Tras la muerte de Moctezuma, al ser apedreado por su pueblo en el sitio del Templo Mayor, Cuitláhuac tomó el poder como emperador de México-Tenochtitlan, pero murió de viruela 80 días después, por lo que su joven primo Cuauhtémoc, de 25 años, tuvo que asumir la responsabilidad de comandar al pueblo mexica en su resistencia contra los españoles.
En 1521, dos años después del trágico encuentro entre el gobernante mexica y Hernán Cortés, los españoles lograron vencer a todas las fuerzas de México-Tenochtitlan que se encontraban a las afueras de su territorio con 900 soldados europeos y más de 150 mil aliados tlaxcaltecas, por lo que Cuauhtémoc y sus jefes militares se vieron forzados a cerrar la ciudad para resistir la inminente invasión.
Debido a que la laguna que rodeaba a Tenochtitlan fue invadida por españoles en barcos, el gobernante fue obligado a refugiarse en Tlatelolco, lugar en el cual pasaron varias semanas.
El caos provocado por los tlaxcaltecas, quienes prendían fuego a las edificaciones mexicas, y el acumulamiento de cadáveres de personas que morían por los ataques y el hambre que se generó en la ciudad cerrada, Cuauhtémoc decidió escapar en una canoa con su familia y sus allegados.
Al encontrarse en la laguna, el gobernante fue visto por uno de los soldados españoles que se encontraba en los barcos desplegados por los militares, por lo que de inmediato la canoa fue interceptada. Cuauhtémoc, al notar la enorme fuerza militar de los españoles, se rindió ante ellos.
Ante Cortés, Cuauhtémoc afirmó que había hecho todo lo posible para contener a sus fuerzas, pero la fortuna no le fue favorable y resultó vencedor, por lo que le parecía justo que le quitara la vida con un puñal para tener una muerte ritual digna y terminar con el imperio mexica.
El conquistador español decidió no quitarle la vida, reconocerlo como emperador y reconstruir la ciudad a cambio de recibir los tesoros que se encontraban en su territorio, propuesta la cual fue rechazada por el gobernante, quien se negó a revelar la ubicación de las riquezas de su imperio.
Cortés trató de negociar en numerosas ocasiones con Cuauhtémoc, pero no logró obtener una respuesta positiva por parte del tlatoani, quien se mantuvo firme en la decisión de mantener el secreto.
Los españoles perdieron la paciencia y decidieron torturar al gobernante, por lo que lo ataron le quemaron los pies en numerosas ocasiones. El señor de Tacuba y primo de Cuauhtémoc, al ver la horrible situación en la que estaba envuelto su familiar, decidió hablar con él y pedirle que confesara, pero el tlatoani se negó a confesar a pesar de la petición de su primo y confesó que los dioses ya le habían revelado que Tenochtitlan caería, por lo que tiró todo el oro en la laguna que rodeaba la ciudad. Los españoles iniciaron de inmediato una larga búsqueda en el agua, pero no lograron encontrar el tesoro.
Cortés partió insatisfecho a Honduras días después de lo ocurrido, pues le habían informado de una rebelión que había surgido en el antiguo territorio de Las Hibueras, revuelta que había iniciado por la influencia del tlatoani, quien acompañó al conquistador como prisionero.
Cuauhtémoc nació en una familia de nobles y gobernantes a finales del siglo XV, pocos años antes de la llegada de los españoles había recibido un cargo militar en Tlatelolco, por lo que desde el principio apoyó a Cuitláhuac en la resistencia contra los españoles.
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