacán, un comando del grupo criminal Cárteles Unidos —un conglomerado de células delictivas de Michoacán como Los Viagras, los Caballeros Templarios, Los Blancos de Troya y los Botos— se desplegó en el municipio de Buenavista, donde el CJNG mantiene sus bases de operaciones.
El grupo de Cárteles Unidos no es más que una amalgama de células de varios cárteles para enfrentar el avance de las tropas del CJNG. Diversas investigaciones concluyen que esta célula delictiva ha sido financiada y respaldada por el Cártel de Sinaloa de Ismael el Mayo Zambada. Esto explicaría por qué los criminales michoacanos han resistido la embestida del cártel más poderoso de México.
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