En los últimos años de su vida, Doña Marina (como la llamaron los conquistadores) tuvo que acompañar a Hernán Cortés, sufriendo con él las derrotas e infortunios que los españoles también pasaron durante el período de la Conquista.
De cualquier manera, Malinalli también pudo vivir otras experiencias al lado de Cortés, pues tras la caída del imperio de Tenochtitlan vivieron juntos en lo que hoy es Coyoacán y concibieron un hijo al que llamarían Martín. Después del nacimiento del niño, ella tuvo que separarse de Cortés y su bebé debido a la llegada de la esposa de Cortés, Catalina Xuárez.
Con esto, La Malinche pasó a segundo plano por el período de un mes, a la muerte de Catalina. Entonces regresó al lado del español.
En el tiempo en que se separaron, ella sirvió también como traductora para otras personas, como algunos frailes de la iglesia pero para este punto de la historia, ya no era una figura tan emblemática porque a la fundación de la Nueva España ya habían habitantes de origen europeo que hablaban el náhuatl y el español a la par.
Pronto, el destino de Malintzin llegó con una expedición a las Hibueras, donde ella era una pieza clave del grupo que llevaba Cortés como acompañantes, pues el conquistador se deslindó de ella, dejándola a su suerte al venderla a Juan Jaramillo, el próximo esposo de Marina.
A pesar de todo y aunque no estaba más al lado de Malinalli, Cortés le entregó varias tierras, pero también envió a vivir a España a su hijo Martín, llevándolo lejos de su propia madre.
Después de esto, Malintzin se casó con Juan Jaramillo y tuvieron una hija llamada María Jaramillo. Al cabo de un rato, La Malinche falleció y Juan Jaramillo enviudó, pero volvió a casarse años después de la muerte de ella.
Al día de hoy no se sabe con certeza cómo murió Doña Marina, dónde y cuándo. Algunas versiones apuntan que fue entre los años de 1526 y 1529. Por su parte, el historiador José Antonio Crespo relata que la Malinche contrajo la viruela y que al morir en su lecho “fue asistida espiritualmente por Fray Toribio de Benavente, Motolinía, encargó a éste que después de haber celebrado la santa comunión, dijera a Cortés que yo le agradezco lo que conmigo hizo... y que si en algo pudo agraviarme, le perdono por lo mucho de lo que soy su deudora”, pero esta no es una declaración oficial.
Ahora su figura se ha convertido en un arquetipo mexicano para aquellos que se les considera traidores de la nación, en un modo despectivo y también en tono de burla para quienes rechazan ser de origen mexicano y actúan desacreditando la historia indígena de nuestros antepasados.
Asimismo, la palabra “malinchista” se utiliza para referirse a alguien que prefiere las cosas extranjeras, aquel que se ha entregado a lo que viene de fuera, o quien se muestra sin capacidad para valorar lo propio.
En otros contextos, como el político, el término se aplica a los grupos desnacionalizados y antipatriotas proclives a sobrevalorar todo lo extranjero y a demeritar todo lo nacional.
No obstante, últimamente se ha tratado de reivindicar la figura de Malintzin, apelando a que, en primera instancia, no era de origen mexica y, al contrario, sus congéneres representaban una amenaza para el pueblo de Tenochtitlan, por lo que no debería considerarse una traidora.
Por otra parte, también se destaca que fue una mujer traicionada por su propia familia al ser vendida, tomada como un objeto y violentada. Sin embargo, la imagen de La Malinche no ha cambiado su significado.
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